¿Amor u obsesión? Cuando el cine y la tv borran los límites
Si bien es cierto que, en los tiempos que corren, estamos revisando nuestras definiciones de amor y de lo que es una relación de pareja saludable, no siempre tuvimos clara la diferencia entre el amor y la obsesión.
Muchas veces, tanto desde la pantalla grande como desde la pantalla chica se han presentado relaciones entre personajes que, en un primer vistazo, pueden parecer románticas. Sin embargo, al ahondar en la dinámica de esos vínculos, nos damos cuenta de que lo que parecía amor, muchas veces era obsesión y ese romance que tanto idealizamos es, en realidad, bastante tóxico.
Para empezar, me parece importante hacer una buena distinción entre lo que es el amor y lo que es la obsesión. El amor, como sentimiento, es algo profundo, positivo, que se basa en el respeto y la confianza, así como también en la admiración por la persona amada. En cambio, la obsesión, si bien también es un sentimiento intenso, sus raíces son negativas, basadas en la desconfianza y en el control de ese ser que deseamos.
Por ejemplo, una serie ya clásica (y que además tuvo su reboot recientemente, como para terminar de asentarse como clásico) juvenil es Gossip Girl. En ella, chicos y chicas de Nueva York, en especial de la clase social muy alta, se enamoraban, desenamoraban, amigaban y enemistaban episodio tras episodio. Entre todos esos romances, los dos vínculos más destacables son, por supuesto, los de los protagonistas: Dan (Penn Badgley) y Serena (Blake Lively) y, por otro lado, Blair (Leighton Meester) y Chuck (Ed Westwick).
Estas relaciones, que son el happily ever after de la serie, se han visto con ojos románticos durante años. Sin embargo, gracias al crecimiento que hemos hecho socialmente, hoy podemos mirarlas de otra manera. Por su parte, es difícil pensar en la relación entre Dan y Serena como idílica o romántica, no solo por la cantidad de veces que fueron y vinieron, sino porque, al revelarse sobre el final de la serie que Dan es nada más y nada menos que Gossip Girl, no podemos sino notar no solo su obsesión con Serena, sino también la cantidad de comentarios negativos que realizó desde este personaje inventado para controlar su accionar, desnudando sus más oscuros secretos para ridiculizarla y, de alguna forma, obligarla a refugiarse en él.
Blair y Chuck tampoco se quedan atrás. Mientras que ella es una niña rica algo malcriada, él desde el comienzo se muestra como problemático, incluso acosando a algunos de los personajes de la serie. Con Blair, su manipulación y chantaje emocional es sistemático, buscando siempre su propio beneficio, aunque eso signifique arruinar la felicidad de la persona que, se supone, ama.
El personaje de Chuck, interpretado por Ed Westwick, se alimentó del encanto que suelen tener “los chicos malos” durante mucho tiempo, creyendo que, como al finalizar la serie, su camino termina unido al de Blair, el amor lo volvió de alguna manera bueno, pero ¿es posible borrar, solo con amor, años de maltrato, también en el nombre del “amor”? Hoy en día, el vínculo entre los personajes de Meester y Westwick es visto como uno de los más tóxicos que se han representado en la pantalla chica.
En cine, en el 2015, la temperatura subió de golpe con el estreno de Fifty Shades of Grey, el filme dirigido por Sam Taylor-Johnson basado en la novela homónima de E. L. James. En él, una joven virginal estudiante de literatura comienza un vínculo romántico con un magnate aficionado al sadomasoquismo. Si bien podría no haber ningún problema en este vínculo, en el filme, Christian Grey, el personaje interpretado por Jamie Dornan, hace caer todo su peso monetario sobre Ana, la ingenua chica a la que le da vida Dakota Johnson. Es él quien la persigue, le hace regalos caros, se obsesiona con ella y la introduce en su mundo, persiguiéndola incluso cuando ella intenta alejarse. A lo Chuck Bass, también desarrolla cierto chantaje emocional para lograr que ella se quede a su lado.
Recientemente, esta idea de que a veces los vínculos que nos muestras las pantallas no son del todo sanos y están más emparentados con la obsesión que con el amor ha cobrado fuerza gracias al estreno de la serie de Netflix, You. Protagonizada por Penn Badgley (quien evidentemente tiene experiencia en interpretar personajes de este estilo), nos presenta a Joe, un, aparentemente, inofensivo librero que se “enamora” de una clienta. Ese enamoramiento desnuda el costado obsesivo y peligroso de Joe, convirtiéndolo (o revelándolo) como un asesino.
La serie fue un éxito (tanto así que acaba de estrenar su cuarta temporada) y, en redes sociales, fueron muchos los usuarios que se encontraron enamorándose de Joe. Sin embargo, tanto desde los creadores de la serie como desde el mismo actor, se realizaron advertencias, destacando el costado problemático de “enamorarse” de un asesino que esconde su obsesión violenta detrás de la palabra amor.
Este último ejemplo, el de You, es quizás el más notorio de la historia reciente del cine y la televisión y el que nos hace pensar acerca de cómo consumimos los vínculos románticos que aparecen en las pantallas, dándonos cuenta cómo, a veces, caemos en clichés como el de alentar al “chico malo”, o justificar acciones abusivas o violentas a causa de la pasión u olvidarnos comportamientos obsesivos y peligrosos de distintos personajes solo porque al final “se quedan con la chica”, por lo que, evidentemente, deben ser buenos.
Como siempre, tanto el cine como la televisión representan a la vida misma y este tipo de vínculos, que se hacen llamar amor pero en realidad son obsesión pura, existen. Queda uno, como espectador y consumidor de cine y televisión, pasar por el filtro de la reflexión esos vínculos que vemos en la pantalla y preguntarnos si son ejemplos que deseamos para nuestras vidas o las convertirían en un verdadero calvario.