Cuando The Conjuring (El Conjuro) se estrenó en 2013 nadie imaginó que esta franquicia le daría una nueva vida al género de terror y catapultaría la carrera de James Wan como uno de los productores y directores más reconocidos y atractivos para Hollywood de los últimos años. Y aunque este es un universo que se presta para escribir los varios spin-offs de los que hemos sido testigos (La monja, La maldición de la llorona), Annabelle Comes Home (Annabelle 3: Viene a casa) no tiene vergüenza alguna en ser poco más que una introducción a los que podrían ser nuevos proyectos de la saga.
La secuela desperdicia una interesante premisa para vender el futuro de la franquicia
Tras haber contado su origen y cómo llegó esta muñeca a manos de Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson) en las cintas anteriores, Annabelle Comes Home ve a este personaje encerrado en el cuarto de artefactos de estos investigadores. Como era de esperarse, tras el polémico caso que vimos en El Conjuro 2, la popularidad de los Warren lleva a su hija, Judy Warren (Mckenna Grace), a encontrarse en una situación incómoda con la gente que la rodea. Si bien Lorraine y Ed están acostumbrados al escepticismo de los demás, la pequeña Judy sufre las miradas de confusión y miedo que lo otorgan sus compañeros de escuela. Esto la lleva a formar un vínculo importante con su niñera, Mary Ellen (Madison Iseman), quien sirve como una especie de guía y confidente para la niña. No obstante, Mary Ellen tiene sus propias inseguridades y es su amiga Daniela (Katie Sarife) quien constantemente se aprovecha de esto para meterla en aprietos. Es así que Daniela encuentra su entrada a la casa de los Warren, donde a pesar de todas las advertencias que Judy y Mary Ellen le hacen sobre el cuarto de artefactos, la joven comete el error de liberar a Annabelle de su celda y con ello, a todos los demás espíritus que se encuentran en este lugar.
En papel, la premisa de esta cinta sonaba como el paso más lógico que podía dar la franquicia de Annabelle, y quizá con un mejor guión la tercera parte de esta historia hubiera logrado su cometido de ser la versión de Una noche en el museo (2006) de El Conjuro. Sin embargo, a diferencia de aquella película, Annabelle Comes Home no está en absoluto preocupada por su protagonista ni por la historia que trata de contar. En su lugar, pareciera que los productores de este universo respaldaron la película para probar distintos personajes con la audiencia y así decidir cuál será el siguiente spin-off de la franquicia ahora que las aventuras de Annabelle han terminado.
Y sí, quizá el cine hollywoodense se encuentra en una época donde los grandes estudios buscan desesperadamente su propio MCU por lo redituable del modelo, pero si algo todavía no aprenden los ejecutivos de otras compañías a Kevin Feige y Marvel es que esto debe ocurrir de manera orgánica (y sutilmente para que el espectador no se de cuenta que su bolsillo está siendo explotado durante el proceso). Al ver Annabelle Comes Home –y en específico la escena más larga que ocurre dentro del cuarto de artefactos de los Warren– es inevitable ver las manos del estudio interfiriendo en el proceso creativo de los involucrados. La experiencia de Annabelle Comes Home, en lugar de ser como una visita a una casa embrujada, se torna en una cata de monstruos donde es muy evidente el estudio de mercado que los productores le hacen al espectador (¿qué opinas de este personaje? ¿Te gustaría ver una película sobre él? ¿Es lo suficientemente aterrador para ti?).
Lo más frustrante de la experiencia es que Annabelle Comes Home inicia con el pie derecho, enfocándose en la relación que existe entre las habilidades de Lorraine (Farmiga) –y más adelante también de Judy (Grace)– y el mundo de los espíritus, así como el alto precio que ambas tienen que pagar por ello. La historia del underdog que se reafirma a sí mismo y demuestra su valor es un relato que le gusta a las audiencias y que Annabelle Comes Home trata de explorar con el personaje de Judy, pero antes de que éste pueda tener un impacto emocional en el espectador, el guion toma la ruta fácil y prefiere enfocarse en los jump scares que la casa de los Warren tiene por ofrecer.
Lo anterior es una verdadera lástima considerado que Mckenna Grace es una de las actrices jóvenes más talentosas de su generación (tan sólo basta ver su participación en The Haunting of Hill House para comprobarlo) y que Annabelle Comes Home pudo haber utilizado para convertirla en un personaje igual de memorable que el de Lorraine y Ed Warren (y pensando en términos comerciales, que eventualmente podría continuar la franquicia una vez que Vera Farmiga y Patrick Wilson se cansen de ella). Es importante notar que, incluso cuando parece involuntario, el personaje de Grace termina siendo uno de los mejores de la franquicia de El Conjuro ya que es de los pocos que no toma decisiones inverosímiles todo el tiempo. A pesar de su corta edad, Grace le da un toque de humanidad al conflicto interno de Judy y evita que su personaje se convierta en la caricatura femenina que es muy común en este tipo de cintas. Al igual que en The Haunting of Hill House, Grace se aproxima al terror y al suspenso con cierta dignidad que provoca que la audiencia sienta empatía por el personaje y se preocupe por su destino una vez iniciado el caos en casa de los Warren.
Lo mismo se puede decir del resto de los personajes femeninos de esta entrega, quienes a pesar de ser adolescentes, los motivos por los que cometen ciertos errores tienen una explicación emocional efectiva y lógica. Daniela (Sarife), por ejemplo, podría parecer irritante en un inicio, pero conforme avanza la historia y esta ahonda en su pasado, es fácil entender sus motivaciones y respaldar, como audiencia, las decisiones que toma en el proceso. Por lo mismo, Annabelle Comes Home resulta una experiencia tan accidentada, ya que desperdicia totalmente a sus personajes en artificios que ya hemos visto antes, no solo en el género sino también dentro de la misma franquicia.
Y lo que es un pecado todavía más grande es que el proyecto lleve por nombre Annabelle y la muñeca no aparezca más de quince minutos en todo el filme. Al igual que ocurre con el tema los personajes, el director Gary Dauberman (en su debut en la silla) conoce el material y sabe construir escenas que explotan lo escalofriante que puede llegar a ser esta muñeca, pero por alguna extraña razón, Annabelle termina siendo un personaje secundario en su propio filme.
Aunque es una experiencia más satisfactoria que La maldición de la Llorona (2019) y tiene personajes más inteligentes que cualquiera de los que aparece en La monja (2018), Annabelle Comes Home termina por ser una pobre excusa para traer de nuevo a esta muñeca a la pantalla grande. Llena de sustos fáciles y oportunidades desperdiciadas, Annabelle Comes Home abusa de la comedia y pone a la saga en peligro de extinción al cruzar el límite entre explotar los recursos narrativos que la franquicia ha creado en siete películas y hacer de esta cinta un avance extendido de lo que el universo de El Conjuro tiene en mente para futuras entregas.