Luego de muchos rumores y coqueteos, casi de sorpresa, el 28de diciembre amanecimos con Bandersnatch, lo que creímos que sería un film con el sello de Black Mirror. Lo cierto es que la serie de Charlie Brooker venía de una última temporada no del todo exitosa, acusada por la crítica de repetir recursos y de transformarse en predecible.
Para romper con todo lo imaginado, Bandersnatch nos plantea la historia de un joven, Stefan, en la década de los 80 que sueña con crear su propio videojuego, basado en un libro al mejor estilo “Elige tu propia aventura“, titulado Bandersnatch. Y acá la sorpresa: nosotros mismos estaremos inmersos en una experiencia interactiva como nunca lo creímos posible en la televisión, eligiendo por Stefan en múltiples oportunidades y alternando su camino.
Decididamente Bandersnatch es la prueba de fuego para una nueva forma de ver y vivir la televisión. ¿Se imaginan los seriéfilos si a partir de ahora pudiéramos elegir en todas nuestras series lo que queremos que hagan o dejen de hacer nuestros personajes preferidos? ¿Cuántos personajes no hubieran muerto de forma estúpida en series como The Walking Dead? ¿Jon y Daenerys terminarían juntos? Netflix y Black Mirror plantean un nuevo universo que será difícil de igualar.
La experiencia es maravillosa y enloquecedora: terminamos encerrados en un loop oscuro, porque después de todo estamos viendo Black Mirror, con un personaje que empieza a revelarse segundo tras segundo, mientras descubre que está siendo manipulado por alguien más: nosotros.
La historia, por supuesto, tiene todos los condimentos que Charlie Brooker ya ha desparramado como su marca personal: tecnología, perversión, conspiraciones, easter eggs a sus otros episodios y un final obligatoriamente dramático. No hay forma de salir. Por más que intentemos una y otra vez, que cambiemos nuestras opciones, que volvamos a empezar, Black Mirror nunca tendrá un final feliz. Así y todo, si somos obsesivos, lo intentaremos. Volveremos una y otra vez a puntos claves de la historia para tomar el otro camino, descubrir qué cambia, qué mejora, qué no.
Bandersnatch se transforma en una suerte de episodio con un metalenguaje que nos sepulta en su núcleo. El evento televisivo de Black Mirror encuentra el camino para hablar de sí mismo y regodearse y hacernos sentir en carne viva lo que estamos experimentando. Somos tan protagonistas como Stefan, que nos cuestiona y nos pide una señal acerca de qué es lo que queremos lograr.
De más casi está aclarar que la cinematografía es exquisita. Todo funciona: los actores, la estética ochentosa, los diálogos, la música, los colores. Todo está maravillosamente medido para hacerte sentir cada vez más inmerso en una historia que, esta vez, te asfixiará como si fueras el protagonista.
¿Estamos ante la nueva forma de ver televisión? ¿Es este el camino a seguir por otros shows? Black Mirror vuelve a sentar las bases de la innovación, ¿habrá quién se anime a replicarla?