Blonde de Andrew Dominik juega entre la pesadilla y la vida real de Marilyn Monroe
. Luis Toriz.
El 4 de Agosto de 1962 una estrella del fulgor más grande que haya existido en el firmamento cinematográfico se apagó a la edad de 36 años. Norma Jean, también conocida como Marilyn Monroe, fue una persona que llegó a ser actriz, nunca mujer y tampoco madre. También se quedó con las ganas de ser hija, pues siempre vivió en orfanatos a raíz de un padre ausente y una madre con esquizofrenia.
Hace un tiempo escribí sobre el documental The Mistery of Marilyn Monroe: The Unheard Tapes de Netflix, en el cual, por medio de 650 cintas grabadas y 1000 personas entrevistadas, Anthony Summers trata de llegar al fondo de un misterio que ha oscurecido las páginas de la historia de Hollywood y la política norteamericana.
Ahora también se estrenó en Netflix la película Blonde de Andrew Dominik, bajo la producción de Plan B, casa productora de Brad Pitt, una historia basada en la novela homónima de Joyce Carrol Oates, una crónica ficticia de la vida íntima y profesional de Marilyn Monroe.
La cinta ha levantado polémica por el tratamiento de Dominik a la figura de Marilyn. Él retoma las coordenadas de algunos pasajes personales y profesionales de la actriz que Joyce Carrol escribió en su ficción. De este modo, tenemos una adaptación muy libre de una idea de lo que pudo haber sido la vida de Norma Jean. Al no ser biográfica o ser una biografía ficticia, el personaje puede tomar la forma que la misma escritora desea, así mismo con el director y guionista, siendo el mismo Dominik.
El resultado es una superlativa desgracia en la vida de Monroe, con escenas preciosistas que trastocan lo malickiano en su forma más rupestre, pero grandilocuentemente dramática, lo cual nos lleva al más oscuro retrato de una mujer que siempre se avergonzó de su alter ego artístico. La historia de Blonde retoma a modo de pasarela imagológica algunas fotos emblemáticas de la artista vistas por muchos y significativos momentos íntimos que se volvieron públicos para construir su relato: todo lo que vemos es parte de la imaginación de una escritora y un director que juegan a construir a un personaje más del personaje que nunca conocimos del todo y que toda una industria destruyó.
Dominik se decanta por imágenes que oscilan entre lo onírico y la realidad, la pesadilla mezclada con la vida cotidiana de Marilyn o de Norma, ambas ya deconstruidas para dibujar a la que el morbo de la gente quiere ver y darle forma a su desgracia que al final de sus días tomó por sorpresa a la socialité de los años sesenta con su muerte. El director demuestra una pericia direccional tremenda y capacidad de guion, pero se pierde en los detalles estilísticos y abandona cubrir los pormenores de la vida personal del propio personaje que construyó para esta historia. ¿Lo anterior está mal? No: Dominik y Carrol pueden armar y desarmar a su propio Frankenstein dramático, pero no se dan cuenta de la revictimización que ocasionan a la imagen de una persona que ya no existe para poder aclarar sus puntos vivenciales más oscuros.
Al final, Blonde es una ficción armada desde una supuesta realidad que bien pudo trastocar la desgracia personal, como todos queremos suponer, porque al público nos encanta el drama y los finales felices; pero este cuento no tiene un punto definitivo del cual podamos sentirnos satisfechos y sí un drama exagerado que nunca sabremos si fue verdad.