Jordan Peele escribe y produce el reboot / secuela de la legendaria película de horror de culto de la década de 1990 basada en el cuento de Clive Barker: Candyman. La cinta está dirigida por una de las nuevas promesas del cine, la afroamericana Nia Da Costa (The woods, Eternals) y con Yahya Abdul-Mateen II (Us, Aquaman) y Teyonah Parris (Wandavision), en los papeles estelares.
Ubicada en el tiempo presente, tres décadas después de los sucesos en las Torres Cabrini, ahora el barrio es una zona en auge llena de lofts y de tiendas que se vuelve ideal para que artistas emergentes como Anthony McCoy (Anbul-Mateen) pongan ahí sus estudios.
McCoy trata de encontrar inspiración y busca en los restos del antiguo barrio y con los habitantes locales historias que le ayuden a conectar con el pasado con la esperanza de encontrar inspiración para nuevas obras. Es así como se entera del mito de Candyman, el cual utiliza para hacer pinturas e instalaciones basándose en sus historias. Sin embargo, traer de nuevo la imagen del asesino del gancho, a la mente moderna lentamente irá reviviendo al ser que aterrorizó el suburbio tiempo atrás.
La primera versión de Candyman estrenada en 1992 dirigida por Bernard Rose y musicalizada bellamente por Phillip Glass es una pieza muy respetada por todos los aficionados del cine de terror. A pesar de todos sus errores, al final la historia de amor entre Virginia Madsen y Tony Todd tenía el suficiente corazón y equilibraba muy bien los grandes momentos slasher con un romance que cerraba con la hermosa canción Helen’s Theme.
Sin embargo, para esta versión Peele cambia el enfoque de la original para convertirla en un manifiesto político racial en la que Candyman es solo un reflejo de los abusos que han sufrido las personas de color durante años. Aunque ese tema es recurrente en los trabajos de Jordan Peele, volver a insistir en él lo hace parecer repetitivo y muy superficial, despojándolo de toda la profundidad espiritual que le había dado Clive Barker.
Visualmente, DaCosta impone su propio estilo, uno muy estilizado, muy adecuado para los artistas de Chicago y, en momentos, logra crear las atmósferas adecuadas para la introducción de Candyman.
Pero...
El guion escrito por la propia DaCosta y Peele abunda en el discurso regañon tipo Black Lives Matter dejando de lado la historia acerca del origen del Candyman y cómo está tratando de regresar a una nueva generación. Al volverse tan repetitivo en el tema racial va dejando de lado la historia del monstruo que cuando parece que la va a retomar en serio es cuando aparece la parrilla de créditos.
Por el lado del terror, los fans de hueso colorado del género slasher tendrán que esperar mucho rato, ya que son muy pocas las secuencias sangrientas. A pesar de que hay varios elementos que rinden tributo a la original, como los cameos, Da Costa se pierde entre una moraleja social y comete el mismo error que hay en las otras películas de Jordan Peele en las que la balanza se inclina hacia la moraleja dejando el terror a un lado.
En resumen
La versión moderna de Candyman es un homenaje a la cinta original de 1992 combinada con crítica social, tema recurrente en la obra de Jordan Peele, y aunque tiene muchos elementos estilísticos aportados por la directora Da Costa, en el fondo pierde la esencia de la historia de Clive Barker y se impregna tanto de los discursos de Peele que el resultado es una película de terror ambiental a veces insípida, a veces aburrida y repetitiva de la que solo se rescata la secuencia final.
Una lástima.