#Cannes2024 - Anora es La Cenicienta en tiempos capitalistas - Spoiler Time

#Cannes2024 – Anora es La Cenicienta en tiempos capitalistas

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Sean Baker ganó la Palma de Oro por este intrigante film.

Sean Baker conoce el festival de Cannes más íntimamente que muchos otros directores. Cuando era un director en ascenso en 2017 estrenó su aclamada película Proyecto Florida en la sección Director’s Fortnight, y tan solo unos años después en 2021 formó parte de la competencia oficial por primera vez con Red Rocket.

Este año volvió a la riviera francesa para presentar su nueva película titulada Anora, y al terminar el festival fue el estadounidense quien levantó la tan codiciada Palma de Oro otorgada por el jurado que fue presidido por la aclamada directora, y compatriota de Baker, Greta Gerwig.

Para Sean Baker, resulta que la tercera sí fue la vencida.

Es fácil pretender que todos estamos por encima de desear un final digno de un cuento de hadas, de soñar con un príncipe de Disney que llegue a nuestras vidas a resolver todos nuestros problemas. El mundo en el que vivimos y su dura realidad no nos permiten fantasear sobre un futuro de ensueño, y muchos se enorgullecen de ser realistas a toda costa, de ser lo suficientemente duros para soportar la ardua rutina del día a día. Este es el caso de Annie (Mikey Madison), una bailarina exótica en la ciudad de Nueva York que se gana la vida vendiendo la fantasía del deseo a hombres solitarios en medio de un club de striptease color neón.

Annie y sus compañeras son expertas en decir lo que estos hombres quieren escuchar, dulcificando sus voces mientras bailan en sus regazos y les prometen que “sí, eres diferente a todos los demás, eres especial.”

Sin embargo, todo cambia de la noche a la mañana cuando conoce a Ivan (Mark Eidelstein), el joven, guapo y carismático hijo de un par de oligarcas rusos que se enamora perdidamente de ella y le ofrece no menos de 15,000 dólares para que sea su novia.

Ivan le da a Annie una muestra de un estilo de vida que ella nunca imaginó llegar a tener llena de mansiones, autos deportivos, las mejores drogas, el mejor alcohol, y todos los excesos habidos y por haber de los que disfrutan sin alguna preocupación. Todo esto culmina en un impulsivo viaje a Las Vegas, donde su determinación de permanecer cautelosa ante las múltiples promesas que le da el ruso finalmente se quiebra y acepta plenamente todas las dulces palabras que su amante no puede dejar de decir. Palabras que suele decir cuando está bajo la influencia de múltiples sustancias de dudosa procedencia.

Annie no se detiene a pensar en cómo ella misma es una experta en vender falsas esperanzas, en deslumbrar a sus clientes con su propia belleza para que accedan a todo lo que les pide. Como a tantas mujeres antes que ella, tanto en el cine como en la vida real, las luces de Las Vegas lograron su cometido, y la convencieron de que la suerte y los sueños son accesibles para cualquiera.

No obstante, pronto se hace evidente que Ivan no es ningún Richard Gere y Annie definitivamente no es Julia Roberts, y la ilusión que Annie creó en torno a su futuro se hace añicos tan fácilmente como la lujosa mesa de cristal contra la que patea a un guardaespaldas armenio. Lo que empieza como Mujer Bonita (1990) termina convirtiéndose en algo mucho más parecido a Diamantes en Bruto (2019).

Aunque la premisa de Anora puede sonar predecible, no sería una película de Sean Baker si no fuera sorprendentemente honesta sobre todo lo que busca retratar.

Mikey Madison brilla en el papel principal, transmitiendo la determinación de Annie de forma tan efectiva como su vulnerabilidad, y siempre con una dignidad inquebrantable que demuestra cuán comprometidos estaban Sean Baker y la propia Mikey a siempre retratar a las trabajadoras sexuales con el respeto que todas merecen. Puede que Annie sea una stripper, pero tengan por seguro que ella nunca se avergüenza de su profesión y nunca se convierte en una damisela en apuros.

Su disposición a creer en las promesas de Ivan tienen menos que ver con un deseo de ser “salvada” y más con el anhelo que todos sentimos de ser amados por alguien más. De creernos dignos de recibir el amor incondicional que a Hollywood tanto le gusta vender.

Pero por más que las películas intenten convencernos de lo contrario, encontrar un hombre millonario con intenciones puras, que esté dispuesto a llevarnos lejos de nuestra realidad y adorarnos por toda la eternidad es tan probable como ganar la lotería. Y conlleva la misma cantidad de estipulaciones.

Llega un punto en la película en donde Annie y los guardaespaldas enviados por los padres de Ivan lo buscan desesperadamente por todo Nueva York, y es en este momento en el cual Annie llega a la difícil conclusión de que tiene mucho más en común con esos hombres desconocidos de lo que alguna vez tuvo con Ivan. Todos son de clase trabajadora, todos dependen del dinero de la familia de Ivan, y de una forma u otra todos están siendo usados para cumplir los caprichos de los más privilegiados.

Por esto es que el uso en el tráiler de la película de la canción Dreaming interpretada por Blondie es tan brillante, la voz llena de esperanza de Debbie Harry revela el deseo desenfrenado de creer que todos nuestros sueños se pueden hacer realidad incluso cuando, racionalmente, sabemos lo improbable que es que eso suceda.

“Imagina algo propio, algo que puedas tener y conservar, construiría una carretera de oro solo para poder soñar, soñar es gratis.”

Video
https://www.youtube.com/watch?v=GuPkfvxmtdw

Por más optimista que Anora pueda llegar a ser, y en varias ocasiones no lo es en lo absoluto, en esencia es una advertencia sobre cómo, cuando nos encontramos en una situación en la que necesitamos ayuda, debemos dar por seguro que no encontraremos ningún tipo de apoyo entre los ricos. Ser un “traidor de clase” es tentador cuando te sientes cerca de alcanzar el pico de la montaña, pero es mucho más fácil caer en el intento que llegar a la meta.

Mientras los castillos de humo que Annie creó en su mente se desmoronan uno por uno, son los empleados de Ivan los que son capaces de sentir empatía por la situación en la que se encuentra, acostumbrados a lo que significa ser herramientas que la élite usa hasta que son descartados sin una pizca de remordimiento de su parte.

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