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#Cannes2024 – Bird es un coming-of-age que hace llorar hasta al más desalmado

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Un Franz Rogowski para el deleite.

La primera película dentro de la competencia oficial del Festival de Cannes que me hizo llorar unas lágrimas que no pararon incluso después de que los créditos comenzaran a rodar.

Bird, de la directora inglesa Andrea Arnold, es un coming-of-age acerca de una niña de 12 años llamada Bailey (Nykiya Adams) que reside en una vivienda ocupada con su hermano de 14 años y su padre mejor conocido como Bug (Barry Keoghan), un hombre que sin duda es demasiado joven para tener dos hijos en la cúspide de la adolescencia considerando que él apenas podría considerarse como un adulto.

Al estilo típico de Arnold, Bailey está inconforme con las circunstancias de su vida, enojada por la noticia del repentino compromiso de su padre y la preocupación constante que la atormenta debido al novio abusivo de su madre ausente, un hombre violento y bueno para nada que además vive en la misma casa que sus tres hermanos menores.

Pero todo esto cambia después de un encuentro fatídico con un excéntrico hombre que se hace llamar Bird (Franz Rogowski), y que rápidamente se convierte en un misterio que Bailey no descansará hasta resolver comenzando por ayudarlo a encontrar a sus padres que lo abandonaron hace muchos años.

Franz Rogowski interpreta al “pájaro” titular en más de un sentido, encarnando perfectamente a un personaje que demuestra que, si bien un niño abandonado nunca deja de ser ese niño, es posible que se conviertan en el adulto que les hubiera gustado tener en su vida durante su propia infancia.

El actor alemán no es ningún principiante dentro del mundo del cine, pero bajo la dirección de Arnold realmente demuestra por qué es uno de los actores más solicitados y más versátiles trabajando hoy en día. Rogowski ilumina cada escena en la que aparece, y su mera presencia es tan magnética que es suficiente para justificar un momento de la película en el que Arnold nos sumerge inesperadamente dentro del realismo mágico.

En Bird vemos a una Andrea Arnold que no solo es sincera sino también enternecedora, guiándonos a través de la terrible realidad de Bailey en la que aún así logra encontrar amor, ternura y compasión en lugares donde la mayoría de las personas ni siquiera pensarían en mirar.

La existencia de Bailey está llena de incertidumbre. Su papá no encuentra un trabajo estable, prefiriendo experimentar con diversos emprendimientos entre los que está intentar extraer una sustancia psicodélica de un sapo exótico para venderla (sí, lo digo en serio), su hermano está involucrado en un romance prohibido con una niña incluso más joven que él cuyos padres desaprueban de su relación, y nunca sabe en qué estado encontrará al resto de su familia cada que se atreve a visitarlos.

No obstante, Arnold está determinada a no concentrarse en lo negativo, a no enfocarse únicamente en la miseria que otros directores parecen felices de capturar cada que deciden contar una historia sobre aquellos sectores demográficos menos privilegiados. Lo que la diferencia de otros directores es cómo siempre parte desde la empatía al momento de escribir a sus personajes, respetando su dignidad incluso cuando las condiciones en las que se encuentran son radicalmente diferentes a lo que uno imagina cuando piensa en una vida normal.

Aunque Bug está lejos de ser un padre perfecto, es evidente que intenta darle lo mejor a sus hijos de la única forma que sabe cómo, puede que en la mayoría de las ocasiones no sea capaz de lograrlo, pero en aquellas que sí podemos vislumbrar el verdadero amor que siente hacia esos niños que son tan solo unos años más jóvenes que él.

Puede que Bailey haya tenido que crecer más rápido de lo que cualquier niña de su edad debería, pero en vez de dejar que eso quiebre su espíritu decide encontrar el lado positivo en todo lo que el destino le otorgó, y de paso ayudar a que sus hermanos no tengan que enfrentar la adversidad que ella no tuvo la opción de evitar.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=JXn694Of4d8

A lo largo de la película Andrea nos invita a no dejarnos llevar por las primeras impresiones, y en una de las escenas más conmovedoras vemos cómo Bailey encuentra consuelo en la joven prometida de Bug que ella estaba tan convencida que debía odiar. Un recordatorio más de que en la vida real no hay héroes ni villanos, sino seres humanos llenos de defectos que la mayoría de las veces están haciendo lo mejor que pueden con las herramientas que tienen.

“Todo va a estar bien” dice Bird cerca del final de la película, y mientras vemos a Bug torpemente dando una serenata a su prometida con la canción The Universal de Blur, te sientes convencido de creerle.

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