El tercer capítulo de la serie, aunque mete otro ritmo, no decepciona sino que nos mete dentro de la piel de los personajes ya que nos presenta una nueva perspectiva. En los 2 anteriores pudimos ver los segundos, los minutos y las horas posteriores a la tragedia desde el punto de vista de un grupo de hombres que se enfrentan a algo más grande que ellos y que tratan de diversas formas de acabar con él: una batalla entre el hombre y la bestia, cada uno desde su trinchera; el científico usando la ciencia y el político usando todos los recursos que Rusia a puesto a su disposición con el fin de poder apagar el fuego que amenaza con detonar una tragedia mayor.
El nuevo episodio hizo foco en el drama de la fragilidad humana
Si bien seguimos viendo los intentos desesperados por reducir la temperatura del reactor, todo se desenvuelve de otra manera, con una mirada más íntima al recibir el foco del hospital, lugar donde veremos los efectos de la radiación en el cuerpo humano.
Vemos cómo los técnicos que estuvieron presentes en la planta en el momento de la explosión sufren en su propio cuerpo, los efectos letales de la contaminación radioactiva: lo que antes eran cuerpos humanos, personas normales son sueños, familias y con un futuro por delante, ahora son una especie de zombies sin pelo y con piel transparente esperando la hora de su muerte. Ninguno de ellos, por su condición, puede recibir visitas, y tienen que permanecer encerrados dentro de un cuarto de plástico mientras sus cuerpos se van desgastando hasta derretirse.
Una vez más ese cuadro de horror pintado en los primeros dos episodios pero ahora en la piel de los protagonistas del capítulo.
La mayoría de los personajes que participan en este episodio saben que van a morir por la radiación, pero la pregunta es cuándo. El dilema de responder esa pregunta y dedicarse de lleno a los últimos minutos de la existencia: por un lado están los que quieren cumplir sus promesas, los que quieren encontrar redención de sus faltas, y por el otro los que quieren pasar los últimos momentos con las personas que aman.
Mientras se trata de evitar que siga creciendo la emisión radiactiva y afecte a más inocentes; un grupo de mineros son contratados para lograr enfriar el núcleo, cavando por debajo. Incluso ellos reconocen que lo que hacen más que un trabajo es un sacrificio que tienen que hacer por su patria.
En vez de centrarnos en las calles desoladas de Priyat, los restos del reactor de Chernobyl o los efectos de la explosión a gran escala, ahora vemos los efectos en las personas, en las relaciones, los efectos en la fragilidad humana.
Un capítulo igualmente emotivo y desconsolador, que aunque impone otro ritmo en la miniserie, nos prepara para los últimos 2 episodios. Chernobyl es un reflejo de nuestra ambición, nuestra fragilidad y cómo se destruyen entre sí.
