Cine, televisión y abogacía, la fórmula del éxito - Spoiler Time
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Cine, televisión y abogacía, la fórmula del éxito

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Un buen abogado puede ser algo así como un superhéroe capaz de hacer justicia o un villano capaz de doblegarla bajo sus intenciones.

No cabe ninguna duda de que dentro de la industria audiovisual las series y películas que centran sus tramas en historias relacionadas con el sistema de justicia son un éxito. Pruebas hay miles, ya que nunca dejan de estrenarse producciones de este estilo y la gente sigue disfrutándolas como si fuera la primera vez.

La abogacía, los juicios y todo el proceso judicial es una de las grandes inspiraciones del cine y la televisión desde hace mucho tiempo y es por eso que se merecía que repasemos su historia.

Es difícil apuntar exactamente cuál fue la primera película que centró su trama en una historia relacionada con la abogacía y el sistema judicial, pero muchos parecen coincidir en que, quizás, la primera que lo hizo de una manera interesante y que reflejaba de forma realista este trabajo fue Witness for the Prosecution, dirigida por Billy Wilder y estrenada en 1957.

Witness for the Prosecution está basada en la obra de Agatha Christie, que cuenta la historia de un abogado defensor (en el filme interpretado por Charles Laughton) que debe defender a un hombre acusado de asesinato. Las piedras fundamentales de la trama son la estrategia legal que utiliza este abogado y el desarrollo en sí del juicio.

En 1957 también, para adentrarnos aún más en el terreno del sistema judicial, también se estrenó otro filme que hoy en día se considera un clásico dentro de los dramas legales: me refiero, claro, a 12 Angry Men, la película dirigida por Sidney Lumet que nos muestra las idas y venidas de los jurados de un juicio para deliberar si un joven acusado de asesinato es inocente o no.

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https://www.youtube.com/watch?v=TEN-2uTi2c0

Por supuesto, hay muchísimas películas más que se han enfocado en las cuestiones de la abogacía y el sistema de justicia. Este tipo de filmes sirven no solo para explorar aspectos de la legalidad que quizás no son parte de nuestro día, sino que también pueden funcionar muy bien para encender debates que la sociedad se debe a sí misma, como qué sucede con las condenas a muerte, la reinserción de prisioneros, la corrupción, etc.

Un ejemplo de un filme que ha sabido mezclar una trama judicial con un muy necesario debate social es el ya clásico To Kill a Mockingbird. La película, estrenada en 1962 y basada en la novela de Harper Lee, nos cuenta la historia de Atticus Finch, un abogado de Alabama en la década de los 30 que decide defender a un hombre negro acusado de asesinato. La discriminación racial es un punto clave en esta obra, siendo vista a través de la mirada de la hija de Atticus Finch, Scout, que es quien cuenta la historia.

En las últimas décadas los filmes relacionados con la abogacía y la justicia no han escaseado tampoco ni han bajado el nivel. Cabe destacar, por ejemplo, la película protagonizada por Julia Roberts, Erin Brockovich, estrenada en el 2000 y que le valió a la actriz un premio de la Academia. En Erin Brockovick, Roberts interpreta a una asistente legal que emprende una ardua lucha para responsabilizar a una gran empresa por contaminar el agua potable de una pequeña comunidad.

Un clásico también dentro de este género es Primal Fear, de 1996, quizás uno de los filmes más tensionantes y con más giros magistrales dentro de la trama de los últimos veinte años. En esta película de Gregory Hoblit, Richard Gere interpreta a un abogado defensor a cargo del caso de un joven (interpretado por Edward Norton) acusado de asesinato. Las actuaciones son soberbias y la historia sorprende a cada paso.

Y la lista sigue: tenemos también, más acá en el tiempo, películas como Marshall, que cuentan la historia de Thurgood Marshall (interpretado por Chadwick Boseman), el primer hombre negro en formar parte de la Corte Suprema de los Estados Unidos, o Dark Waters, que dialoga en cierta forma con Erin Btockovich, ya que también muestra un caso de contaminación de aguas y la lucha de un abogado por demostrarlo.

En televisión, uno de los ejemplos más longevos de series relacionadas con la abogacía y el sistema de justicia es Perry Mason. Estrenada en 1966 y protagonizada por Raymond Burr, Perry Mason cuenta la historia de este abogado defensor (quien le da el título a la serie) quien, episodio tras episodio, trabaja en diferentes casos.

El éxito de Perry Mason y su condición de clásico innegable le facilitaron a la serie la posibilidad de renacer de sus cenizas: en junio del 2020 la historia se reinició con Matthew Rhys en la piel del abogado, esta vez con un ton un tanto más oscuro que en la original.

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https://www.youtube.com/watch?v=l1L7z44GZHs

Sin embargo, las series de abogados tampoco son algo que escasea. Basta hacer un poquito de zapping para cruzarse con los clásicos más actuales, como Law & Order (que, además, dio a luz una gran cantidad de spin-offs, algunos de ellos aún más exitosos que la serie original), The Good Wife o Suits. Hasta en una serie como Breaking Bad la figura del abogado se volvió tan importante que se ganó su propia serie: me refiero, claro, a Better Call Saul, el show centrado en Jimmy McGill, el personaje interpretado por Bob Odenkirk, y su recorrido hasta convertirse en Saul Goodman.

¿Por qué nos atraen tanto las historias de abogados? Quizás, como mencioné anteriormente, porque nos permiten iniciar debates que necesitamos tener. Tal vez por su complejidad o porque, seguramente, la mayoría de nosotros no tenemos ninguna experiencia cercana con cuestiones judiciales. Y también, probablemente, por dentro de un plano realista, un abogado, un buen abogado, puede ser algo así como un superhéroe capaz de hacer justicia o un villano capaz de doblegarla bajo sus intenciones.

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