C’mon C’mon, una historia que llenará tu alma y tu corazón de todos los colores - Spoiler Time

C’mon C’mon, una historia que llenará tu alma y tu corazón de todos los colores

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Con unos Joaquin Phoenix y Woody Norman excelentes, C'mon C'mon se vuelve una película especial. La opinión de Brau García.

A veces la vida puede ser en blanco y negro, y cuando se trata del cine, ese retrato puede darnos una experiencia de todos los colores. C’mon C’mon es una de esas historias que, a pesar de su tema específico, parece que trata de todo.

Mike Mills estaba deprimido. Después de su último largometraje, 20th Century Women, parecía que el director no tenía un rumbo en la vida. Perdido y atravesando “una lucha extraña”, como admitió para The Hollywood Reporter, la respuesta que buscaba el cineasta estaba frente a él: ser padre, observar a su hijo. Aunque la experiencia, como explicó, aumentó su comprensión del mundo, todavía faltaban piezas para aterrizar lo que sería su más reciente filme. Fue mientras miraba una y otra vez la película Alice in the Cities dirigida por Wim Wenders de 1974 que se encontró con la inspiración final que le permitiría explorar la crianza de los hijos, pero también las altas y bajas de la vida. Y así tomó forma su cinta más reciente, C’mon C’mon.

Crédito: A24

Johnny (Joaquin Phoenix), es un periodista de radio que entrevista a niños sobre su visión y percepción del futuro. Cuando Viv (Gaby Hoffman), la hermana de Johnny, intenta ayudar a controlar la crisis de salud mental de su esposo, ella le confía a su hijo de 9 años, Jesse (Woody Norman). Durante las dos semanas que están juntos tío y sobrino viajan a diferentes ciudades para que Johnny pueda seguir entrevistando a niños.

La película es solo el cuarto largometraje de Mills, cuya carrera consiste en proyectos independientes profundamente personales y reflexivos sobre la vida, sobre diferentes miembros de la familia. En cada una de sus cintas, el director comparte una parte de sí mismo y captura una vida plenamente vívida a través de un collage de historia y futuro. Su estilo es único por la habilidad de presentar personas que sentimos que conocemos, y con las que parece que hemos compartido una vida después de estar con ellos solo por dos horas. Salir de ver C’mon C’mon es igual a experimentar, por un lado, tanto su filme más personal como el más ambicioso.

Lo que se desarrolla frente al espectador es una historia sobre ver más allá de nuestra burbuja: seres humanos que intentan entenderse entre sí; cómo los niños están más abiertos al mundo y a diferentes perspectivas, y mientras crecemos nos cerramos poco a poco. Es una historia que trata sobre cómo los niños heredarán una Tierra que está en peores condiciones de las que la encontraron los adultos. Una película sobre aprender a escuchar, sobre planificar el futuro solo para darse cuenta de que “nada sale como lo que tienes planeado”, como menciona Jesse en un diálogo. La niñez y la vida como un todo.

El espectador ajeno a emociones empalagosas o demasiado sentimentales podría descartar esta cinta. Sin embargo, Mike Mills hace más que presentar una historia sencilla que involucra lazos familiares: también explora un proceso creativo al incluir entrevistas reales con el trabajo de Johnny. En ellas se reflexiona sobre el mundo; los pensamientos más cotidianos se colocan desde otra perspectiva. Johnny hace algo que rara vez hacen los adultos: escucha las opiniones de los niños, se compromete con ellas. Vemos al desorganizado personaje de Joaquin Phoenix escuchar en soledad las entrevistas más tarde.

Crédito: A24

Nunca observamos como tal un “producto” terminado de las entrevistas. Sin embargo, el trabajo por sí solo nos habla sobre el poder de capturar la vida en audio o video. El mensaje se repite cuando Johnny lee un ensayo de Kristen Johnson, que habla sobre que grabar a alguien lo inmortaliza. Jesse, que se niega a ser entrevistado, aprende sobre el proceso creativo de Johnny, se interesa en su trabajo y lo vemos caminar por las playas de Los Ángeles con el equipo de audio de su tío. A través de un micrófono y unos audífonos experimenta el mundo a través de un sentido acentuado. Se podría decir que si nos centráramos en el sonido para experimentar el mundo apreciaríamos mejor la importancia de éste en la vida cotidiana.

Como pieza artística, C’mon C’mon es una mezcla hermosa de elementos narrativos, documentales, lecturas de literatura y ensayos conmovedores. Mike Mills decide filmar en blanco y negro capturado por el director de fotografía Robbie Ryan. Extrae la humanidad y temas cotidianos inmortalizándolos en monocromo, lo que, extrañamente, hace que se sienta más realista. Cuando Johnny y Jesse juegan a las luchas ríen, discuten y se frustran entre sí; la falta de color hace que sus escenas parezcan un paréntesis en el tiempo.

El arte a través del montaje es, sin duda, un elemento de mucho poder. Mills y la editora, Jennifer Vecchiarello, estructuran la película en un ensamblaje que recuerda al impresionismo que en su narrativa incluye todas las obras artísticas complementarias –como libros, poemas y ensayos–, como es el caso de Mothers de Jacqeline Rose. La editora subraya la palabra y el conflicto de los personajes con el montaje. En un momento, después de que Jesse pregunta a Johnny por qué no tiene hijos o está casado, él confiesa que extraña a su ex pareja. Lo siguiente que vemos es una escena del tráfico de Los Ángeles; los autos avanzan lento, sin flujo constante, como la vida de Johnny. La magia del montaje se siente afectuoso y doloso en formas, más bien, conmovedoras.

Resulta complejo aterrizar los temas que aborda la cinta, parece que Mike Mills pensó en todo. Su película explora el bizarro fenómeno de cómo comenzamos siendo niños, pero en algún momento de la transición a la edad adulta olvidamos cómo solía funcionar nuestra mente: la atención que anhelábamos, la curiosidad, los pensamientos y sueños aleatorios. Más de una vez, Johnny experimenta el temido momento al que se enfrentan la mayoría de padres al perder a Jesse. Johnny entra en pánico y, después de descubrir que todo era una broma por parte de su sobrino, pierde los estribos.

Crédito: A24

A partir de experiencias personales específicas, Mills crea una atmósfera vívida. Ningún momento se siente artificial o falso; los personajes parecen conocerse desde siempre. Joaquin Phoenix y Woody Norman están atrapados en la vida de sus personajes: una encarnación completa, muestra del naturalismo de sus interpretaciones.

Mills comparte una colección de reflexiones a lo largo de la historia. Si algunas parecen lecciones de vida obvias –lejos de ser reveladoras–, entonces quizá Johnny represente cómo podemos volvernos complacientes o de mente limitada en nuestro viaje por la vida. Olvidamos las cosas que importan, las lecciones de vida que ya aprendimos. Vale entonces recordarlas, regresar a ellas para avanzar y seguir adelante.

Nunca será suficiente mencionar el gran logro en fotografía y audio: capturan y preservan los momentos que, tristemente, nuestra memoria pronto reemplazará con algo que, en retrospectiva, puede resultar insignificante en comparación. Pero es también el poder –y tristeza– de la memoria que se menciona. En este sentido, pareciera que la película funciona para recordar quiénes fuimos y quiénes aspiramos ser.

C’mon C’mon es, sin ninguna duda, una película especial. Evita los sermones, nos sitúa entre las relaciones humanas. Se siente como la vida real capturada en fílmico, con toda la sinceridad, vulnerabilidad e incertidumbre que ofrece una perspectiva infantil. Aunque la historia puede sonar familiar, el tratamiento de Mills la convierte en otra de sus inolvidables y conmovedoras obras de arte.

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