Crack: Cocaine, Corruption & Conspiracy

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La mirada sobre la crisis del crack es efímera y repetitiva, como el consumo del estupefaciente

Hace 2 años
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El crack, el desperdicio de la cocaína, tiene tres características muy marcadas: su dosis es pequeña, su consumo es repetitivo por su alto porcentaje de adicción y su efecto es tan inmediato como poco duradero. El nuevo documental de Netflix titulado Crack: Cocaine, Corruption & Conspiracy parece hacer homenaje a esas características ya que en menos de 90 minutos cuenta infinidad de situaciones que, si bien cuajan, están abarrotados, de manera un poco superficial, por el veterano documentalista Stanley Nelson sobre la epidemia de crack en Estados Unidos en la década de 1980.

Separada en 8 capítulos, el documental comienza con algunos fragmentos de escenas de archivo. Los discursos del presidente Ronald Reagan y partes de la gran película Wall Street (1987) dejan muy en claro que este será un documento más político-económico que socioeconómico y hasta personal, aunque durante el camino del mismo se haga hincapié en lo contrario. Los entrevistados, en su mayoría consumidores y ex comerciantes del estupefaciente, explican que el crack, una variante más barata y potente de la cocaína, ofrecía a los jóvenes indigentes un plan para enriquecerse rápidamente. De repente, la droga estuvo más disponible que nunca en los Estados Unidos en los años 80, lo que la película relaciona con la CIA y sus turbios tratos con Irán y el movimiento Contra, una guerrilla nicaragüense financiada por el país del norte de América que intentó acabar con el gobierno revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

En los momentos más fuertes de la película, los antiguos vendedores, usuarios, periodistas y académicos hacen hincapié en cerrar la idea principal: este mirar al costado de las autoridades estadounidenses tenían como propósito aniquilar a las personas de color. Y allí comienza el problema de Crack: Cocaine, Corruption & Conspiracy. Todo recae sobre las espaldas de los gobiernos que se sucedieron desde Reagan para adelante; todo es un tema racial. Pero, ¿no habría sido más interesante dejar de lado ello y pensar por qué el consumidor consume más allá de una responsabilidad de las autoridades? Hay que entender a la sociedad americana: el self made man es un lema intrínseco de los norteamericanos, uno hace a conciencia, y si no es así, paga las consecuencias. Lo llevan en la sangre.

En eso ningún documental se detiene: detrás de los actos de los hombres hay una persona que decide, que no es obligada. El caso de una de las mujeres entrevistadas es clásico: perdió a sus hijos por culpa del consumo, lo sabía en su momento, no hizo nada por salir de ese embrollo sola, pedía ayuda estatal. Llega un punto que los aparatos gubernamentales deben decidir qué hacer y no se puede hacer frente a todos los dilemas de uno y cada uno de los habitantes. Eso debe quedar en claro en algún momento.

Stanley Nelson trata de cubrir demasiado terreno demasiado rápido y casi sin ideología o coherencia: en un segmento demasiado breve y serio se habla sobre la explotación sexual de las mujeres durante la era del crack mientras minutos antes un dealer, de manera jocosa, comentaba que él hacía todo por “dinero y chicas”. Este ejemplo es el que resume el andar del documental: es como ver una olla colmada de diferentes alimentos, no sabemos qué va a salir de ahí. ¿Será comestible? Sí, pero no sabremos nunca qué fue lo que quizo hacer el chef.

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Crack: Cocaine, Corruption & Conspiracy

  • Emisión
  • Netflix
  • Géneros
  • Documental
  • Año de inicio
  • 2021
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