El día de ayer, 30 de Octubre de 2017, sentí un sabor agridulce al leer una de las noticias del día, la misma que hablaba sobre la justificación de Kevin Spacey ante las acusaciones recibidas por haber supuestamente perpetuado un abuso de poder / sexual frente a un, en ese momento, menor Anthony Rapp, 30 años atrás: celebré la importancia del tema tratado desde el vamos, padecí por el trato del tema en el llegamos.
De abusados, medios y redes: ¿qué clase de condenas estamos observando?
Recapitulo antes de ahondar en la cuestión. Lo sucedido ayer con Kevin Spacey es un capítulo más dentro del derrotero que comenzó con el explosivo drama protagonizado por Harvey Weinstein. Y todo explota por internet, todo esto a través de medios, todo esto desde campanas que suenan de un lado como de otro: sin justicia. Repito lo último: sin justicia, pero no la divina, que puede existir o no, sino que me refiero a la justicia del derecho. Lo denunciado por Anthony Rapp es una salvajada, un acto oscuro, alejadísimo de la luz, una verdadera violación a la inocencia de un joven frente a un adulto ya hecho y derecho como lo era Spacey en ese momento. Pero a veces las formas hacen al contenido: Rapp se confesó frente a un medio, y no cualquiera, sino uno que está dedicado 100% a la comunicación a través de internet y, por consiguiente, las redes sociales. Hablo de BuzzFeed.
La exposición muchas veces no es buena consejera. Sin ánimo de convertir a Rapp en victimario, hay que analizar el método de la denuncia. Las redes sociales le dieron voz a los que nunca podían llegar a tenerla. Me paro y aplaudo: internet democratizó no solo la información, sino también la opinión. Y, como en la más perfecta Caja de Pandora, el todo que deja entrever el compendio de redes sociales es voluminoso, anárquico, caótico: las voces pasan del apego al desprecio en cuestión de segundos.
Todo lo que quise decir sobre mi experiencia está en aquel artículo, y no tengo más comentarios sobre el tema en este momento.
La liviandad del trato de un tema tan escabroso y complejo como es un abuso de poder / sexual a través de un medio es un error que le costará caro no solo este caso, el de Rapp, sino también a cualquier otro: burla, rechazo y omnipotencia desabrida de millones y millones de usuarios alejan el foco de la cuestión, y eso es una batalla perdida desde el momento en que se viraliza en las redes incansablemente. Un horror. Y ni hablemos de la repercusión para el acusado, quien en este caso hace caso omiso, se escuda en un secreto muy personal, y las palabras siguen yendo, siguen viniendo y se retroalimentan.
Espero que la gravedad de este caso no pase a menores, que Rapp pueda vivir en paz luego de haber atravesado ese (y ahora este) calvario, que más y más voces sean escuchadas… pero en la justicia del derecho, no en la justicia del consumidor. Y que, finalmente en estos casos horribles, retiemble en sus centros la tierra.