El año pasado se estrenó la nueva serie animada del creador de The Simpsons, Matt Groening, la cual se tituló y titula Disenchantment (Desencanto), y si bien muchos lo acusaron de reciclar tramas y personajes de sus anteriores series, algunos de verdad la disfrutamos. Lo mismo se puede decir de la segunda parte de la primera temporada (1B) que recién se lanzó en Netflix y que, al igual que la primera, cuenta con 10 episodios.
En esta ocasión la serie toma un camino más estructurado, lo cual se agradece profundamente, pues hace que nos sumerjamos de lleno en este mágico y medieval mundo de Dreamland y queramos saber qué es el destino de la protagonista, Bean. Al menos eso ocurre en la primera mitad de esta segunda parte, porque después aparecen episodios que bien podríamos catalogar de relleno, salvo que sirven para desarrollar mejor la psicología de los personajes y entender sus acciones.
Lo anterior fue lo que marca una gran diferencia respecto a la primera entrega (1A), la cual no seguía mucho la trama principal y nos presentaba episodios con resolución inmediata que no tenían conexión entre ellos.
Continuando con los eventos del final de la temporada 1A, encontramos a la princesa Bean alejada de su demonio personal Luci y con la culpa de la muerte de su amigo Elfo. Bean tendrá entonces que encontrar la manera de reunirse de nuevo con ellos tras descubrir que su madre no era quién ella creía.
A diferencia de la primera entrega, hay tiempo para explorar y conocer mejor a cada uno de los personajes tanto principales como secundarios, incluyendo al príncipe Derek y su madre Oona, quien tiene un papel muy escaso, pero que tuvo el suficiente desarrollo para impactarnos y volverse una de nuestras favoritas.
Luci, con sus diálogos mordaces y su personalidad cínica, sigue robándose el espectáculo. Justamente, el episodio 12 es uno de los más memorables de la segunda parte, pues conocemos el mundo de este demonio, El infierno, y nos deja ver de nuevo que, a pesar de su naturaleza malévola, es un ser fiel, capaz de amar y formar lazos con otros.
Disenchantment se toma su tiempo para cuestionar el papel de la mujer en Dreamland, que bien podría ser el mundo real. ¿Ejemplos? Muy claros: Bean no entiende por qué no puede actuar la obra de teatro que ha escrito y Ooana se da cuenta que aspira a más que simplemente vivir al lado del Rey Zøg.
Por último, estos nuevos episodios abren caminos para otros mundos como Steamland mientras siguen desarrollando su propia mitología, en la que Bean es la pieza central y su amistad con Elfo y Luci la clave del espectáculo. A este trío sí que lo disfrutamos mucho cuando están juntos, pues cada uno aporta su inigualable personalidad a cada aventura a la que se enfrentan.
El único punto negativo de la segunda parte de Disenchantment es que nos sigue dejando demasiadas preguntas al aire, subtramas que no se vuelven a traer a la superficie (como la identidad de la mamá de Elfo), pero que creemos podrán resolverse en las futuras temporadas. Veremos.
¿La verdad? La recomendamos, nuevamente.