El baile de los 41 es un hecho histórico y real dentro de México. Fue un escándalo social de principios del Siglo XX en torno a una redada policial ilegal realizada en noviembre de 1901 en una vivienda particular de la Ciudad de México. El escándalo giró en torno a que del grupo de hombres que asistieron, 19 iban vestidos con ropa femenina. A pesar de los esfuerzos del gobierno por silenciar el incidente, la prensa se mostró dispuesta a informar del caso, ya que los participantes pertenecían a las altas esferas de la sociedad (incluido el yerno del entonces presidente de México, Porfirio Díaz). Este suceso fue único porque fue la primera vez que se habló abiertamente de la homosexualidad en los medios mexicanos y tuvo un impacto duradero en la cultura mexicana.
Este baile hizo historia en México, pero…

Ahí radica la importancia que representa esta cinta protagonizada por Alfonso Herrera, Emiliano Zurita y Mabel Cadena ya que sin duda alguna, el atrevimiento, delicadeza y conciencia del director David Pablos para retratar uno de los sucesos más controversiales durante la época del porfiriato en México nos regala una cinta provocadora, emotiva y suspicaz. El cineasta demuestra una clara conciencia sobre lo que plantea mostrar a la audiencia, pues desde el primer minuto entendemos que estamos ante una cinta distinta, una apuesta visual, sonora y argumentativa especial, que no teme en entrar hacia lo más profundo de la humanidad que representa cada uno de los elementos planteados en esta narración, y que además entiende a la perfección lo que debe contar, sin pretender ser más que lo justo. Concientiza y sensibiliza de manera vibrante y sentimental sobre la homosexualidad y retrata a cabalidad lo que era la sociedad mexicana de los 1900.

Resulta grato encontrar que cada toma dentro de la película se encuentra sumamente bien estructurada, pues no solo la fotografía de Carolina Costa es ambiciosa, evocadora y sumamente realista, sino que en conjunto El baile de los 41 muestra una cinta conservadora y extrovertida a la vez, emulando por igual la narrativa presentada por Monika Revilla. La travesía de los personajes es contada de manera íntima, pulcra y bella. Lo realizado por histriones y director está bien ejecutado además que el trabajo sonoro realizado por Carlo Ayhllón logra de manera eficaz vibrar en cada una de las secuencias de la trama, su ritmo es apasionante y sutil.
Alfonso Herrera se sumerge en un mar de arrogancia y frialdad, pero a su vez, se mueve en el agua con una alegoría bárbara, brillante, motivante, pues los matices de su personaje, Ignacio de la Torre y Mier, le permiten jugar con la sistemática corporalidad y conducta con la que se regía el hombre a principio de los 1900, de una manera dura, tosca, casi robótica, pero por igual, permite liberarse de las cadenas de la opresión que representa el vivir una vida plagada de máscaras y secretos, encontrando una pura efervescencia al convivir con el Club de los 42 (en realidad eran 42, pero luego del escándalo se manejó con la prensa el 41, debido al parentesco de Ignacio con el antes mencionado presidente de ese momento en México, Porfirio Díaz, ocultando así su identidad en la controversia). Ahí, en esos momentos en los que la verdadera cara de Ignacio sale a flote; la paz, la comodidad, la alegría, la libertad de ser quien es, de amar y de convivir de la manera en la que lo anhela; ahí que encontramos los momentos clave y más cálidos de la película, con la sensibilidad de Pablos para mostrar a cada uno de los integrantes del club, transmitiendo esa extrovertida personalidad de cada uno, esa simplicidad y complicidad que representa el disfrutar esas tardías reuniones, esos efímeros suspiros, esa delicada y sexual representación de la libertad.
No lo negaremos, nos hubiera encantado conocer más de cada uno de ellos, pero es cierto que la información al respecto es casi nula, pues todo en su momento se manejó con extremo hermetismo.

El reparto que acompaña a Herrera es vibrante por igual: desde un Emiliano Zurita pasional y delicado, que se compromete de lleno a la historia planteada y entrega momentos de suma tensión junto a Alfonso, pasando por Mabel Cadena que regala una Amada Díaz sólida, fuerte, pero a su vez vulnerable, hasta llegar a un Fernando Becerril que no desentona para nada con la interpretación que realiza de uno de los presidentes más polémicos en la historia del norteamericano. Y ni qué decir del Club de los 42: cada uno excelente desde su personalidad y vulnerabilidad.
Pero...
… nada. Porque mejor no podía ser.

En resumen
El baile de los 41 se convierte en una de las películas más emocionantes, provocadoras y bien trabajadas del año. David Pablos logra un trabajo pulcro al retratar esta historia de época. Un match perfecto en todo sentido para entregar una producción humana y urgentemente necesaria para los tiempos en los que vivimos.
