“The brutalist” es una épica íntima y personal sobre la propia reconstrucción. Con una narrativa imponente, una vanguardia visual y clasicismo cinematográfico. Es APABULLANTE de principio a fin y Adrien Brody es el corinto central de esta epopeya.
“¡Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver al artesanado!”
-Bauhaus-
La Bauhaus, fue la escuela de diseño, arquitectura, artesanía y arte fundada en 1919 por Walter Gropius. La visión de este grupo o corriente de diseño optaba por lo artesanal, formando una idea contracorriente al exceso visual.
Sobre esta base Brady Corbet construye todo su estilo visual para El Brutalista. El tono mate de sus planos y los colores sepia con grises logran una elegancia orfebre, dotando a la película de una contundencia visual en contraste con el horrible presente que vive su personaje. Este juego entre lo visualmente esteta y lo horrendo del presente íntimo de Lázslo conjugan la combinación perfecta para atrapar al espectador en una experiencia cinematográfica inigualable que, muchas veces parece está mirando un portentoso clásico a la altura de “El padrino II” de Francis Ford Coppola o “El ciudadano Kane” de Orson Welles. De la primera toma lo visual y los arcos dramáticos de su personaje y de la segunda, el poderoso tema de la ambición en yuxtaposición con el sueño americano.
“El brutalista” es tan grande en todos los sentidos. No me refiero al presupuesto porque costó 10mdd. Tampoco al tiempo de filmación porque se rodó en solo 33 días. A comparación de “Megalópolis” que costó 120 mdd y con personajes e historias un poco parecidas. Ambos arquitectos que luchan contra los intereses personales de los poderosos pero que ante todo ponen por delante sus ideales personales y profesionales antes que venderse al mejor postor.
La diferencia entre ambas películas es el enfoque sobre el exceso cinematográfico. “El brutalista” tiene menos presupuesto pero luce y se desarrolla mejor y, aunque no es cuestion de esta reseña compararlas, creo que Brady Corbet se ha basado en el cine más clásico y uno de estos es alguno de Francis Ford Coppola; porque Corbet hace lucir su orfebre manufactura de forma más inteligente, minimalista, pero aún así imponente y vasta en la forma de llenar sus imágenes con portentosos planos abiertos donde se puede ver el grano de los 70 mm del formato Vistavision.
Lázslo Toth (Adrien Brody), un arquitecto formado en la Bauhaus, huye del fascismo de su patria para confrontarse con las vicisitudes e implicaciones del famoso sueño americano en los EEUU. Lázslo llega a América con los sueños que promete la libertad forjada en metal verde con forma de mujer y sosteniendo una antorcha que simboliza una luz de esperanza, no solo para él, sino todos los que busquen un lugar de justicia, libertad y prosperidad. Lázslo no está completo sin su esposa Erzsébet (Felicity Jones) y su nuevo contacto con el millonario industrialista, Harrison Van Buren lo ayudan a traer a su esposa del infierno que representa la Europa de la posguerra en 1947. Esta nueva vida en bandeja de plata los podrá llevar a las alturas de la riqueza y la comodidad a un precio muy caro.
Daniel Blumberg compone un score potente que enmarcan imágenes tanto sencillas como imponentes. Pianos, cuerdas y trompetas que golpean justo el centro del pecho acompañan las emociones que el personaje de Lázslo hace vivir al espectador que mira su epopeya dramática y de vida. Pocas veces se puede vivir una experiencia cinematográfica tan compleja, completa y catártica en una sala de cine. Es un círculo perfecto que resulta en un viaje ensordecedor como conmovedor a través de cuatro décadas de defectos de un hombre con talento de visionario.
Mucho se ha dicho sobre la actuación de Brody y repetir a un personaje marginado por la guerra y con un gran talento a cuestas. Podríamos pensar que es fácil interpretar a un personaje con un perfil parecido al de “El pianista” de Román Polanski, a quien pienso Corbet le da un merecido homenaje entre líneas e imágenes. Lo cierto es que, ya son veintidós años desde que Adrien Brody ganó el Oscar a mejor actor por interpretar Wladyslaw Szpilman y, aunque los paralelismos son inevitables, El actor lleva a otro nivel la genialidad del genio per se. Ambos personajes son muy distintos, El pianista es contenido, discreto y todo se lo guarda, está contensión emocional es parte de su extraordinaria actuación. Lázslo Torht, es mucho más grandilocuente y expresivo dentro de su misma minimalista forma de ser. ¡Adrien Brody es incandescentemente talentoso!
“El brutalista” es tal cual proyectada como el director quería mostrarla. Sin cortes que él no decidiera, con una autoralidad única de principio a fin. Las tres horas y media con un intermedio de 15 minutos son muestra de respeto al cine más clásico, elegante y prodigioso.
“The brutalist” es una épica íntima y personal sobre la propia reconstrucción. Con una narrativa imponente, una vanguardia visual y clasicismo cinematográfico. Es APABULLANTE de principio a fin y Adrien Brody es el corinto central de esta epopeya.