El Eco de Tatiana Huezo es un retrato puro y poderoso sobre la mujer
Cuando pienso en la fuerza que tiene el cine mexicano dentro de la técnica del documental, automáticamente se vienen a la mente diversos autores como Everardo González con Una jauría llamada Ernesto y una inventiva cámara escorpión que logra hacernos testigos en primera persona de los protagonistas y perpetradores de la inseguridad en la Ciudad de México. Ahora también pienso en Tatiana Huezo y su nueva producción El Eco, con una poderosa visión sobre la resiliencia de las mujeres en nuestro país, su fortaleza e importancia dentro de la célula familiar y el poder de sus testimonios en el cine documental para impactar a una sociedad dormida por la sistematización de la violencia.
¿Sobre qué trata El Eco? En la remota aldea de El Eco, que existe fuera del tiempo, los niños cuidan de las ovejas y de sus mayores. Mientras las heladas y la sequía castigan la tierra, ellos aprenden a entender la muerte, la enfermedad y el amor.
Tatiana Huezo agudiza aún más su lente cinematográfico aderezado con su toque social sin perder la humanidad que lo conforma. El cine de Huezo tiene la gran cualidad de abarcar un amplio espectro de la complejidad humana: va desde la violenta más cruenta en Noche de fuego (2021) y la violencia sistematizada en combinación con la injusticia social. Probablemente El Eco es su trabajo menos social pero sí el más humano, ese que retrata la cotidianeidad de una familia invisible a la modernidad del Siglo XXI y de las ideologías sociales que nos envuelven. Al mismo tiempo, la directora logra un discurso feminista sin poses, ni juegos políticos porque sus mujeres en realidad sí son los pilares de su casa no figuras ajenas en un panfleto social maniqueo para un discurso político.
Tatiana Huezo nos deja claro que la fortaleza de nuestra sociedad viene de la resiliencia de las mujeres, discurso que se complementa con sus trabajos anteriores, a modo de protesta social, con la denuncia de esas mujeres que mueren y se pierden cada día en el olvido de la injusticia.
Lo prodigioso de El Eco es que por medio del plano se delinean los personajes. Nunca es necesario ni siquiera un texto o una frase para entender los sueños de cada una de estas mujeres: el lenguaje cinematográfico acompaña naturalmente cada una las acciones y los sueños de esta familia.
Montserrat, la joven protagonista sueña con salir de ahí. La muerte como un espectador lejano que acecha fehaciente y también atemorizante. Es hermosamente montado como ese fin de ciclo se contrapone con un nuevo amanecer, el nuevo ciclo que inicia con cantos y una procesión de la propia comunidad.
Ernesto Pardo, fotógrafo de El Eco, en un inteligente intercambio de sonido e imagen, nos hace testigos de una discusión entre los pilares de esta familia colocando planos de los niños escuchando los reclamos. Desde aquí Huezo recalca la fortaleza de las mujeres de esta familia, cuando la esposa es la que propone intercambiar los roles de quién trabaja y quién se queda en la casa.
El discurso de El Eco es sutil y contundente. Un cuadro silvestre del poder femenino sin caer en panfletos o discursos sociales desgastados. ¡Un retrato puro y poderoso sobre la mujer!
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