La nueva versión del muñeco diabólico resulta entretenida y más siniestra que la original - Spoiler Time

La nueva versión del muñeco diabólico resulta entretenida y más siniestra que la original

El muñeco diabólico
¡ÉL!

Cuando en julio de 2018 se anunció que MGM haría un reboot/remake de Child’s Play (1988), la reacción fue negativa: no sólo porque la franquicia de Chucky ha sido una de las pocas que ha logrado perdurar al paso del tiempo –y que hasta la fecha lleva siete filmes en la franquicia original– sino también porque su creador, Don Mancini, expresó su descontento con los planes del estudio. Esto ocasionó que los fans del muñeco se unieran al disgusto de Mancini e hicieran de este reboot/remake un proyecto que incluso antes de entrar en su etapa de producción, tuviera poca aceptación entre el público. Lo anterior es importante de anotar ya que la mayoría de estos remakes (en específico de películas de terror de la década de los ochenta) son proyectos que sólo buscan capitalizar con la popularidad de estos personajes sin ofrecer ningún tipo de actualización en su contenido. No obstante, Child’s Play (El muñeco diabólico, 2019) es el extraño caso donde sí existe una adaptación de la premisa original al contexto actual, lo cual hace de la cinta un experimento que sorprende por el rumbo tan diferente que toma respecto al material en el que está basada y que la mayor parte del tiempo resulta exitosa como un slasher con tintes de humor negro.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=pF0sh5Pooek

La Child’s Play de 2019 inicia en las instalaciones de Kaslan, corporación que fabrica los muñecos Buddi y en donde un empleado modifica la programación de uno de estos juguetes como venganza tras ser despedido. Aunque la escena es rápida y ofrece al espectador un contexto fácil de entender, la justificación para modificar la naturaleza de Chucky se siente torpe en su ejecución por lo intrascendente que resulta esta decisión para el resto de la trama. La historia nunca regresa al creador de Chucky ni explora las razones que lo llevaron a tomar esta resolución tan drástica. De hecho, la historia no inicia hasta pasados los primeros veinte minutos, cuando el muñeco llega a manos de Andy (Gabriel Bateman), un niño solitario que tiene problemas para socializar y que encuentra en su muñeco Buddi (el cual se nombra a sí mismo Chucky) al amigo que siempre quiso y necesitaba tener en este complicado momento de su vida.

Andy vive con su madre, Karen Barclay (Aubrey Plaza), la cual trabaja como vendedora de una tienda y mantiene una relación –que Andy desaprueba– con Shane (David Lewis), un tipo desagradable que la engaña a sus espaldas. Gracias a la singular comedia de Plaza (Ingrid Goes West) y a la destacable actuación de Bateman (Lights Out), quienes además ofrecen una relación muy creíble como madre e hijo, el público es capaz de sentir empatía por ambos casi desde el inicio, lo cual es esencial para hacer de estos personajes algo más que carne de cañón. Conforme la historia se desarrolla, esta relación se deteriora por la violencia desmedida que Chucky demuestra y que Andy prefiere ignorar a pesar de que en repetidas ocasiones lo pone en peligro junto a sus amigos del edificio, Falyn (Beatrice Kitsos) y Pugg (Ty Consiglio). Aunque la elección de Andy por ignorar las acciones de Chucky puede sonar como una excusa fácil que toma el guion para darle rienda suelta al muñeco, las motivaciones de Andy son comprensibles porque nacen de un miedo bastante humano: la soledad.

De forma macabra, la amistad entre Chucky y Andy resulta entrañable por lo mucho que llegan a necesitarse al sentirse ambos fuera de lugar en sus respectivos contextos. Chucky, totalmente inconsciente de la violencia con la que actúa, y Andy, incapaz de entablar relaciones significativas con los chicos de su edad, poseen una conexión que hace un sutil comentario sobre el terror que provoca crecer y por ende, diferenciarse del otro y buscar independencia. Y es esta natural búsqueda de la independencia lo que eventualmente causa la ruptura entre estos personajes y que se traduce en la inminente masacre por parte del muñeco, el cual se siente traicionado por un dueño que le había jurado lealtad absoluta.

Fuente: Imagem Filmes México

Sin embargo, conforme se acerca a su clímax, el guion deja de explorar todos los matices que ofrece esta dinámica y la naturaleza violenta de Chucky para dar paso a las escenas de gore que se esperan en una cinta de este subgénero. Aunque por definición un slasher debe presentar este tipo de secuencias –y que aquí resultan muy entretenidas–, es un poco decepcionante ver cómo Child’s Play deja de desarrollar las reflexiones que plantea en un inicio para convertirse en un slasher más y no en esa versión más inteligente que su primera parte sugería.

Otro punto a favor de la película es la crítica mordaz que hace a la tecnología, a veces innecesaria, que ofrecen grandes empresas como Amazon o Apple a través de sus dispositivos. Si el muñeco de 1988 sólo era un juguete que hablaba unas cuantas líneas, esta versión de Chucky posee un sinfín de funciones que le ofrecen un aspecto más humano y por consecuencia, más siniestro que aquel del filme original. Lo más interesante del protagonista en este remake es el miedo que provoca su aspecto y el suspenso efectivo que mantiene gracias a su inestabilidad y que nos hace preguntarnos cómo, cuándo y dónde llevará a acabo sus terribles acciones. La voz de Mark Hamill (Luke Skywalker en Star Wars) como Chucky sólo agrega más diversión a los procedimientos y a pesar de que no es muy diferente al trabajo que ha realizado en otros proyectos donde presta su voz, el actor le da un sello muy particular al personaje que lo ayuda a diferenciarse del original.

El director Lars Klevberg (Polaroid) y el guion escrito por Tyler Burton Smith (quien ha trabajado en las historias de los videojuegos Quantum Break y Sleeping Dogs) hacen de Child’s Play (2019) un slasher que no desperdicia su tiempo en tratar de eclipsar al material original y que, por el contrario, trata de diferenciarse en todo momento de la cinta de 1988. Incluso cuando el tono se inclina a la comedia y no al terror, se agradece que la película intente adaptar la mitología de Chucky a nuestros tiempos y aproveche esta actualización para explorar el terror que genera la idea de una tecnología que es autónoma y no está al servicio de sus creadores. Y lo que es aún mejor: este personaje clásico del cine de terror no sólo tiene ahora otra entretenida aventura en la pantalla grande, sino también una muy digna introducción a nuevas generaciones.

Freddy y Jason deberían morirse de envidia.

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