Todos te miran con horror, Daenerys Targaryen. Todos contemplan aterrados los restos de King’s Landing. Todos piensan en ti como la nueva “Mad Queen“. ¿Pero acaso alguien se detuvo a pensar quién eres y cuánto te ha costado llegar hasta donde estás? ¿Alguno de los que te miran con ojos acusadores experimentó algo similar?
Has crecido en el olvido, escondida del otro lado del mundo para no sufrir la persecución que tus propios genes y apellido te traerían. Tu único compañero era tu hermano mayor, quien no solo te maltrataba psicológicamente, sino que se creía con derechos sobre tu cuerpo. Derechos que no le correspondían. Los primeros años de tu vida, Daenerys, los pasaste a la sombra de un hombre que no dudó jamás en hacerte padecer toda clase de horrores, tanto así que hasta te vendió como ganado a una tribu reconocida por su salvajismo, su violencia y su tendencia a las violaciones, solo para asegurarse un ejército.
Pero no te rendiste, Daenerys. No te echaste a llorar, no te quejaste por tu destino. Al contrario, encontraste los modos para seguir adelante. Soportaste un marido cruel y violento, con el que no compartías ni siquiera el idioma, aprendiste a domarlo, a conquistarlo, a ganarte su confianza a pesar de ser una extranjera. Te convertiste en la Khaleesi, ganaste el derecho a la palabra, implantando la semilla del cambio en una cultura machista. ¿Y todo para qué? Para que una de aquellas mujeres a las que defendiste te arrebatara todo, a tu Khal Drogo y a tu pequeño hijo.
La vida se empecinó en ponerte de rodillas otra vez, querida Daenerys. Te quitó a tu sostén, tu Khal, tu familia. Despojada, renaciste una vez más. Volviste a arriesgarlo todo y triunfaste: del fuego mismo saliste convertida en la Madre de Dragones. Y ese fuego te imprimió un nuevo valor y dedicaste buena parte de tu vida a llevar justicia e igualdad allí donde pisabas. Liberaste esclavos, transformaste sociedades completas, demoraste tus planes de recuperar el Trono de Hierro (que te pertenece, por supuesto que te pertenece) para asegurarte de que allí donde habías estado, las cosas no volvieran a ser como antes.
Daenerys, prometiste romper la rueda y hay grandes pueblos que ya pueden confirmar que lo hiciste. Que le pregunten, sino, a los dothraki, a la gente de Mereen, al ejército de los Unsullied. ¡Hasta la gente del Norte debería ya saber que la Rompedora de Cadenas es capaz de dejarlo todo para pelear del lado del bien común!
Parece injusto que te encuentres tan sola, querida Daenerys. Viste morir a tu marido, dejaste ir a tu querido Daario Naharis para entregarte por completo al reinado de Westeros y, cuando creíste que Jon Snow era quien podía acompañarte en tu ascenso al poder, resultó ser que él era tu principal contrincante para conseguir aquello por lo que peleaste toda tu vida: el Trono de Hierro.
Has vivido toda una vida marcada por la violencia, luchaste con uñas, dientes y fuego para sobrevivir. Aquellos fieles que te acompañaron, perecieron. Jorah Mormont, Missandei of Naath y hasta dos de tus queridos hijos, Viserion y Rhaegal, sufrieron las consecuencias de una pelea que no te da un respiro.
¿Quién puede juzgarte por tus acciones, querida Daenerys? ¿Quién ha caminado en tus zapatos, tan incómodos y dolorosos desde tan temprana edad? ¿Quién puede culparte por querer hacer renacer a un pueblo ingrato desde sus cenizas?
Querida Daenerys, no les debes nada a los habitantes de Westeros. La gente es ingrata y cuando te ven montada en tu único hijo restante, Drogon, temen. No saben que ese fuego que hoy los abrasa es el que los protegió y podría haber seguido protegiéndolos, si tan solo hubieran sabido reconocer a una verdadera reina.
Espero que esta carta no sea de despedida, Daenerys Targaryen, que con sangre y fuego ganes el Trono, aquel para el que siempre estuviste destinada.
