¿Cómo puede ser que uno de los cineastas más famosos no haya podido saber utilizar las nuevas herramientas que le dio la industria? Esto fue lo que le sucedió a George Lucas a principios del Siglo XXI con Star Wars.
George Lucas dirigió una de las películas más icónicas y exitosas de toda la historia del cine con Star Wars: Episodio IV – Una nueva esperanza, y luego se encargó de que la franquicia siguiera creciendo en las dos cintas que completaron la primera trilogía, pero trabajando como guionista. Al final de Star Wars: Episodio VI – El retorno del jedi, Lucas era uno de los nombres más respetados de la industria.
Pasaron 16 años hasta que se estrene una nueva película de Star Wars, y luego de que Irvin Kershner y Richard Marquand se hicieran cargo de los episodios 5 y 6, George Lucas volvió a la silla del director. El desafío era, no solo contar el origen de Anakin Skywalker y su camino hasta llegar a ser Darth Vader, también aprovechar las nuevas tecnologías para crear un universo visualmente superador.
En Star Wars: Episodio I – La amenaza fantasma, vimos un universo completamente diferente, apoyándose mucho más en el CGI que en las versiones anteriores, pero lo que se perdió aquí (y en las otras dos películas de la trilogía) es el centro de la historia. Los nuevos efectos especiales fueron una distracción tan grande que el foco principal dejó de ser la narración de los personajes.
Lucas tenía el control total de la franquicia, un gran apoyo financiero y nuevas imágenes generadas por computadora para ayudar a contar su historia, pero esta nueva tecnología le encantó tanto que la usó en cada escena de la nueva trilogía. De hecho, en algunos casos incluso la utilizó para reemplazar a actores reales que interpretaban a los Troopers.
Estos efectos especiales fueron impresionantes para la época. Pero desafortunadamente, el diálogo, los personajes y la historia de la trilogía de la precuela eran obsoletos, planos y poco interesantes, incluso para los fanáticos más acérrimos de Star Wars. Parecía que Lucas se había obsesionado con las últimas herramientas de efectos especiales y ya no le importaba la narrativa.
El problema en sí no es el uso de efectos especiales, sino cómo los usó en su historia. Es un caso completamente diferente al de James Cameron, quien se adaptó mucho mejor. Cameron tuvo éxito con The Terminator en los 80, pero en los 2000 volvió a revolucionar visualmente al cine de la mano de Avatar y su deslumbrante CGI.
Los efectos especiales de la segunda trilogía de Star Wars han envejecido mayormente mal, lo cual es una pena, porque si las herramientas se usaban de una forma más práctica e inteligente, la historia podría haber sido completamente diferente.