La virtud de los villanos hace al héroe de la serie

Sucede a menudo que en series que funcionan de precuelas de personajes conocidos los protagonistas no logran empatizar de entrada con el público. Basta recordar el proceso largo hasta que la noventosa y recordada Smallville encontró a su Superman…

Esto se debe quizás a que la construcción de un icono, sobre todo y en el caso de Gotham en Batman, está tan impregnado en la cultura popular que es difícil para la audiencia, tal vez, lograr convertirse en el símbolo que todos esperamos. Sin embargo, en Gotham, la virtud de los villanos hace al héroe.

Cierto es que en la ciudad más oscura del Universo DC abundan personajes de toda índole que hacen que Bruce Wayne (interpretado por un David Mazouz cada vez más comprometido con el rol) poco a poco se vaya despidiendo de todo lo que lo rodea. En Gotham asistimos a esa metamorfosis desde los planes malvados que Jim Gordon ya no puede contener porque, básicamente, él tiene que mantenerse a raya. Entonces el joven Bruce (temporada a temporada) se sumerge poco a poco en la profunda oscuridad debido a que ya no quedan alternativas. 

Pero ese proceso de deconstrucción, es decir de despersonalización, de cambio rotundo de personalidad, en donde la máscara es el rostro que temen los malvados, no se podría dar sin la pequeña ayuda de la maldad. Por eso lo interesante en Gotham no solo pasa por esperar ese momento en el definitivamente Bruce Wayne se convertirá en Batman, sino todo lo contrario: una de las grandes virtudes de la serie es  mostrar cómo todos los villanos son la parte esencial para que el vigilante emerja de una vez por todas. La justicia es lo de menos en la ciudad de la furia.

El poder.

El desfile variopinto de la maldad en Gótica nació primero con la magistral interpretación de Robin Lord Taylor como Oswald Cobblepot. Fue el que dio los primeros retazos y la arquitectura de la serie, pero de una forma inesperada, dado que en la primera temporada no tenía el rigor de “el villano”. La virtud de Oswald es la sinergia que produce al impactar de lleno con varios de sus planes y sus ambiciones de poder. Ese poder que corrompe hasta al más noble.

Cobbelpot quiere demostrar que eso es lo que impera en el mundo. La serie pega un giro inesperado a fuerza de los pasos del siniestro pingüino.

Las palabras.

Si hay un personaje que define el tono y el camino de ascenso de la serie, ese es Edward Nygma, interpretado por Cory Michael Smith. Siempre fue un personaje que no ha tenido la posibilidad de desarrollarse por completo, tanto en series como en el cine. Aquí la destreza, el ingenio y la capacidad de una mente brillante al servicio del mal hacen de Ciudad Gótica ese laberinto del que Bruce Wayne no puede escapar.

La virtud de este villano es el lenguaje, y no hay arma más poderosa que la lengua si es bien utilizado. Edward Nygma reconstruye el habla y lo convierte en una herramienta del crimen para sembrar el caos.

El caos.

Se ve que a Cameron Monaghan le dieron una sola directiva: haz lo que quieras. El resultado es la antítesis perfecta. Jerome es el caos, es la desidia, es la perdición. Y en la última temporada, la 4, sus artilugios, sus deseos, su ambición se hacen realidad. Él quiere estar y finalmente está en todos lados: Jerome es el alma podrida de Gotham y su virtud es volverlos locos a todos.

Los versos del clásico de Soda Stereo parecen estar escritos para la Ciudad más Gótica del Universo DC que crece, se pudre y se entierra a través de sus villanos. La virtud del mal es evidenciar las carencias de justicia y en Gotham todo eso está en juego conforme van pasando los episodios. Y si bien es cierto que la serie tuvo altibajos, sobre todo en sus primeros capítulos, hoy podemos decir, 4 temporadas después, que Gotham encontró un equilibrio y está haciendo todo lo necesario para hacer justicia, tanto para uno de los personajes más emblemáticos de la cultura popular como para el gusto del público. Y eso que no estamos mencionando a toda esa galería de personajes malvados que impregnan de misterio y caos a los protagonistas…

La virtud de los villanos es, en definitiva, sus ganas de ver al mundo arder.