Cuando pensé que lo había visto todo, Happy! llegó a mi vida con innumerables y extrañas escenas gore que se quedarán por siempre en mi mente. Pero no porque me hayan dejado algún trauma, sino porque es difícil encontrar un producto audiovisual que sepa manejar la violencia y justificarla sin que sea sólo utilizada para vender.
La serie de Happy! es la adaptación televisiva de los cómics del mismo nombre creados por Grant Morrison (Arkham Asylum), escritor caracterizado por tratar temas que apelan a la imaginación, drogas, fantasía, sexo, violencia y la metaficción. Así que era de esperarse que en Happy! encontráramos una representación de lo más sórdido y escabroso de la sociedad.
Por ejemplo, ya desde la primera escena vemos a nuestro protagonista volándose los sesos en un insalubre baño mientras baila una canción navideña bajo una bola de discoteca. Por supuesto es su imaginación, pero nos prepara para las escenas sangrientas que vendrán después. Porque, eso sí: tengo que advertirles que la historia se desarrolla en plena época de navidad y necesitarás de un buen estómago para verla.
Happy! gira en torno a Nick Sax (Christopher Meloni), un ex policía alcohólico, drogadicto y cínico que se ha convertido en un sicario. Su vida da un gran giro cuando, después de tener una experiencia cercana a la muerte, conoce a un pequeño y adorable caballo azul con alas (bueno, un unicornio) llamado Happy que le pide ayuda para salvar a una niña que ha sido secuestrada.
Por supuesto, Nick Sax piensa que se ha vuelto loco y es hasta luego de varios episodios después que acepta la existencia de este amigo imaginario. Happy además le confiesa un gran secreto: la niña secuestrada es su hija de la cual no sabía de su existencia.
En su travesía por rescatar a Hailey, Happy funciona a veces como la voz de la conciencia de Nick, aunque este pocas veces le hace caso. Sin embargo, la razón de su comportamiento apático y cínico es develada en dos escenas en particular que resumen además el tema principal de la narración.
La primera es un recuerdo de su pasado. Nick llega a la casa de un criminal y se encuentra con que este ha asesinado a un bebé metiéndolo en un microondas, horrorizándose y decepcionándose así de la humanidad. Y la segunda escena ocurre en el presente.
Nick en un intento por mostrarle a Happy que los humanos son indiferentes, individualistas e hipócritas y que por lo tanto no lo van a salvar, se avienta a las vías del tren. En ese momento, justo cuando el tren se acerca, Happy acepta que el mundo es horrible y que él es un pobre ingenuo desapareciendo así (por unas horas) de la vida de Nick. Sin embargo, al final las personas que están en la estación lo rescatan para, irónicamente, decir que fue un milagro de navidad.
Con el tiempo Happy comprende que a veces hay que hacer cosas malas para proteger a las personas que quiere. Los seres humanos no son 100% buenos ni 100% malos, no todo es negro y blanco.
De esta manera la única motivación de Nick para seguir existiendo, porque en un principio no le importaba si vivía o moría, reside en salvar a su hija, encontrando así un camino de esperanza y redención para él, ya que se culpaba de no haber sido capaz de salvar a ese pequeño bebé.
También uno de los villanos, el hombre vestido de Santa Claus que secuestra a su hija Hailey, con síndrome de Peter Pan, define su ideología a partir de una experiencia traumática pasada que lo hace aborrecer ser adulto y preferir la compañía de los niños, quienes son inocentes y alegres a comparación de estos.
Finalmente, para no spoilearte más la serie e invitarte a que la veas, diré que esta comedia negra demuestra que a pesar de lo horroroso que pueda ser el mundo, siempre existirá algo que nos hará restaurar la fe en la humanidad. Por supuesto no es una serie para cualquiera, pero que si le das una oportunidad te atrapará por sus personajes adorables como Happy o por aquellos que parece que han salido de una increíble alucinación provocada por algún narcótico.
PD: Está disponible en Netflix.
