Harvey Weinstein, el villano perfecto del patriarcado
En cada relación donde la dinámica se base en una situación de disparidad y poder entre un hombre y una mujer subyace el germen mismo de la violencia machista. Estructuras familiares, laborales y educativas donde la mujer sea sometida por el mero hecho de su género son el ambiente propicio para el desarrollo de abusos económicos, psicológicos e incluso físicos.
Hollywood no es la excepción, y de hecho reúne todos los elementos suficientes para que el poder económico y social maride con los sueños e ilusiones de aquellas personas que sueñan con formar parte de la elite de la cultura pop. Y dentro de este mundo de fantasía y casi imposible pertenencia la figura de Harvey Weinstein se erige como el villano perfecto para la expiación de culpas del patriarcado o los falsos aliados del feminismo.
No quedan dudas sobre la responsabilidad de ex magnate del cine sobre los acosos y abusos cometidos contra diversas figuras del medio en los cuales su posición de poder era el elemento fundacional de la dinámica enferma de violencia machista. En el año 2017, y derivado de los crecientes rumores, se publicaron dos notas en The New York Times y The New Yorker en las que se informaba que al menos 8 mujeres denunciaban al empresario por abuso sexual, agresión sexual o violación. Weinstein negó todo manifestando que nunca fue parte de encuentros sexuales no consentidos.
A lo largo de los años y continentes, los relatos de la conducta de Weinstein comparten una narrativa común: las mujeres se presentaban en un hotel por lo que pensaban que eran razones laborales solo para descubrir que Weinstein, que ha estado casado durante la mayor parte de tres décadas, demostraba tener diferentes intereses. Su base de operaciones era Nueva York, pero sus “sedes centrales” eran hoteles de lujo: el Peninsula Beverly Hills y el Savoy en Londres, el Hôtel du Cap-Eden-Roc cerca del Festival de Cine de Cannes en Francia y el Stein Eriksen Lodge cerca del Festival de Cine de Sundance.
En las entrevistas, 8 mujeres describieron el comportamiento variado del Sr. Weinstein: apareciendo casi o completamente desnudo frente a ellas, requiriendo que estuvieran presentes mientras él se bañaba o pidiendo repetidamente un masaje, o iniciando uno él mismo. Las mujeres, por lo general entre los 20 y los 30 años y con la esperanza de hacerse un hueco en la industria del cine, dijeron que él podía cambiar de rumbo rápidamente: reuniones y papeles en un momento, comentarios íntimos al siguiente. Una testigo aconsejó a una compañera que usara una parka cuando se le convocara para el servicio como una capa de protección contra los avances no deseados.
Laura Madden, una ex empleada, dijo que Weinstein la instó a recibir masajes en hoteles de Dublín y Londres a partir de 1991: dijo que tenía una forma de hacer que cualquiera que se opusiera se sintiera como un caso atípico. “Fue tan manipulador”, comentó en una entrevista. “Te preguntas constantemente: ¿soy yo quien es el problema?”
Las primeras y valientes denuncias fueron el puntapié inicial para que muchísimas mujeres más se animaran a alzar su voz, y no solo contra el magnate de los medios, sino contra otras situaciones de abuso a las cuales eran sometidas. Así se originó el movimiento social del #MeToo, un espacio de sororidad en el que las víctimas de abuso no son juzgadas por el tiempo en el que realizan las denuncia ni sobre las circunstancias que rodearon el hecho o las actitudes personales en el marco de las situaciones violentas a las que fueron sometidas.
La imagen de Harvey Weinstein totalmente destruida (con justa razón) se convirtió en la involuntaria protagonista de un walk on shame al mejor estilo Game Of Thrones que, sin embargo, invita a la reflexión. ¿Acaso ninguna de las figuras que rodeaba al otrora poderoso hombre de la industria estaba al tanto de sus acciones? ¿Por qué ahora los “aliados” hacen declamaciones sobre las formas de Weinstein pero en su momento permanecieron en un silencio cómplice y prolongado? Encerramos al monstruo que socialmente acordamos condenar, pero dejamos que el resto de los eslabones de la cadena de abusos, sigan ahí… Viendo, pero callando. Y la única realidad en materia de abusos y violencia es que ninguno de estos abusadores deja de ser un ser social; individuos que de una forma u otra han hecho públicos o evidentes sus actos. Y si como sociedad no exigimos que el resto de los cómplices silentes se responsabilicen por sus actos, habremos encarcelado a un abusador sin por eso quebrar la matriz generadora del abuso.
Otro caso emblemático es el de Jeffrey Epstein, el responsable de una red de abuso infantil que misteriosamente aparece suicidado en su celda y eso fue suficiente para que el caso dejara de tener debate publico y social. Una red de un solo hilo, una isla que recibía las visitas más ilustres, pero que sin embargo solo tuvo un responsable que terminó muerto antes de poder involucrar a sus clientes.
Con esto tratamos de enfatizar que, si bien es necesario que los responsables de los abusos cumplan su condena, es imprescindible que como sociedad empecemos a tomar conciencia sobre las invisibles redes de protección que facilitan su accionar. Si como seres sociales nos callamos frente a las situaciones de opresión y abuso, estamos siendo funcionales a la matriz que reproduce los estereotipos violentos que nos rodean.
“Si eres neutral ante la injusticia, has elegido estar del lado del opresor”.