Si lo piensas fríamente, todos los días sobrevivimos. La supervivencia está en todo lo que hacemos. Somos cazadores-recolectores, ya sea en el sentido literal o en el equivalente figurado moderno: a pesar que hayamos evolucionado, que comamos con utensilios, nos bañemos todos los días e infinitos etcéteras, el instinto sigue ahí. Y aunque hayamos olvidado lo básico de cómo vivir sin los lujos de la modernidad, las narrativas de supervivencia o supervivientes, ya sea en libros, series de televisión o películas, es son de las más populares entre los espectadores.
En los últimos años, varios de los mayores éxitos de taquilla fueron historias ficticias de supervivientes, generalmente adaptadas de novelas. The Revenant (2015), basada en la novela de Michael Punke, esa historia brutal y casi real de Hugh Glass, un cazador de pieles mutilado por un oso y abandonado para morir. No nos olvidemos de The Martian (2015), basada en el libro de Andy Weir, esa historia de supervivencia sobre un astronauta abandonado en Marte que tiene que encontrar una manera de vivir durante más de un año antes de que llegue el rescate. Pero también hay desgarradoras historias reales, como 127 hours (2010) basada en la autobiografía de Aron Lee Ralston titulada Entre la espada y la pared o la historia del equipo de rugby uruguayo cuyo avión se estrelló en los Andes reflejada en la actual explosión que está teniendo La Sociedad de la Nieve en Netflix.
La simplicidad y la naturaleza instintiva de las historia de supervivencia atraen a un nivel primario. Es una forma de reducir la complejidad del mundo a las necesidades humanas más básicas: alimentos, agua, refugio, calor. Leer los libros mencionados, ver estas películas o directamente ver Discovery Channel en exceso nos traslada a un mundo de posibilidades primigenias; nos aleja de la comodidad y nos lleva al aislamiento y al peligro, donde la vida y la muerte recaen directamente sobre nuestros propios hombros. Básicamente nos muestran una forma de vida alternativa, nos permiten ver y apreciar la naturaleza en su forma más salvaje y hermosa, junto con la conexión del hombre con ella; nos empujan a preguntarnos: ¿qué haría yo? ¿Sobreviviría si esto me pasara? ¿Realmente podría comer eso?
Lo interesante es que, al ser un un tema tan cautivador, trasciende géneros y épocas. Desde paisajes postapocalípticos hasta dramas históricos y narrativas basadas en personajes, tanto la pantalla grande como la chica han sido lienzos para que los artistas representen el espíritu humano indomable frente a la adversidad.
Piensa en los paisajes apocalípticos. Películas como Mad Max: Fury Road (2015) y series de televisión como The Walking Dead presentan al público páramos desolados donde la sociedad se ha desmoronado, dejando solo a los más resistentes para navegar la nueva y dura realidad. Y es que la tenacidad del espíritu humano a medida que los personajes se adaptan, forman alianzas y enfrentan sus miedos más profundos para sobrevivir en un mundo desprovisto de las comodidades de la civilización es una constante.
Esta característica la vemos también en los ámbitos ficticios de los escenarios de los dramas históricos, los cuales también arrojan luz sobre el instinto de supervivencia a través de acontecimientos de la vida real. Spielberg lo entendió muy bien y su The Schindler’s List (1994) y Band of Brothers muestran a individuos que enfrentan las atrocidades de la guerra, tal vez el hecho de la vida real que más ataca al sentimiento de resiliencia física, profundizando en el costo emocional y psicológico que soportan los individuos.
Pero hay algo que es una constante en las producciones de supervivencia y que escapa al alimento, la respiración… bah, a lo físico: el comentario social. El cine y las series de televisión utilizan el instinto de supervivencia para reflexionar sobre temas contemporáneos. En películas como Children of Men (2006) y series como The Handmaid’s Tale, las sociedades distópicas resaltan la fragilidad de los derechos humanos y las estructuras sociales. El instinto de supervivencia se convierte en una herramienta de resistencia, que muestra el impulso humano para resistir la opresión y luchar por un futuro mejor. Estas narrativas sirven como advertencias e instan al público a contemplar las consecuencias de la complacencia social y la importancia de la resiliencia frente a la injusticia.
Como cultura, tendemos a tener un cierto grado de desapego de los orígenes de nuestros alimentos. Compramos nuestra carne cortada, no nos gusta pensar en cómo llegó allí. Y eso es peligroso: nos desapegamos de la realidad. Las historias de supervivencia nos alertan de esta falla: la necesidad de comida y agua en una narrativa de supervivencia es absoluta; es la única necesidad que tiene el personaje, bah, es la única necesidad que tienen todos los seres humanos para serlo. Y es que no hay nada más básico que eso, nada más importante.
Como dije en el comienzo del artículo, nuestro objetivo en esta existencia es simplemente sobrevivir. Las historias de supervivencia nos preguntan qué haríamos para sobrevivir. Y la respuesta fría y calculada sería siempre la misma: cualquier cosa.