Escándalos de Hollywood: la banalización de la realidad - Spoiler Time

Escándalos de Hollywood: la banalización de la realidad

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Vicky Reptile analiza cómo Hollywood transforma todo escándalo en un problema banal.

Hollywood: sol californiano, grandes producciones cinematográficas, estrellas que rebosan encanto y dinero. Pero también escándalos. Desde que Hollywood es Hollywood que aquellos y aquellas que trabajan para la gran industria del cine se ven involucrados en rencillas, peleas, que a veces tienen que ver con su trabajo y, muchas otras, tienen que ver con su vida privada pero que, debido a su status social de figuras públicas, termina bajo la lupa de todo el que quiera mirar.

Sin ir más lejos, el ejemplo más reciente fue el enfrentamiento judicial entre Johnny Depp y Amber Heard. Los actores, que estuvieron casados aproximadamente un año y hace seis que vienen luchando con dichos y entredichos acerca de qué fue lo que realmente sucedió entre ellos, finalmente llevaron su caso a la corte, en un caso por difamación en el que Johnny Depp acusaba a Amber Heard, y el mundo entero pudo verlo. Minuto a minuto. Y comentarlo también.

¿Quién no quiere saber cómo viven los ricos y famosos? ¿Quién no quiere enterarse sus miserias? Quizás sea por eso que, cuando algún trapito sucio sale a ventilarse y viene de Hollywood, nos atrapa como la miel a las moscas. En el caso Depp vs. Heard, el mundo entero se vio rendido ante un juicio bizarro, agotador, crudo y, por sobre todas las cosas, increíblemente patético. Y sin embargo, ese juicio en el que se ventilaron escenas de violencia, mensajes privados de una pareja, imágenes escatológicas y más, se tradujo en cientos de followers y monetización de cuentas para creadores de contenido inteligentes y ávidos que supieron reducirlo a un producto digerible para las redes sociales.

Un juicio que, si bien era por difamación, tenía de trasfondo escenas de violencia doméstica, terminó convirtiéndose en una batalla campal de comentarios en Internet de los dos bandos. Memes, Tik-Toks y hasta merchandasing terminó siendo el resultado del final escandaloso de un matrimonio brevísimo entre dos personas que ninguno de nosotros, meros followers, conocemos.

Y no es la primera vez que esto sucede. Hollywood es terreno fértil desde siempre para los escándalos y para la banalización de los mismos. Tampoco debemos irnos tan lejos para recordar a Harvey Weinstein y el escándalo que supuso enterarse que el famoso productor ejercía toda clase de abusos sobre actrices, directoras y otras trabajadoras de la industria haciendo uso de su poder. Sin embargo, en lugar de quedarse en una denuncia legal, lo que sucedió con Harvey Weinstein terminó dando a luz a un movimiento, el #MeToo, que también terminó banalizándose de manera escandalosa. Actrices activistas más radicalizadas, como RoseMcGowan, comenzaron a señalar con el dedo a otras por haber sido supuestas cómplices, o por no apoyar a quienes denunciaban, o por lucir el luto silencioso en los Óscar sin haber luchado nunca por las causas feministas. Enfrentamientos en Twitter, comunicados en Instagram, agentes de prensa que salían a hacer declaraciones en nombre de sus representadas y más terminó dejando a Weinstein en el fondo del escenario, casi olvidado, convirtiendo la causa del #MeToo en una batalla para ver quién era más feminista.

Ese es el modo Hollywood de tratar sus escándalos: causas reales, con trasfondos serios y preocupantes, que terminan traduciéndose en discusiones banales, en poses para la prensa y, desde la llegada de las redes sociales, en comentarios satíricos, memes y vaciamiento de contenido real de estas problemáticas. Y no es porque las redes sociales sean el enemigo que todo lo destruye, no. Sino porque su propia identidad, la inmediatez que suponen, hace que todo el tiempo tengamos que estar masticando y deglutiendo nueva información de manera voraz, sin poder darle el trato que se precisa.

El problema no son las redes sociales. El problema es llevar a las redes sociales, al terreno anónimo de Internet, problemáticas que precisan reflexión y tiempo para desarrollarse. Cuando banalizamos un caso como el de Johhny Depp y Amber Heard en un versus casi futbolero perdemos de vista que, en el medio, hubo un matrimonio en el cual la violencia fue parte clave. Cuando demonizamos en memes y Tik-Toks a Amber Heard o a Johnny Depp estamos transmitiendo un mensaje nefasto para las personas que sufren violencia doméstica, sean hombres o mujeres. Quien esté en una situación similar tranquilamente puede horrorizarse y atemorizarse demás y negarse a denunciar al ver cómo, incluso entre personas ricas, famosas y poderosas, un caso como este puede convertirse en un escándalo bizarro que poco tiene de justicia.

Como decía anteriormente, los escándalos de Hollywood, a nosotros, meros mortales, nos atraen como la miel a las moscas. Nos encanta descubrir la falla, la grieta en la fachada de las grandes figuras esplendorosas que admiramos. Hay una morbosidad deliciosa de la que casi nadie escapa en ver cómo los ídolos se desploman. Y el problema está particularmente ahí. En nuestra idealización de seres humanos comunes y corrientes que, lamentablemente, por las injusticias de un sistema económico que excluye a cada vez más gente, viven vidas llenas de glamour, fama y dinero como si fueran dioses que caminan sobre la Tierra.

Cuando adoramos a figuras hollywoodenses y las despojamos de su condición de humanos, convertimos a sus problemas en algo completamente irreal, en mero entretenimiento, como si a nosotros no pudiera sucedernos jamás. Pero cuando empezamos a escarbar los trasfondos de los escándalos, descubrimos causas reales y humanas que deberían ser analizadas en lo privado o, al menos, con el respeto y la seriedad necesarios para hablar de ellas.

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