In the Mood for Love es la obra maestra de Wong Kar Wai

Escribir del cine de la década del 2000 significa describir cambios en la forma en que se concebía al cine mismo. Podemos empezar con que Bryan Singer dirigió X-Men (2000), la que sería la película de superhéroes que iniciaría la nueva ola de lo que es ahora casi un género en sí mismo. También sería hablar sobre el tiempo bala de las hermanas Wachowski y su efecto dentro de la concepción del propio cine, su realidad y filosofía, sin hablar de la revolución que iniciaron en el quehacer de los efectos cinematográficos.

Dentro de toda esta revolución cinemática Wong Kai Wai dirige y escribe In the Mood for Love, una obra que en retrospectiva, siempre a la espera de que un autor pueda proporcionar aún una obra más trascendente, hoy en día se ha convertido en una obra maestra que trasciende la pantalla por medio de sus imágenes e historia.

Chow es un hombre que vive en un edificio a donde Su se muda con su marido. Ambos llevan matrimonios que son marcados por las ausencias y las carencias de quienes los acompañan. Estas soledades encontradas los llevan a un conqueteo y un romance prácticamente imposible. Y es esta incapacidad de amarse en su totalidad lo que los lleva a una fatalidad sentimental entre ambos.

In the Mood for Love es relevante y épica por una sencilla razón: su narrativa visual. Wong Kar Wai coloca su cámara de forma que parezca que estamos viendo algo que no deberíamos de ver y mucho menos saber. Siempre entre las rendijas de la puerta, en los reflejos de los espejos o detrás de las cabezas de los personajes. Pareciera que todo el tiempo estamos siendo testigos de algo indebido y moralmente faltante. Pero es totalmente el propósito del director llevar por estos planos a su espectador porque va acompañado de una empatía por los personajes que estamos espiando. Es esta soledad, de la cual ya nos hizo participes, la que logra que también seamos cómplices del secreto y de lo que es moral y socialmente indebido.

Wong Kay Wai siempre juega con el dramatismo imagológico por medio de la constante lluvia que enmarca los encuentros entre Chow y Su. Los colores de los sets, que contrastan con el vestuario de los personajes, es cuidadoso en extremo para resaltar las emociones que el director quiere expresar. El director coloca siempre algo rojo cuando están juntos, aunque ellos deben permanecer un tanto estoicos ante sus emociones para no dar rienda suelta a lo que sienten el uno por el otro y esta contención emocional siempre es comunicada por colores fríos y opacos. Simplemente su semiótica es excepcional.

Esta obra maestra de Wong Kar Wai representa lo que perfectamente decía Hitchcock: la historia se debe contar con imágenes y planos en la medida de lo posible y no depender tanto del diálogo. Este elemento puramente visual hace del trabajo del director emocionalmente relevante y se queda más tiempo en la mente del espectador, de quien admira los planos y sabe apreciarlos por lo que comunican.

Es gracias a los planos y los simbolismos visuales por medio de los colores que notamos los sentimientos de los personajes al carecer totalmente de emocionalismos verbales como un “te amo”, un “te quiero” o un “te extraño”. Este recurso dota de un significado aún más subjetivo al ser interpretado por el espectador y esto lo hace emocionalmente más relevante.

Sin duda, el trabajo de Wong Kay Wai es digno de estudiarse y analizarse en su forma y fondo porque nunca descuida ambos elementos, siempre los lleva de la mano para comunicar correctamente su historia al espectador. Es un maestro de la imagen, de los planos, de lo que no se dice pero que aún así se comunica. Es un maestro del cine.

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