La semana pasada se estrenó en todos los cines la que será la última incursión de Harrison Ford con látigo y sombrero. Indiana Jones and the Dial of Destiny forma parte del grupo selecto de los grandes blockbusters aterrizados en este 2023 que salieron airosos. Aunque con opiniones encontradas, gran parte de la crítica resaltó ciertos puntos: que el cast, que los efectos especiales, que la inteligencia artificial, que el guión, que la dirección, que la nostalgia… Pero nadie ni nada, o por lo menos los más renombrados críticos y medios, pusieron el ojo sobre la verdadera virtud de la cinta: su incorrección política si hablamos desde esta época.
Antes de proseguir con la lectura de este artículo, te advierto: ¡SPOILERS!
Salí del cine y me pregunté “¿acaso estoy viendo una película producida por Walt Disney Pictures y Lucasfilm Ltd. y distribuida, obviamente, por Walt Disney Studios Motion Pictures?”. Mi respuesta fue un rotundo sí, tuve que consultar Wikipedia para salir de mi asombro. Y es que, entre otras cosas, tenemos a Shaunette Renée Wilson como Mason, una agente del Gobierno de los Estados Unidos, pero no una cualquiera, sino de color. Cuando la vi dije “sí, Disney ha vuelto a hacerlo, el cupo de actores secundarios negros está completo y seguramente tendrá influencia en la trama”, hasta que el personaje recibió un balazo a mitad del largometraje. Y para aquellos que sienten esta aparición como forzada, la misma Wilson reflexionó sobre el tema, llegando a la conclusión que su rol era pertinente: las conexiones gubernamentales de su personaje encajan en la historia de manera similar a cómo la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reclutaron agentes de raza negra para infiltrarse en el Partido de Las Panteras Negras en la década de 1960.
Antes de ese evento, la Helena Shaw de Phoebe Waller-Bridge se vale de sí misma para escapar de una escaramuza a la vez que de su ex pareja en Tangier, ciudad de Marruecos, mostrándose como una verdadera estafadora y rompecorazones, teniendo una corta línea resaltando que una joven podía ser astuta, arrojada, libre. Pero tampoco es que esta cuestión, la misma que raya con lo feminista metido a presión, pasa a ser primordial, ni en ese momento ni en la trama general.
A su vez, unos minutos después, la que nos enteramos que es ahijada de Indy, no deja de coquetear o hacer suspirar con y a masculinos, una y otra vez: primero, ni bien el grupo de nuestros héroes hacen pie en Sicilia, unos muchachos hacen una placa de rayos X con sus miradas a Helena; luego, en el bote de Renaldo, un viejo amigo de Jones especialista en buceo interpretado por Antonio Banderas, la pequeña estafadora hace comentarios graciosos con un tinte de sobre un tripulante.
Si a lo anterior le sumamos que al comienzo vemos a un Indy sumido en una profunda depresión por el alejamiento de su esposa Marion Ravenwood, su eterna damicela interpretada por Karen Allen, con quien al final de la cinta vuelve a encontrarse, abrazarse y besarse, algo queda en claro: el amor heterosexual es el que triunfa en Indiana Jones and the Dial of Destiny.
Indiana Jones and the Dial of Destiny tal vez no sea el estreno del año, pero cumple. La nostalgia es bien retribuida, y no solo porque ciertos personajes volvieron, o porque los enemigos elegidos eran los necesarios, o porque la trama era lo suficientemente fantástica para saciar nuestra sed de aventuras: la trama se siente natural y perfectamente adaptada a los tiempos que corrían, corrieron y correrán. Es como volver al pasado, pero completo, como si ese Dial del Destino realmente funcionara, a y en todos los niveles.
