Infancia, entretenimiento y trabajo: la delgada línea entre el arte y la explotación infantil - Spoiler Time

Infancia, entretenimiento y trabajo: la delgada línea entre el arte y la explotación infantil

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No nos extraña que sean tan pocos los niños actores que logran construir una carrera, pero sobre todo una vida estable.

Son muchos los países del mundo que ofrecen un resguardo especial a los niños. Esto incluye la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas que reconoce su derecho “a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”. Esta defensa legal, por extraño que parezca, suele romperse frente a las narices del mundo entero en actividades que someten a los pequeños a una presión desmedida hasta para un adulto. Sucede en el mundo de los deportes que los convierte en atletas de alto rendimiento para competiciones como los Juegos Olímpicos; en el de la música donde deben cumplir con largas y desgastantes giras; y en el de la actuación donde alcanzan una fama inusitada desde muy temprana edad. Centrémonos en este último.

Nadie se atrevería a decir que filmar una película o serie es una actividad peligrosa. Al menos no lo es en el sentido convencional de la palabra, que suele reservada para el trabajo industrial que comenzó durante la Revolución Industrial y que todavía se práctica en varios países en vías de desarrollo. Todo lo contrario. De hecho, la interpretación infantil suele ser vista como una oportunidad de ensueño, una puerta de acceso a un mundo de fama y fortuna desde temprana edad, además de una labor sumamente protegida por distintas leyes nacionales y locales.

El marco legal restringe las horas de trabajo, ya que un niño actor nunca podrá trabajar el mismo tiempo que un adulto. También garantiza su educación, ya sea en su colegio habitual o con maestros particulares cuando las condiciones del rodaje así lo exigen, como puede ser el caso de una producción en el extranjero. Resguarda además su legado económico, como sería el caso de la mítica Acta Coogan de 1939, que protege un porcentaje de sus ganancias para cuando alcancen la mayoría de edad.  Y claro, favorece la incorporación de cláusulas y esfuerzos particulares que contribuyan al óptimo desarrollo de los niños. Tal sería la incluida en el contrato de Alfonso Cuarón para Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004) que le prohibía decir insultos frente a los menores de edad o la actitud extremadamente amigable de Bill Skarsgård en el set de Eso (2017) para que su caracterización de Pennywise no provocara temores extremos en el joven Club de los Perdedores.

Pero la historia nos dice que ni siquiera estas medidas y precauciones pueden evitar que la profesión atente en mayor o menor medida contra la normalidad de los menores. Después de todo, sus compromisos los obligan a sacrificar tiempo con familiares o amigos, así como la realización de otras actividades de su interés. Ni qué decir de la imposibilidad de salir a la calle sin ser reconocidos y en casos extremos, idolatrados. Todo este sacrificio para que en muchos casos caigan en el olvido, ya sea por el encasillamiento o por la pérdida de su encanto infantil. Situaciones que han aquejado a tantos niños actores a lo largo de la historia, siendo Shirley Temple el ejemplo por excelencia: comenzó a trabajar a los tres años de edad, su inocencia conmovió a las audiencias estadounidenses en tiempos difíciles como fue la Gran Depresión, fue admirada por figuras como Franklin D. Roosevelt, Amelia Earhart y J. Edgar Hoover, y finalmente fue desechada cuando creció al ser señalada como “una adolescente insignificante” [vía]. Luego de muchos intentos fallidos por continuar en la profesión, lo que incluyó desencantos y acosos, optó por retirarse a los 22 años. Compartió su sentir en su autobiografía Child Star.

No nos olvidemos de los dilemas existenciales que les aquejan conforme van creciendo, entre las que destacan las dudas sobre si deberían mantenerse en la profesión una vez alcanzada la edad adulta. Tal fue el caso de Emma Watson, quien aprovechó Return to Hogwarts (2022) para confesar se vio tentada a dejar la saga mágica tras experimentar todo tipo de preocupaciones sobre su futuro durante el rodaje de Harry Potter y la Orden del Fénix (2007): “estaba asustada. No sé si alguna vez sintieron que [la profesión] llegó a un punto de inflexión en el que dijeron: ‘Esto es para siempre ahora’ “, Vaya que sí, al grado que algunos rumores señalan que la actriz sufrió bullying durante los estudios universitarios que cursó una vez terminada la franquicia, con sus compañeros de clase clamando “puntos para Gryffindor” cada que respondía una respuesta adecuadamente. La actriz negó la aseveración en comunicado de prensa.

La situación se magnifica con el estrés de tener que soportar proyectos, en muchos casos multimillonarios y de gran popularidad, sobre sus inexpertos hombres. Tal fue el caso de Jake Lloyd, cuyo casting de Anakin Skywalker en La amenaza fantasma (1999) parecía conducirle a lo más alto de la fama, cuando realmente lo llevó a “un infierno viviente”. Así es como el actor describe su vida tras su paso por Star Wars [vía]: “los niños fueron realmente crueles conmigo. Hacían sonidos de sables cada vez que me veían […]. Tenía que hacer hasta 60 entrevistas al día […]. He aprendido a odiar cada que las cámaras me apuntan”. No es lo único que detesta, ya que se deshizo de todos sus coleccionables de la saga y muy especialmente de todos los que incluían su imagen. Se retiró de la actuación en 2002 con la intención de tener una infancia lo más normal posible.

Para terminar el rompimiento familiar, casi siempre con los padres, quienes suelen ser los responsables de adentrar a los niños en este mundo. Hay muchas razones por las que esto sucede como son el apoyo de un inocente sueño infantil, el deseo de que los hijos continúen con el legado de sus padres o la más pura ambición de los adultos. Si esta último resuena con especial fuerza es por lo mediático que es. Ahí está Macaulay Culkin quien debió emprender una dura batalla legal para emanciparse de sus padres, quienes controlaban sus fondos de casi $20 millones de dólares. Caso similar al de Britney Spears, quien incursionó en el espectáculo con The Mickey Mouse Club y quien pudo desvincularse de su padre apenas en 2021.

Y finalmente, aunque no por ello menos importante, las consecuencias de todo esto. La historia del entretenimiento está repleta de niños actores que terminan sumidos en toda clase de dificultades una vez alcanzada la madurez, como son las adicciones, los conflictos económicos y los problemas emocionales. Una lista prácticamente interminable que incluye nombres como Tatum O’Neal, Gary Coleman, Jeremy Jackson, Corey Haim, Drew Barrymore, Lindsay Lohan, Amanda Bynes, entre muchos, muchos otros.

Tal vez la actuación infantil no sea una profesión peligrosa, pero para nada está exenta de riesgos. Y es que ni siquiera toda la protección legal que existe en la actualidad es suficiente el sano desarrollo de los niños actores. Una historia añeja y que desafortunadamente no parece destinada a tener fin.

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