Una temporada antes que Atlanta estallara estaba Insecure. Esta serie de HBO, protagonizada por Issa Rae (en el papel de Issa Dee), nos arroja por la cabeza, sin medias tintas, la vida de una mujer negra de 30 años recién cumplidos del Los Ángeles.
Tanto Issa como su cómplice de vida, Molly Carter (Yvonne Orji), tienen el común denominador del color de piel. Hasta ahí llegan. Issa comienza su exposición de vida conviviendo con su novio Lawrence, afroamericano desocupado, que busca desarrollar una app que lo salve económicamente. Tan subestimado es este personaje, que los productores no se tomaron el trabajo de decirnos su apellido.
Ellos tres son el corazón de la serie. Ahora espiémoslos un poco más por dentro.
Issa trabaja en una organización no gubernamental (ONG), denominada We got y’all, comandada por una mujer blanca (pónganle un alfiler a este dato). Esta ONG va a las escuelas preuniversitarias a darles material pedagógico a los niños e impartirles clases de apoyo. Obviamente, su público es negro/latino. El verdadero sueño de Issa era ser rapera, y lo deja volar frente al espejo o con un exnovio que reaparece. Solo con su magro ingreso debe mantener un departamento donde su pareja y ella comparten techo. Esto trae, obviamente, diversos choques entre ambos.
Molly es una abogada, muy dedicada (sin vida privada), con el ansia de progresar en una firma legal de LA. Por más que su labor es muy bien considerada, no encuentra la forma de ascender y comienza a sospechar que se trata de su condición de mujer de color.
¿La nueva comedia negra?
Aquí me gustaría trazar el paralelismo con Atlanta, ya que noté coincidencias sociales notorias.
En ambas series los protagonistas, negros, interactúan entre ellos de una forma en la que los blancos no pueden, por obvias razones, pero, cuando les toca relacionarse con los caucásicos lo hacen desde una perspectiva ácida, casi insultante. Los personajes no afroamericanos son, como mínimo, torpes, inocentones, casi rozando lo estúpido; y es -ahí- donde estas dos emisiones son revolucionarias.
Por fin hay programas donde los pisoteados de siempre recojen el guante y asestan el golpe llamando al duelo. Se terminó el miedo.
Issa critica a sus pares blancos con una frialdad chocante. En las apariciones en su lugar de trabajo demuestra que la jefa, caucásica ella (¿recuerdan?), y el resto del staff no entienden la problemática negra desde adentro. Yerran en el acercamiento con los jóvenes y se expresan condescendientemente hacia la protagonista y respecto al resto de los afroamericanos. El nombre de la ONG es, desde el vamos, una burla involuntaria al slang. La famosa sobrecorrección política. Donde Molly, pasa lo mismo, los blancos no la respetan, la menosprecian. No hay uno que se salve.
Ambas, socialmente, se encuentran incómodas, no saben bien cómo comportarse, cómo conseguir pareja (sea ocasional o no) y eso lleva a diálogos con fuerte contenido sexual.
Por otra parte, también se termina el paradigma que existía de la familia, donde la unión entre los integrantes de la misma era fuerte, indisoluble (las de Cosby; Family Matters; The Jeffersons, etc.). En estas o no los conocemos o se rechazan. Es cada personaje por su cuenta.
Insecure, al abrir el camino de este tipo de programas, no posee el delirio de Atlanta: tiene un guión -definitivamente- más atado a la realidad y, por ello, el humor es más reflexivo.
La protagonista menos pensada
Issa, en tres temporadas (cuando esto se escribió), ha recorrido un largo camino de autoconocimiento, en el que -pocas veces- utilizó sus propias conclusiones positivamente. Esto la mantiene (y nos mantiene) expectantes del qué vendrá?, que podría hacer una afroamericana para superar este obstáculo?
Definitivamente, no somos sus fans, porque no se mueve como una protagonista dulce y querible, para nada. Tampoco le deseamos lo peor, obvio. Está bien motivada… Pero eso no es suficiente, sobre todo para conseguir la tan ansiada revancha…