Aunque las primeras transmisiones públicas por televisión iniciaron en el año 1927 en Inglaterra, tuvieron que pasar casi 30 años para que el gobierno (de los Estados Unidos en este caso) decidiera legislar los contenidos para menores de edad.
Y es que aunque The Ed Sullivan Show inició como programa familiar en 1948, a los censores no les agradó nada ver a Elvis Presley “moviendo la pelvis” a ritmo de Ready Teddy, aquella noche calurosa de 1956.
¡Uf, el escándalo!
De allí entonces –y cada país en este planeta tendrá su propia historia– se convertiría en uso común establecer horarios nocturnos a fin de complacer a dos frentes: gente hipersensible/padres preocupados y los patrocinadores que “daban de comer” a staff y celebridades de series, películas y programas dirigidos a quienes realmente consumen, los adultos.
Pero los tiempos cambian, y tras la actual y creciente tendencia mundial a sumar plataformas de streaming, contenidos digitales “engañosamente perpetuos” (según Hideo Kojima), la pregunta obligada es: ¿es todavía vigente un sistema de horarios, a fin de proteger que los más pequeños vean cosas que no deberían todavía?
Antes bastaba un divertido “toque de queda”, como el de La Familia Telerín, para indicar que los niños ya no deberían andar viendo la TV.
¿Es práctico hoy en día o ya es obsoleto?
“¡Hasta la pregunta es necia!”, diría el abuelo. ¿Cómo implementar un sistema que solo permita ver ciertas series o películas en un horario nocturno? Es más, ¿de qué serviría? ¿No sería más sencillo para un puberto en pleno despertar hormonal ver cómo Alexandra Daddario se despoja de su blusa en True Detective desde su dispositivo, bajo sus sábanas, cuando sus confiados padres duermen a pierna suelta?
La movilidad y sencillez para ver contenidos no aptos hace mucho más sencillo para las generaciones actuales ver contenidos “ilícitos”, que lo que a sus papás o tíos nos costaba caminar sigilosamente hacia la TV a las 11 de la noche, encenderla y ser traicionados por la melodiosa intro de Las Gatitas de Porcel. ¡Todavía me duelen esos cinturonazos!
De todos modos... ¡no se respeta!
Ahora, otro detalle importante: tiene ya algunos años que, por lo menos en América Latina, difícilmente se respetan ya los patrones de censura horaria.
Un ejemplo: en México, aunque la SEGOB y la RTC multaban –desde la década de 1960 y hasta finales de inicio de este siglo– a canales y celebridades por “lenguaje soez”, desnudos y violencia explícita en “horario familiar”, fue sensiblemente notorio un cambio en las reglas de transmisión horaria por edades, permitiendo desde el año 2015 contenidos para adolescentes y adultos desde las 19 horas y sólo para adultos desde las 21 horas, mientras que en otros países latinos como Argentina, Ecuador, Chile, Venezuela y Perú la regla sigue operando a partir de las 10 de la noche.
Peor aún –y cueste lo que cueste la multa– ¡hay veces que no se respeta en absoluto el horario! ¿Cómo olvidad aquél pezón “metálico” de Janet Jackson en pleno Super Bowl XXXVIII, o el reciente boob flash de la irreverente Niurka? “El rating lo vale”, como diría el fallecido amo del espectáculo, Raúl Velasco.
¿En quién queda ahora la responsabilidad?
La respuesta es exactamente la misma que hace décadas: a los padres o tutores que habitan con los menores en cuestión. Si un adulto irresponsable ve o deja que un niño de 8 años de edad Oscuro deseo, Rick & Morty o Euphoria, no podría esperar que las consecuencias sean inofensivas, tal como dejar a una pequeña de 10 años jugando Mortal Kombat 11 con su amiguita de clase, ¿verdad?
Queda claro que aquel funcional sistema de antaño para que menores no tengan acceso a contenidos no apropiados para su edad es un sistema anquilosado para nuestra era de convergencia digital, donde se precisan adultos responsables que mantengan los valores y maduración de los pequeños en su lugar y debido momento.