2019 parece ser un año decisivo para el género de la comedia en el cine hollywoodense. Con el estreno de Booksmart y Good Boys (Chicos buenos, 2019) queda comprobado que es posible seguir encontrando humor y risas en una época minada por movimientos sociales y culturales que sugieren una sobriedad innecesaria. Dirigida por Gene Stupnitsky (en su debut cinematográfico), Good Boys es un coming of age hilarante con influencias de Dazed and Confused (1993), American Pie (1999) y Superbad (2007) que es sensible a los cambios sociales que se han dado en los últimos años, específicamente a aquellos relacionados con la figura femenina en una cinta predominantemente masculina. Gracias a las sólidas actuaciones de su joven elenco y a un guion que sabe diferenciar lo chistoso de lo vulgar, Good Boys resulta una de las mejores comedias de este año.
Good Boys sigue a Max (Jacob Tremblay), Lucas (Keith L. Williams) y Thor (Brady Noon) en su último año de primaria (sixth grade en Estados Unidos). Max es el líder del grupo y a diferencia de sus amigos, el único que tiene posibilidades de ser popular cuando recibe una invitación a la casa de Soren (Izaac Wang), el chico más popular de su generación. Sin embargo, para Max esta invitación tiene un significado especial, ya que tendrá la oportunidad de convivir su amor platónico, Brixlee (Millie Davis). Desgraciadamente, el día de la fiesta, los chicos se ponen nerviosos ante la posibilidad de dar su primer beso y es por esto que deciden robar el dron del papá de Max (Will Forte) para espiar a sus vecinas, Hannah (Molly Gordon) y Lilly (Midori Francis). Esta investigación que conducen los chicos termina en desastre cuando el dron es destruido por accidente y el grupo tiene que conseguir dinero para comprar uno nuevo antes de que el papá de Max regrese de viaje. Mientras huyen de Hannah y Lilly, quienes los persiguen por haber robado sus drogas, los chicos se dan cuenta de lo mucho que han cambiado con el tiempo y las diferencias tan marcadas que ahora existen entre ellos.
A veces, en algunas películas, existe un personaje interpretado por un niño (o niña) que es sumamente irritante y que se dedica a ser un obstáculo en la vida de los personajes principales. Ejemplos hay muchos: el personaje de Dakota Fanning en War of the Worlds (2005), Tim y Lex de Jurassic Park (1993) y Charlie en The Purge (2013). Lo anterior ocurre porque los niños rara vez están escritos conforme a su edad, ocasionando que en el cine se comporten y tengan habilidades o características que son totalmente inverosímiles. Afortunadamente, Good Boys está al tanto de esto y lo evita completamente con ayuda de un talentoso elenco y un guion que nunca usa el coming of age como excusa para situar a sus protagonistas en contextos forzados o fantasiosos. Asimismo, la película apuesta por una comedia más inteligente al no usar el rito de pasaje como una excusa para transformar la inocencia en una afirmación de esa masculinidad tóxica que comprueba el crecimiento de los personajes en filmes de este género.
Al igual que Booksmart, Good Boys es entrañable porque nunca trata de cambiar a sus personajes o señalar sus personalidades y carácter como erróneos. En lugar de convencer al espectador de que sus personajes necesitan crecer y, por lo tanto cambiar, el guion induce a la audiencia a sentir lo contrario: uno no quiere que este grupo de amigos se separe y cuando inevitablemente lo hace por distintas razones, el público sufre con ellos. Max (Tremblay), en papel, por ejemplo, tenía el potencial de ser completamente despreciable, pero gracias a la interpretación de Jacob Tremblay, el personaje se convierte en la brújula de este grupo de amigos y en alguien sumamente adorable al no tener miedo de mostrarse vulnerable ante la figura femenina.
De igual forma, la película toma la astuta decisión de mostrar a Thor (Noon) como un artista en potencia sin que esto sea motivo de burla o incida en su relación con los demás personajes. La cinta pudo haber tomado el camino fácil y usar a Thor como punching bag de la historia, pero en su lugar, el filme prefiere explorar el conflicto interno que vive el personaje con su inseguridad y sus fallidos intentos por pertenecer a un grupo distinto al de sus amigos. Por último, Keith L. Williams roba varias de las escenas en las que interpreta a Lucas gracias a los divertidos diálogos que tiene su personaje, el cual se comporta como el más adulto del grupo después de recibir la noticia de que sus padres se están divorciando.
Pero...
Si existe algún inconveniente es que la película es sumamente corta para todo el potencial que construye y las infinitas posibilidades que dan los escenarios para que los personajes sigan contando su historia. En el género de la comedia, las secuelas pocas veces tienen algo nuevo que decir; no obstante, en Good Boys, definitivamente existe material para seguir explorando las vidas de estos personajes en el futuro y en otros contextos.
Asimismo, es interesante anotar que Gene Stupnitsky no sólo dirigió el filme, sino que también lo escribió en conjunto con Lee Eisenberg, quien también fuera su coguionista en Year One (2009) y Bad Teacher (2011). A pesar de esto, Stupnitsky y Eisenberg no le apuestan a la misma comedia de sus cintas anteriores y muestran cierta refinación en su tono que hace lucir a Good Boys como el mejor de sus trabajos hasta la fecha.
Veredicto
¿Es posible seguir riéndonos en una época donde la comedia parece tabú? Por supuesto que sí, pero tal y como Good Boys lo reafirma este año, la mejor comedia surge cuando las risas se encuentran en uno mismo. Good Boys logra la extraña proeza de nunca usar la comedia como excusa para incomodar a cierto grupo o ideología y, al mismo tiempo, evita que sus personajes sean encasillados en los estereotipos de la comedia gracias a un guion que los trata como seres humanos complejos y no como las caricaturas que a veces suelen ser los niños y niñas en cualquier proyecto cinematográfico.