De la ciencia ficción futurista, pasando por alienígenas de todo tipo hasta una trágica historia de amor en el barco más famoso del mundo, James Cameron lo ha hecho todo. Capaz de obtener logros inimaginados y creador de algunas de las tecnologías más revolucionarias de la industria del cine, este director es sin duda uno de los que quedará para siempre en la historia dorada de las películas.
¿Quién es James Cameron? Sigue leyendo, a continuación revisaremos juntos su historia, sus orígenes, sus logros, sus fracasos y sus obsesiones.
Director, guionista, productor de cine, editor, ingeniero, filántropo y explorador marino. ¡Ni Tony Stark se atrevió a tanto! Y sin embargo, ese es James Cameron, el hombre nacido en Kapuskasing, una ciudad canadiense, el 16 de agosto de 1954. Su padre, Philip, era ingeniero eléctrico y su madre, Shirley, era enfermera y artista. Quizás, la combinación genética de estos dos seres humanos es lo que dio como resultado a este cineasta visionario que no teme a soñar con películas espectaculares pero que, además, luego pone manos a la obra para realizarlas.
Desde pequeño, James demostró un gran interés y una gran habilidad para la ciencia, elaborando proyectos y construyendo cosas cuando era niño, como botecitos, autos, catapultas y más. En la adolescencia, sin embargo, más precisamente en 1968, llegó aquello que le cambiaría la vida: el estreno de 2001: A Space Odyssey. El filme de ciencia ficción dirigido por Stanley Kubrick fue el que despertó el germen cineasta en Cameron, quien en seguida se puso a experimentar fotografiando naves espaciales construidas por él mismo.
Sin embargo, cuando le llegó el momento de elegir entre la ciencia y el arte, James Cameron no supo qué hacer. Su primer oficio, de hecho, nada tuvo que ver con ninguna de las dos cosas, ya que fue camionero. Pero el cine le guardaba otro llamado de atención con el estreno de Star Wars: Episodio IV, que reavivó la llama de Cameron por las películas de ciencia ficción.
Así, entre viajes en camión, Cameron comenzó a formarse por su cuenta en el arte del cine y, sobre todo, en la realización de efectos especiales. Gastó sus pocos ahorros y hasta pidió dinero prestado a amigos para filmar su primer cortometraje, Xenogenesis, que, a pesar de las dudas de su primera esposa y de esos mismos amigos que le habían prestado dinero, le valió conseguir un empleo en New World Pictures, la compañía de Roger Corman, famoso por producir películas de bajo presupuesto.
Su trabajo con Corman y New World Pictures lo llevó por fin a la silla de director, en la que debutó con el filme Piranha II: The Spawning. Sin embargo, durante mucho tiempo, Cameron renegó de sus orígenes, ya que la producción de esta película fue más que accidentada.
Las malas lenguas dicen que, luego de dos semanas de comenzar a trabajar, el productor ejecutivo del filme, Ovidio G. Assonitis, lo despidió, no permitiéndole tener ningún tipo de control sobre el proceso creativo de la película.
Actualmente, Cameron parece haberse amigado con los recuerdos de Piranha II: The Spawning y hasta se pueden conseguir versiones del corte del director en el ya antiguo formato VHS.
Sin embargo, no toda la experiencia de Piranha II fue negativa para James Cameron. Fue en los viajes a Roma para encontrarse con Assonitis donde James Cameron concibió la obra que lo lanzaría a la fama: The Terminator.
La historia de The Terminator despertó el interés de muchos estudios, sin embargo, James Cameron estaba seguro de algo: sería él quien dirigiera el film. Esa condición era irrenunciable. El hombre de Kapuskasing había probado la silla de director y se había sentido cómo en ella, por lo que no estaba dispuesto a dejarle el sitio a nadie más, aunque eso significara perder grandes oportunidades monetarias.
Finalmente, fue Gale Anne Hurd quien se quedó con los derechos de The Terminator, por tan solo un dólar, a cambio de permitirle a Cameron dirigirla. Fue también su insistencia y entusiasmo lo que convenció a Arnold Schwarzenegger de participar.
El resto es historia conocida:The Terminator se convirtió en un éxito tan grande que tuvo destino de saga y hasta hace tan poco como en el 2019 se estrenaron películas relacionadas. Claro, James Cameron ya no las dirige, pero su mirada sigue atenta, ahora desde el sitio de productor.
Fue este éxito, el de The Terminator, el que le valió a James Cameron otros proyectos interesantísimos que terminaron convirtiéndose en clásicos. Uno de ellos es, por supuesto, Aliens, la segunda entrega de la saga que comenzó Ridley Scott, para la que Cameron escribió primero el guion y luego terminó dirigiendo.
También por esos años Cameron comenzó a demostrar una de sus grandes obsesiones, el mundo subacuático, con el filme The Abyss, protagonizado por Ed Harris, que si bien no generó un gran revuelo entre los críticos, terminó llevándose un Óscar en la categoría de Efectos especiales, así como también nominaciones en Fotografía, Dirección Artística y Sonido.
Luego de The Abyss vinieron otras, como Terminator 2 y True Lies, ambas protagonizadas nuevamente por Schwarzenegger, con quien de tanto trabajar juntos nació una amistad, pero no sería hasta algunos años después que James Cameron probaría su capacidad para modificar la historia del cine.
Luego de filmes como The Terminator, Aliens o True Lies, nadie creía que James Cameron fuera capaz de contar una historia de amor tan icónica como lo terminó siendo Titanic. Con un presupuesto completamente descontrolado y demoras impresionantes en la producción, Cameron parecía dirigirse sin dudas hacia un fracaso masivo. Pero no fue así: ya todos sabemos, Titanic fue la primera película en la historia en ganar más de 1 billón de dólares en taquilla y, además, obtuvo 14 nominaciones a los premios de la Academia, de las cuales Cameron se llevó tres: Mejor Director, Mejor Edición y, por supuesto, Mejor Película.
Acompañado por el éxito de Titanic, Cameron dio rienda suelta a sus obsesiones: junto a su hermano, creó nuevas tecnologías para poder filmar al verdadero barco, que yacía en el fondo del mar desde hacía años. Esa tecnología se utilizó para crear documentales como Ghosts of the Abyss, Volcanoes of the Deep y Aliens of the Deep.
Sin embargo, eso no sería todo. En el 2013, Cameron se embarcó en el Deepsea Challenger, un submarino que él mismo ayudó a desarrollar para viajar hacia el punto más profundo del planeta: el abismo de Challenger, en la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico. Con ese viaje Cameron no solo quería llegar a lugares donde nadie más llegó, sino también inspirar a jóvenes de todas partes a crear y soñar con artefactos novedosos que en el futuro nos puedan ayudar a entender mejor el planeta que habitamos.
El espíritu creativo de Cameron que mezcla la ciencia con el arte es lo que le permite desarrollar filmes con tecnologías nunca antes vistas. Avatar, la película del 2009, es un claro ejemplo de esto. Su éxito es casi anecdótico, aunque en parte es lo que le permite a este director dar rienda suelta a su genio y pensar no solo secuelas de la misma película, sino continuar superándose tecnológicamente como lo hizo en la segunda parte, recientemente estrenada, Avatar: The Way of Water.
Es en Avatar, quizás, en ese mundo idílico de Pandora que los seres humanos van a corromper y arrasar donde podemos ver un poco de la ideología de James Cameron. Cameron es un reconocido ambientalista, que así como pone en juego su inventiva para el cine, también lo hace para crear un mundo mejor. Por ejemplo, ha hecho un compromiso por convertir sus producciones en producciones verdes, utilizando energía solar. Además, en el 2015, comenzó a desarrollar prototipos de paneles solares llamados Solar Sun Flowers, que funcionan del mismo modo que los girasoles: moviéndose para perseguir la luz del sol y así obtener más beneficios.
Director, guionista, productor de cine, editor, ingeniero, filántropo y explorador marino. Sonaba a mucho cuando lo dije al comienzo de este artículo y, sin embargo, James Cameron es cada una de esas cosas. A fuerza de ingenio, este hombre nacido en Kapuskasing, Ontario, Canadá, ha logrado revolucionar el cine actual y, de paso, también hacerse tiempo para cambiar el mundo. ¿Qué más le podemos pedir?