“Tienes más posibilidades de condenar a un tipo por dar una patada a un perro que por matar a un indio”.
Entre las muchas cosas que hacen tan especiales las películas de Martin Scorsese, una que siempre me ha llamado la atención es la pura empatía con la que consigue retratar a sus personajes.
En Killers of the Flower Moon esto no sólo es notorio, sino esencial.
Esta película retrata a la perfección y de forma desgarradora el trato que reciben los indígenas a manos de los blancos, que sólo los han visto como un medio para conseguir un fin y no como seres humanos hechos de la misma carne y sangre que ellos.
Como muchos ya han dicho, Leonardo DiCaprio ofrece la que podría ser la mejor interpretación de su carrera como veterano de guerra que entabla una relación con una rica mujer Osage (Lily Gladstone) más que nada por conveniencia.
Pero esto es sólo un microcosmos de un problema cuya magnitud no puede exagerarse. Como era de esperar, Scorsese nunca rehúye mostrar todo el alcance de la violencia que ha sufrido el pueblo Osage tanto por parte de forasteros como de ellos mismos, aunque esto último también es consecuencia del racismo impenitente y la exclusión que siempre han sufrido.
Killers of the Flower Moon es un drama épico que expone las heridas abiertas que salpican la tierra que los americanos llamaban suya, y los ríos de sangre de sus legítimos colonos que la recorren hasta el día de hoy.