La Bella y la Bestia, el clásico animado de Disney de 1991, cuenta la historia de Bella, una joven que queda atrapada en el castillo de una bestia temida por todo el pueblo. A medida que la trama avanza, ambos personajes descubren que tienen mucho más en común de lo que parecía a simple vista. Es que, como vieron todos los que disfrutaron de esta película hoy disponible en la plataforma de Disney+, la bestia era, en realidad, un príncipe bajo un hechizo.
Una de las escenas más recordadas es el baile entre Bella y la Bestia, en el que ella aparece con un majestuoso vestido dorado. Este momento se diseñó con un propósito especial: Gary Trousdale, uno de los directores de la película, quería transmitir la sensación de que “todo estaba bien”. Este vestido icónico fue diseñado por el director de arte Brian McEntee con ayuda de la artista visual Sue Nichols, quienes lograron un diseño que reflejaba una transformación en el personaje de Bella.
Es que, hasta ese momento, Bella había sido presentada con un vestido azul, un color que representaba su carácter distante y su vida en la aldea, en contraste con la calidez y la majestuosidad del dorado. El color dorado del vestido de Bella simbolizaba el cambio en la relación entre Bella y la Bestia. La tonalidad cálida reflejaba que Bella estaba empezando a abrirse emocionalmente hacia la Bestia, mostrando una cercanía que no había existido antes.
La segunda película del Renacimiento de Disney
La Bella y la Bestia fue parte de una era crucial para Disney conocida como el Renacimiento de Disney, un periodo que revivió el prestigio y la popularidad del estudio tras una época difícil. La muerte de Walt Disney en 1966 dejó al estudio sin su líder, y aunque su hermano Roy intentó mantener el legado, las décadas de los 70 y 80 estuvieron marcadas por estrenos que no lograban captar la magia de los clásicos.
El verdadero resurgimiento llegó en 1989 con La sirenita, una película que retomó el espíritu musical y emotivo de los grandes clásicos de Disney y que resultó en un éxito rotundo. Con composiciones de Alan Menken y Howard Ashman, esta historia subrayó que la música y la narrativa visual eran elementos inseparables para el éxito de Disney. Esta película marcó el comienzo de diez años de grandes éxitos que consolidaron el renacimiento del estudio y que culminó en 1999 con Tarzán.