Increíble pero real: Netflix tiene en su catálogo una película que vanagloria el uso recreativo del Viagra. Love and Other Drugs de 2010 es atrevida, maníaca y sexy, luego sombría, llorosa y conscientemente inspiradora. Tremendamente desigual. Pero también es una de las pocas películas románticas de los últimos años con un trasfondo satírico fuerte y revelador.
Ambientada en 1996, el vendedor de las grandes farmacéuticas Jamie Randall, interpretado por Jake Gyllenhaal, es un trabajador hecho y derecho. Es alegre, de rostro suave y ojos azules de quien las mujeres se enamoran incluso cuando saben que su ingenuidad es un acto: es más atractivo que la ingenuidad genuina de otros hombres.
Bajo la tutela de un mentor de la empresa interpretado por Oliver Platt, Jamie consigue cada vez más habilidades para hablar dulcemente con médicos y recepcionistas. Su objetivo es lograr que los médicos receten su antidepresivo, Zoloft, en lugar de Prozac, su más fuerte competidor.
La primera mitad de Love and Other Drugs es una comedia sexual de última generación, y es aún más emocionante cuando la compañía de Jamie presenta el Santo Grial: Viagra. De repente, ya no tiene que esforzarse para llamar la atención de los médicos. El ya es el chico más popular de la ciudad.
No es que Jamie necesite la droga. Tiene relaciones sexuales todo el tiempo y no anhela en particular una relación. Pero una mujer detiene su andar fuerte: una artista llamada Maggie Murdock, interpretada por Anne Hathaway. Jamie le paga a un médico interpretado por Hank Azaria para que le permita hacerse pasar por un interno para observar cómo operan los médicos y Maggie es una paciente con la enfermedad de Parkinson de aparición temprana. Ella se enfurece cuando descubre lo que realmente hace Jamie, pero él la molesta hasta que queda con él para una cita.
Pronto, están en su departamento, quitándose la ropa frenéticamente, y no hay forma de evitarlo: Gyllenhaal y Hathaway son hermosos especímenes. Una o dos veces están completamente desnudos, que es el incentivo de la película. Incluso llegaron a la portada de Entertainment Weekly sin prenda superior…
Sin embargo, el tono de la película se vuelve más oscuro: no hace falta mucho para ver que Maggie es tan agria y reacia al compromiso porque tiene una enfermedad degenerativa. Y Jamie, aunque intenta desesperadamente ayudarla, es impotente. Observa a Maggie guiar a hombres y mujeres mayores en un autobús de ida y vuelta desde Canadá, donde pueden surtir sus recetas a una fracción de los precios fijados en los EE. UU., y se da cuenta de que, como representante de medicamentos, él es un engranaje en una máquina en la que no puede confiar plenamente.
Al final, la mitad del público se secará los ojos y la otra mitad los pondrá en marcha. Muy recomendable.