No se debate: una nueva temporada de Black Mirror siempre dará que hablar. Llegando cuatro años después de la temporada 5, esta sexta que posee 5 episodios que se inclinan más fuertemente hacia el terror; de ellos tan solo 3 rozan lo memorable… Sí: en su conjunto la nueva entrega no llega a sentirse como todo lo que el aclamado programa pretende ser.
Atentos: SPOILERS DEBAJO
Hablemos, aunque sea un poco, positivamente. El episodio Joan is Awful se presenta como un clásico de la serie, y eso lo hace un poco repetitivo para el espectador más allá que su factura sea interesante. Annie Murphy es Joan, una trabajadora de recursos humanos con responsabilidades aburridas y un novio igualmente insulso que de repente descubre que su vida parece estar recreada, casi en tiempo real, en el servicio de transmisión favorito de todos. El “porqué” de eso resulta ser extremadamente inteligente, si no tanto el cómo, pero al ser el programa de televisión, Joan está comprensiblemente en conflicto acerca de ser interpretada por Salma Hayek, quien se sumerge en el papel de manera inquietante. Tampoco es un accidente que Joan ejemplifique mejor la inquietud característica del programa sobre la tecnología y cómo podría estar distorsionando nuestras vidas.
Otro acierto lo veo en Beyond the Sea, el episodio más largo. Posee un elemento de ciencia ficción que recuerda a 2001: A Space Odyssey ya que participan un par de astronautas (Aaron Paul y Josh Hartnett) que pueden proyectar su conciencia de regreso a la Tierra, lo que les permite interactuar con sus esposas y familias. Cuando ocurre un imprevisto en casa, altera la dinámica de su relación, que puede ser muy incómoda en una misión de dos hombres cuya viabilidad depende de que ambos cumplan con sus roles.
La tercera pata positiva del asunto la veo en Demon 79, el episodio más extraño, con una callada dependienta (Anjana Vasan) siendo el conducto improbable elegido por un demonio burocrático (Paapa Essiedu) para salvar al mundo de la aniquilación. Este sin dudas es el mejor por su tragicomedia y muy buenos guiños a la historia moderna británica. Pero más que eso…
Y entonces la caída. Y es que la calidad de los episodios toca fondo notablemente. Ejemplifico: Mazey Day presenta a un paparazzi en conflicto (Zazie Beetz) que comienza a perseguir a una actriz famosa – mujer loba; en Loch Henry un par de jóvenes aspirantes a cineastas (Samuel Blenkin y Myha’la Herrold) regresan a la ciudad escocesa natal del primero y ella se entera de un pasado sórdido que los impulsa al mundo del documental true crime.
El productor Charlie Brooker se encarga de las tareas de escritura (haciendo equipo con Bisha K Ali en Demon 79), y los episodios son generalmente provocativos. Sin embargo, y teniendo muy en claro que Black Mirror se ha distinguido como The Twilight Zone de nuestros tiempos, experto en aprovechar las aprensiones asociadas con cuestiones como las redes sociales, los juegos y la inteligencia artificial, entre otras distracciones y comodidades modernas, la nueva temporada se siente repetitiva y hasta vaga; hay momentos que son muy obvios, por un lado, y otros que se pasan como arena entre los dedos. Las tramas no son tan pesadas y consistentes a la manera característica de sus mejores entregas.
Brooker sigue siendo un observador astuto de la era moderna, con un oído agudo para el nexo actual de la cultura pop, la política y la tecnología. Pero frente a la Black Mirror que una vez se sintió fresca, nueva, esta última temporada solo ocasionalmente se eleva al nivel que la llevaría a la cima. Más allá de lo anterior, y con la falta de ideas originales, esta temporada de Black Mirror es lo mejor que puedes ver en los servicios streaming en la actualidad.
Igualmente, la recomiendo.