Sí, hay una verdadera historia detrás de la película, pero es mucho menos graciosa y más peligrosa de lo que piensas. Aquí te contamos los detalles de esta bizarra aventura en el bosque.
Cocaine Bear se basó en un incidente de 1985 que involucró a un oso negro estadounidense que fue encontrado muerto por una sobredosis en un bosque de Georgia. La historia de este accidente comenzó décadas antes y resalta la imprudencia de los humanos cuando se trata de la vida silvestre que los rodea.
La verdadera historia comienza con un hombre llamado Andrew Carter Thornton II, quien dejó el ejército en 1965 y regresó a Kentucky, donde se unió al escuadrón de narcóticos del departamento de policía de Lexington. Pero pronto se interesó más en vender drogas que en tomar medidas contra ellas.
En septiembre de 1985, Thornton se elevó a los cielos para lo que sería su última misión de contrabando de drogas, saltando de un avión sobre Knoxville, Tennessee, con una bolsa de lona que contenía 15 millones de dólares en cocaína. Pero murió cuando su paracaídas falló.
Dos meses después de la muerte del contrabandista, un cazador de Georgia encontró un oso muerto rodeado por los restos de una bolsa de cocina que llevaba Thornton. Un médico forense concluyó que el oso de 200 libras había muerto por intoxicación aguda después de ingerir entre tres y cuatro gramos de droga. No se encontró evidencia de algún otro animal afectado.
Los científicos no están seguros de si algún animal experimenta el mismo tipo de euforia que los humanos experimentan con sustancias como el alcohol, la marihuana o la cocaína. Aunque los animales ingieren sustancias como hierba gatera, hongos alucinógenos, no hay forma de saber si buscan las sustancias por sus efectos recreativos.
Cocaine Bear ha convertido la historia en una leyenda mundial. E increíblemente, “Pablo Escobear” no es el único animal que ingiere cocaína en las noticias: han surgido informes de un gato salvaje capturado en Cincinnati con cocaína en su sistema, otro recordatorio de que los animales y las sustancias diseñadas para humanos son una pareja peligrosa.