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Las Brujas: el oscuro clásico infantil

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A 35 años de su estreno, recordamos The Witches, la película infantil que combinó terror, humor negro y a Anjelica Huston en su papel más icónico.

En 1990 llegó a los cines una de las películas más inquietantes de la infancia de toda una generación: Las brujas, adaptación de la famosa novela de Roald Dahl. Este año se cumplen 35 años de su estreno, un aniversario que invita a revisitar el legado de esta cinta que marcó a quienes se atrevieron a verla de niños.

Estrenada en el Reino Unido el 25 de mayo de 1990 y en Estados Unidos el 24 de agosto del mismo año, la película dirigida por Nicolas Roeg se convirtió rápidamente en un título de culto, no por su éxito de taquilla, sino por la manera en que combinó lo fantástico con lo macabro.

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Roald Dahl escribió Las brujas en 1983 como un cuento para niños cargado de imaginación, ironía y cierta dosis de crueldad, marca registrada de su estilo. La historia de un niño huérfano que descubre la existencia de brujas disfrazadas de mujeres comunes podía leerse como una fábula con tintes humorísticos.

Sin embargo, la versión cinematográfica de Roeg llevó la historia a otro nivel: el tono fantástico se transformó en una auténtica pesadilla infantil filmada con una crudeza inusual para el género. La inocencia de un relato pensado para el público joven se mezcló con una atmósfera opresiva, generando un efecto perturbador que muchos aún recuerdan con escalofríos.

El corazón de la película es, sin duda, Anjelica Huston como la Gran Bruja. Su interpretación osciló entre lo elegante y lo grotesco, con una presencia magnética que lograba helar la sangre y, al mismo tiempo, fascinar al espectador.

El maquillaje y los efectos prácticos, supervisados por la compañía de Jim Henson, la transformaron en una criatura deformada que se convirtió en una de las imágenes más aterradoras del cine de los 90. La escena de la reunión de brujas, cuando Huston se arranca la máscara humana y revela su verdadero rostro, quedó grabada en la memoria colectiva.

Su trabajo elevó el papel a un nivel icónico, demostrando que en el cine infantil también cabía la figura de la villana poderosa y aterradora, con un carisma que superaba al del héroe.

Aunque la película es recordada con cariño por el público, su creador Roald Dahl no quedó nada satisfecho. Su principal disgusto fue con el final: mientras que en el libro el protagonista permanece convertido en ratón, la versión de Roeg optó por un cierre más optimista y conciliador.

Dahl consideraba que este cambio traicionaba el espíritu de su obra, que tenía un trasfondo mucho más oscuro. De hecho, el autor llegó a declarar públicamente su rechazo a la película, a pesar de que el resto del equipo creativo estaba orgulloso del resultado.

Esta tensión entre literatura y cine añade un matiz interesante: Las brujas es un ejemplo de cómo Hollywood suaviza o transforma finales para adecuarlos al público, aunque ello signifique ir en contra del autor original.

THE WITCHES, Jasen Fisher, 1990, (c) Warner Brothers

Para quienes crecimos en los años 90, Las brujas fue una experiencia cinematográfica iniciática. Muchos niños acudieron al cine esperando una fantasía ligera y se encontraron con una película que los persiguió en pesadillas durante semanas.

El terror que provocaba no venía únicamente de los efectos visuales, sino del trasfondo de la historia: brujas camufladas entre mujeres comunes, capaces de eliminar niños con pócimas, ratones o trampas ingeniosas. La idea de que el enemigo podía estar en cualquier parte generaba un miedo psicológico profundo, más allá del susto momentáneo.

Con el paso del tiempo, ese miedo se transformó en nostalgia. Hoy, Las brujas es recordada con cariño como parte de esa infancia en la que el cine no tenía reparo en asustar a los más pequeños.

Uno de los grandes méritos de Las brujas fue mezclar humor negro con auténtico terror visual. La película se permite momentos grotescos y cómicos, pero siempre bajo una atmósfera inquietante.

El director Nicolas Roeg, conocido por cintas como Amenaza en la sombra (1973) y El hombre que cayó a la Tierra (1976), aportó su mirada de cineasta experimental a un relato infantil. Así, el resultado fue una obra que oscilaba entre la sátira social y la pesadilla. Las brujas, con su desprecio hacia los niños, podían leerse también como una crítica feroz al mundo adulto.

A pesar de no haber sido un éxito rotundo en taquilla, con el tiempo Las brujas se consolidó como un clásico de culto. Su rareza, su atmósfera perturbadora y la interpretación de Huston hicieron que sobreviviera al paso de los años y continuara apareciendo en listas de películas infantiles que traumatizaron a una generación.

En 2020, Robert Zemeckis estrenó un remake protagonizado por Anne Hathaway. Sin embargo, la mayoría de los fanáticos coincidieron en que la versión moderna carecía de la crudeza y el riesgo de la original. La película de 1990, con todos sus excesos y atmósfera inquietante, sigue siendo la definitiva para quienes crecieron con ella.

Hoy, a 35 años de su estreno, Las brujas se recuerda no solo como una adaptación de Roald Dahl, sino como un testimonio de una época en la que el cine infantil no temía asustar a su audiencia. Entre risas nerviosas, pesadillas y fascinación, esta película demostró que el terror también podía ser parte de la infancia.

Con Anjelica Huston como una villana irrepetible, efectos prácticos inolvidables y un aura oscura que sigue inquietando, Las brujas se mantiene viva como un clásico que mezcla la inocencia infantil con la crueldad de los cuentos más retorcidos.

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