Licorice Pizza es un coming of age tierno, nostálgico, romántico e impredecible - Spoiler Time

Licorice Pizza es un coming of age tierno, nostálgico, romántico e impredecible

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Sergio Paz reseña #LicoricePizza, la vuelta triunfal de Paul Thomas Anderson a la gran pantalla.

Se estrenó en las salas de todo el país Licorice Pizza, cinta de Paul Thomas Anderson (a partir de aquí será nombrado como PTA) que compite por el premio de la Academia de Mejor Película del Año, Mejor Director y Mejor guion original. Con más de 180 nominaciones a nivel global es, sin duda alguna, una de las mejores películas del año que por fin llega a nuestras pantallas.

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Ubicada en el Valle de San Fernando en 1973, se nos cuenta la historia de Gary Valentine (Cooper Hoffman), un niño actor de 15 años de edad que se encuentra con Alana Kane (Alana Haim) de 25 cuando ella acude como asistente del fotógrafo a tomar fotos para el anuario de la escuela donde él estudia. Gary de inmediato se interesa en ella, pero por la diferencia de edad su noviazgo no prospera, pero no así una relación de trabajo, ya que él le propone que sea su chaperona en los tours que hace como parte de la serie que le ha dado fama.

Gary, quien no ve futuro en su carrera como niño actor, busca varias formas de invertir en negocios novedosos como la venta de camas de agua. La crisis de la gasolina de 1973 hace que su emprendimiento fracase y lo obliga a buscar nuevas maneras de ganar dinero. Alana lo acompaña como socia de sus negocios, pero después de un tiempo ella se cuestiona su propia realización y decide probar como actriz. Esto provoca la separación con Gary y también la búsqueda de un trabajo con más propósito. Alana decide meterse a la política. Sin embargo, a pesar de lo inmaduro que es Gary y de los 10 años de diferencia que los separan, entre ellos hay química, por lo que Alana tendrá que decidir si regresar al lado del joven o alcanzar su propia realización profesional.

El director toma parte de sus recuerdos cuando creció en el Valle para recrear de manera perfecta las locaciones y los ambientes de la zona, algo que también había hecho anteriormente con Boogie Nights y Magnolia pero ahora lo hace de manera más elaborada con su marca de autor, una que se preocupa tanto por los detalles que nos obligará a hacer más visionados para apreciarlos.

La historia, a diferencia de las últimas películas del director, es un cambio de giro hacia el humor, la ternura y el romance; navega entre esos géneros y atrapa al espectadorpero con la incertidumbre de no saber hacia donde se dirige: solo se puede sentar y disfrutar el viaje que va in crescendo hasta la llegada de los créditos finales. Esto lo logra gracias a las impecables actuaciones de Alana Haim y Cooper Hoffman.

PTA siempre se ha caracterizado por sacar actuaciones increíbles de los actores con los que trabaja; para muestra esta lo hecho con Daniel Day-Lewis. En este caso, la actuación de ambos protagonistas es su debut en una película y es genial. Cooper es hijo de Philip Seymour Hoffman con quien entabló una cercana amistad cuando trabajaron en The Master. A su corta edad proyecta el carisma y la presencia que heredó de su padre. Por su parte, Alana es la menor de las tres hermanas que conforman la banda HAIM (PTA a dirigido varios videos de ellas); entrega una actuación que es tan cómica, como tierna, inocente y a la vez cautivadora. Pero el mayor logro es que ambos actores proyectan todo el espíritu de la década de 1970, como el de una pareja de una comedia screwball de adolescentes.

Las perfectas locaciones y la colorida fotografía se suman al manejo perfecto que hace PTA de la cámara, con planos que recuerdan a escenas de las ya mencionadas Boogie Nights y Punch Drunk Love.

Por otro lado, se llega a hacer un homenaje al cine y los cines de la mencionada década con la presencia del personaje de Sean Penn quien interpreta a Jack Holden, un actor / galán tardío de la década de 1950.

A pesar que la mayoría de las veces PTA se ha enfocado en desarrollar las historias de personas del sexo masculino, en este caso la que se lleva el centro de la atención es el personaje de Alana: a lo largo de la cinta vemos cómo cambian sus intereses tanto profesionales como románticos y a veces no concuerdan con los de Cooper.

Otro punto a resaltar es el diseño de vestuario de Mark Bridges, uno de sus colaboradores recurrentes, quien refleja los giros de la protagonista de manera perfecta también para la época.

Con la ayuda del genial score de Jonny Greenwood de inmediato se nos transporta a un lugar lleno de recuerdos y añoranzas que sumados a la fotografía (del mismo PTA con Michael Bauman), las aventuras y el romance de juventud hacen de Licorice Pizza un tierno coming of age atemporal y perfecto.

Este cambio de giro en la carrera que traía PTA podrá parecer desconcertante para varios espectadores que esperan un drama intenso, del tipo de Daniel Day-Lewis o un mosaico de personajes contrastantes como en Magnolia. Por el contrario es un regreso a un tono divertido y relajado.

Por todo lo anterior, reafirmo que Paul Thomas Anderson nos trae una de las mejores películas del año. Ni bien pasan los minutos, cuando dejas de buscar el giro y empiezas a disfrutar el viaje, te encontrarás en una montaña rusa que no deseas que termine. La fotografía, el soundtrack, los vestuarios, los coloridos personajes, el score y sobre todo por la frescura y carisma que Alana derrocha en la pantalla te darán las pautas que PTA te llevó a un destino lleno de ternura, nostalgia y buena vibra que te hará salir del cine con una sonrisa.

Una joya.

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