Desde finales de los años setenta poco a poco el terror iba emergiendo para convertirse en un género cinematográfico mucho más sólido. Hubo grandes exponentes como lo fueron The Exorcist (1973), Jaws (1975), Carrie (1976) y Halloween (1978) por mencionar los clásicos, y marcaron la antesala de lo que se vendría…
Durante los ochenta surgieron películas de terror que se grabaron en el imaginario colectivo y fueron la base para el gran amor hacia el género de muchas personas. Mismo, durante los ochenta fue el estallido total de un subgénero del terror, el slasher, que ya con Halloween había comenzado su carrera ascendente.
La llegada de Friday the 13th (1980) como también de A Nightmare on Elm Street (1984) junto a las continuación de Halloween y Masacre en Texas cimentaron lo que fue ese boom, además de otros grandes clásicos como The House on Sorority Row (1982), My Bloody Valentine (1981) y para cerrar la década con la llegada de Child ‘s Play (1989).
Pero no solo eso. Los ochenta también permitieron la exploración de géneros más ligados a los paranormal como The Shining (1980), The Changeling (1980), The Entity (1982) y Poltergeist (1982), siendo esta última una cinta que carga con su propia historia maldita. Incluso hubo trabajo “diabólico” como sucede con Evil dead (1981), como también los comienzos del metraje encontrado y el gore como con la llegada de Holocausto Caníbal (1980). Y otro punto fuerte que también debemos mencionar fue el de la amalgama de la ciencia ficción con el terror en películas como The Thing (1982) o The Fly (1986).
Otro punto importante que tienen los ochenta es la cantidad de directores de terror que terminaron de cimentar sus carreras. Exponentes como John Carpenter, Wes Craven y David Cronenberg, los llamados Tres C´s del Terror, terminaron de consolidar sus carreras dentro del género en esa década para convertirse en los exponentes del terror que son hoy por hoy.
Si bien sabemos que el terror tiene clásicos aún más antiguos, el estallido que hubo en los ochenta en los distintos subgéneros fue el semillero suficiente para pudieran convertirse no solo en los clásicos, sino en grandes exponentes del género que terminaron marcando a fuego a las siguientes generaciones.