Los actores y las actrices son más capaces para ser presidentes que el resto de los mortales
El arte al poder.
Algo bastante cercano que acerca al pasado. Y es que los críticos de Donald Trump evaluaron de mala manera, desde su victoria al candidatearse para presidente de Estados Unidos, sus apariciones en un área muy particular: ¿actúa como presidente? Es que hay una manera de ser presidente, que no es precisamente un ser humano normal: hay una manera inapropiada y apropiada de hablar y actuar como presidente.
Y es que Trump, un hombre de negocios y ex celebridad de reality show, sin experiencia militar o gubernamental previa, tuvo problemas para adaptarse al papel de presidente. Y eso puede deberse al hecho de que Trump no es un actor: es una personalidad de la televisión que a menudo parece hablar y aparecer en redes sociales sin filtro.
Piensa en Ronald Reagan y entenderás de lo que hablo, y también de qué va este artículo.
Gobernar los Estados Unidos no es el tipo de trabajo en el que uno simplemente puede parecer capaz. Ronald Reagan lo sabía, y por eso una vez señaló por qué la capacidad de un político para adaptarse a su papel es tan crucial para el trabajo.
Durante su presidencia, se le preguntó a Reagan si había aprendido algo como actor que le hubiera sido útil como presidente. “Hubo momentos en esta oficina cuando me preguntaba cómo podrías hacer el trabajo si no hubieras sido actor”, respondió.
Las habilidades de actuación le sirvieron a Reagan durante sus presidencias para ampliar su atractivo entre el público estadounidense y generar consenso en el Congreso. Pudo vender su conservadurismo a un público muy amplio, siempre con una sonrisa para que no pareciera desagradable o malo.
Piensa en Stranger Things y recordarás las casas con los carteles de Reagan acaparando Hawkins o a la hermana de Lucas a favor del candidato: la clase media americana, sin importar credo o raza, compró su discurso más de una vez.
Por supuesto, es importante tener en cuenta que, si bien Reagan fue una ex estrella de Hollywood, también tuvo una larga carrera política. De hecho, se desempeñó como gobernador de California durante dos mandatos antes de intentar dos veces obtener la nominación republicana para presidente, y finalmente llegó a las elecciones generales de 1980, ganando de manera aplastante.
Reagan dijo siempre las palabras correctas para unificar y animar al país cuando ocurrió una tragedia o cuando se presentaron desafíos. Su histórico discurso luego de la explosión del transbordador espacial Challenger en 1986 abordó de inmediato las trágicas muertes de la tripulación y reafirmó el compromiso de Estados Unidos con los avances pioneros en el campo de la exploración espacial. O sea, dar para perder para luego ganar. Un verdadero estratega, de allí su apodo de “Gran Comunicador”. En su discurso de despedida en 1989 reconoció que se necesitaba más que habilidades de actuación para ganar ese apodo: “No era un gran comunicador, pero comuniqué grandes cosas”, dijo.
Actuar requiere empatía y la capacidad de tomar instrucciones y recibir retroalimentación. Trump no dominó esa habilidad, tomando decisiones unilaterales sobre cómo se comunica y, a menudo, desviándose del guion, haciendo declaraciones contraproducentes. De escándalo en escándalo, su personalidad es del tipo actuar para captar la atención, algo que sirve mucho para la TV, sí, pero no para la vida pública, la que requiere empatizar para sumar.
Trump se apropió del eslogan de campaña de Reagan de 1980, aquél que rezaba “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Sin embargo no ha aprendido lo más importante de Reagan: cómo actuar.