Cuando era chica, y especialmente cuando era adolescente, me encantaban las series de animación japonesas. Neon Genesis Evangelion, Cowboy Bebop, Magic Knight Reayerth y Escaflowne fueron algunas de las que me acompañaron durante ese largo período. Sin embargo, cuando crecí, las obligaciones del mundo adulto (el trabajo, la facultad, las parejas), me hicieron abandonar un poco mi pasión por el comúnmente llamado anime. Cada tanto despuntaba el vicio reviendo alguno de esos clásicos que nombré, pero ya estaba afuera de las series nuevas… Sin embargo, luego de muchas recomendaciones, empecé a ver Attack on Titan.
Shingeki no kyojin, como se llama originalmente, tuvo sus principios como manga (es decir, como historieta japonesa). Empezó a publicarse mensualmente en el año 2009 dentro de la revista Bessatsu Shonen Magazine. Gracias a su éxito, el manga tuvo destino de anime en el año 2013, dirigido por Testuro Akari. La primera temporada contó con 25 episodios. Como el anime también tuvo un éxito arrasador, se crearon cinco OVAs (que son algo así como capítulos especiales que se lanzan solo para video y que van por fuera de la temporada original) y se prometió una segunda temporada que finalmente llegó a principios de Abril de 2017.
Attack on Titan, como bien lo dice su nombre, habla del ataque de unos titanes. ¿Quiénes son estos titanes? La realidad es que nadie sabe bien. Son unos seres monstruosos, con apariencia de bebé gigante (mucho mayores que un humano, por supuesto, por algo los llaman titanes), cuyo único fin parece ser devorar a la humanidad. No porque lo necesiten para sobrevivir, sino sencillamente por el puro placer de hacerlo.
Ante la aparición de los titanes, la humanidad se recluyó detrás de tres muros (uno dentro del otro) lo suficientemente fuertes y altos como para contener el ingreso de estas bestias. Sin embargo, tras 100 años de paz, hace su aparición un titán más alto que el resto, quien, junto con otro que parece poseer una suerte de armadura, derriban parte del primero de los muros. Así, en medio de la tragedia de ver devorada a su madre, conocemos a Eren Jaeger, nuestro protagonista, quien en ese entonces es solo un niño pero que jura que crecerá para exterminar a los titanes. Y así lo hace. Junto a su hermanastra Mikasa y su amigo de la infancia Armin se une a la milicia, para finalmente formar parte de la Legión de Reconocimiento, un cuerpo entero dedicado a explorar fuera de los muros para tratar de ganar territorio y aprender más sobre el enemigo.
Con el correr de los episodios descubriremos que Eren es capaz de transformarse en un titán, pero a diferencia de los otros, es consciente de sus acciones y utiliza su poder para defender a la humanidad. Sin embargo, su capacidad de transformación sorprende a todos, incluso al mismo Eren, que desconocía su habilidad.
Lo que más me gusta de Attack on Titan son sus personajes ya que ninguno es de relleno. Todos ellos tienen su historia, su background, y cumplen un rol fundamental en la serie. Si bien el protagonista es claramente Eren, todos aquellos que lo acompañan son personajes completos, a los que se les dedica tiempo para ser explorados y queridos. Mi favorito (como el de la mayoría de los fans de esta serie) es el Capitán Levi, un capitán de la Legión de Reconocimiento obsesivo de la limpieza y letal como 100 soldados.
La serie combina momentos de muchísima acción y espanto, con pizcas de humor. No escatima en sangre derramada ni en violencia. Los titanes, de por sí, generan una repulsión casi epidérmica al verlos. Las batallas entre los titanes y la Legión de Reconocimiento son una verdadera obra de arte. El equipo que usan estos soldados para luchar (llamado Equipo de Maniobra Tridimensional) y alcanzar el único punto débil de los titanes, su nuca, es una idea originalísima y visualmente muy bella, ya que les permite a los soldados desplazarse velozmente por múltiples superficies, incluida la piel de un titán.
El abismo temporal entre ambas temporadas casi no se nota. Aunque la temporada uno se estrenó en el 2013 y la dos en el 2017, la serie no ha perdido su gracia. La historia es intrigante. ¿De dónde vienen los titanes? ¿Por qué hay seres humanos que pueden convertirse en ellos? ¿Qué rol cumple la Iglesia en la creación de estos monstruos? ¿Logrará Eren cumplir su objetivo? Capítulo tras capítulo, desde la temporada uno, se van abriendo más y más interrogantes que nos hacen devorar los episodios sin control. En el momento que escribo esta nota, sólo restan dos para que finalice la segunda temporada y las preguntas se siguen acumulando, casi hasta alcanzar la altura de un titán.