Esta serie muestra cómo hacer que algo malo sea también difícil de ejecutar
Las bandas marchantes son la demostración de que algo malo puede hacerse difícil… ¿Crees que puedes escapar de nosotros? ¡Te perseguiremos! – Jerry Seinfeld (filósofo contemporáneo).
La existencia en EE.UU. de las bandas marchantes nos ha llegado de series y películas diversas. En ellas se las ha mostrado como un show al que el vecindario asiste, son los famosos parades las que las incluye entre carrozas alegóricas.
Normalmente se ve a jóvenes tocando redoblantes, bombos, instrumentos de aire diversos, bailarines y bastoneras/os demostrando la habilidad de poder caminar y realizar la peripecia de sonar afinados o ejecutar malabares complicados: estas agrupaciones representan a las instituciones educativas desde la más tierna infancia.
Aparecen, también, en los juegos de las mismas para aturdir y azorar con su música y danzas, suponiendo que -de esta forma- sus equipos mejorarán su performance (en una de esas para pasar a otra mejor escuela o universidad y no verlos más).
Marching Orders (o Música en Marcha) trata de ser un documental que nos muestra la preparación de la banda de Bethune-Cookman, la mejor del país septentrional, para algunas competiciones. Porque, sí: compiten entre ellas.
Entre los momentos interesantes están aquellos donde toman a ciertos referentes y muestran un semblante de sus vidas personales y familiares. Hay que entender que, ingresar a la agrupación te hace acreedor a una importante beca, por lo que la educación universitaria podría verse asegurada.
El Director es Donovan Wells, su trabajo es agotador, pero no es bien representado: solo aparece como un gritón, cuando -sabemos- debe dirigir a cientos de personas. No lo conocemos dando las mejores indicaciones, quizás se deba al secretismo, pero se pierde mucho contenido interesante.
Al parecer los realizadores creyeron encontrar otra beta universitaria como la que vemos en Last Chance U, pero se dispersan por su propia responsabilidad, nunca anclan en nada; creo -también- que mucho de lo que pasa en la cocina de Bethune-Cookman es secreto y no pudieron regatear la prohibición.
Los episodios duran entre 13 y 15 minutos y hay 12 de ellos; esto hace notar el poco material que rescataron. No escapa de ser casi un reality de adolescentes, digno de E!, MTV o VH1. Pero no: es de nuestra amada Netflix. Falta un comprometerse con lo que se filma, el sentirlo. Normalmente deseo ser conmovido por lo que se me muestra, estoy entrando en un área “prohibida” en la intimidad de algo a lo que no pertenezco, me tiene que marcar lo que veo y acá es todo muy ascético.
Es un show completamente fallido, ni la tormenta tropical, que amenaza toda una presentación, nos hace sentir un suspenso de arruinarlo todo. No cada cosa que acontece en una universidad es digna de ser filmada y puesta en serie.