Hay personas que nacen con mucho ángel. Simplemente su presencia nos hace sentir más grandes y mejores. Me acuerdo de un fragmento del libro El guardián entre el centeno (J.D Salinger). El protagonista Holden Caulfield, un lector ávido, menciona: “los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”. Lo mismo ocurre con las películas y, en este caso, sin sonar groupie, sería un sueño marcar a Meryl Streep.
Por mientras, me conformo con tenerla estos días en Oviedo (España) y haberla visto bailar al son de las gaitas asturianas es una joya de pies a cabeza, que sacó una sonrisa a los carbayones (ovetenses) y a casi todo el mundo, antes de recoger su premio Princesa de Asturias de las Artes 2023 por “conseguir que la ética y la coherencia trasciendan a través de su trabajo”.
De hecho, estoy segura de que, con esa gracia y carisma que la caracterizan, también hubiera imitado el acento asturiano. La polifacética Meryl tiene facilidad para los idiomas e imitar diferentes acentos. En sus películas podemos ver que domina a la perfección el británico, australiano y lo que se le ponga por delante. En la película La decisión de Sophie (por la que obtuvo su primer Oscar), en el set le preguntaron si escondía alguna raíz polaca por su dominio casi perfecto del idioma.
Una virtud invaluable
21 veces nominada al Óscar, ganadora de tres estatuillas y ocho Globos de Oro. Su trayectoria suma más de 70 películas, ¡por si fuera poco! Y, lo que tiene de talentosa lo tiene de sencilla. ¡Olé! Más allá de sumar otro galardón, Meryl Streep porta la sencillez, una virtud invaluable y que, lamentablemente, brilla por su ausencia en los tiempos que corren. De ello, me gustaría ahondar en este artículo para después, en otros, comentar sus días en el paraíso natural de Asturias, patria querida.
Nuestra icónica diva Miranda Priestly– El diablo se viste de Prada– es sencilla y natural. Defiende sus arrugas como pocas porque no se puede ir en contra de la naturaleza. Alérgica a la pose y a la hipocresía, que rigen al mundo. Así como a la envidia que sacia la sed de millones de personas. En todos los campos se extiende este cáncer, pero la industria del entretenimiento y de la moda tiene metástasis por ello. Ser un don nadie y presumirlo está de moda. Hay mucha tontería, diría que ilimitada, al igual que la capacidad de asombro. Cuántas veces decimos: ¡ver para creer! Pero una ya está curada de espanto.
"Elogios baratos"
Meryl, por eso, nos recuerda la validez de volverse selectivos y que la vida es demasiado corta como para perder el tiempo con gente que no suma. Punto. “Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, lo superficial, la deshonestidad y elogios baratos. No tengo paciencia para el cinismo, envidias, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. No me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible”.
Quedar bien con todo el mundo es imposible y, a veces, caer mal a ciertas personas es un halago. Seguro Meryl opina lo mismo.
El talento habla por sí mismo
La actriz más versátil de todos los tiempos, la más premiada y, para mí, la mejor. Nuestra dancing queen favorita de Mamma Mía!, nuestra primera Ministra británica en la Dama de Hierro como Margaret Thatcher, nuestra editora en jefe más diva Miranda Priestly en El diablo se viste de Prada, nuestra escritora Karen Blixen en Memorias de África y nuestra ama de casa Francesca Johnson en los Puentes de Madison-entre otras- es simplemente Meryl. Una mujer sencilla. No grita a los cuatro vientos. Todos sabemos quién es Meryl Streep.