Desde las profundidades del infierno musical, Metal Lords devuelve la inocencia de los coming-of-age
Allá por 2019, los cocreadores de Game of Thrones, DB Weiss y David Benioff, firmaron un acuerdo fuerte con Netflix. Metal Lords marca la primera película del acuerdo, con Weiss escribiendo y produciendo y Benioff como productor ejecutivo.
Metal Lords se centra en el fanático del metal Hunter (Adrian Greensmith) y su mejor amigo Kevin (Jaeden Martell), quienes tienen su propia banda de “post death metal” llamada Skullfucker. En una escuela donde la banda más popular hace versiones de Ed Sheeran, obviamente es un desafío para ellos ganarse a sus compañeros, especialmente porque ni siquiera tienen un bajista. Entonces la llegada de la violonchelista Emily (Isis Hainsworth), no solo aporta una nueva dimensión a la banda, sino también otros problemas hormonales para Kevin. Sin embargo, si quieren tener alguna posibilidad de ganar la Batalla de las Bandas, el trío debe superar sus diferencias.
Ok, sí, Metal Lords parece que reescribe a School of Rock, pero no. La historia cubre los tropos que esperarías de una historia sobre el paso de la adolescencia hacia la mayoría de edad, pero lo hace con suficiente corazón para que funcione. La clave de su éxito son las actuaciones del trío líder. Sabíamos por IT que Jaeden Martell se destaca por ser incómodo y adorable y lo hace igual de bien aquí en Metal Lords, mientras que Isis Hainsworth es un gran contraste para él. Adrian Greensmith convence como fanático del heavy metal y te mantiene del lado de Hunter, incluso cuando se pone un poco denso.
Debo decir que es una pena que el guion no dé demasiado para que el talentoso trío realmente profundice, pero esa es la magia de Metal Lords: temas como la salud mental de Emily y las luchas de Kevin contra el acoso se tratan solo a nivel superficial, normal, como el día a día. ¿Para qué profundizar? Todos sabemos lo que sucede a esa edad, ya nos lo dijeron (y algunos hasta lo vivimos en carne propia) miles de veces. Acá lo importante es el amor por la música, los conflictos generacionales y la amistad.
Unido a lo anterior, lo más fresco de Metal Lords es que no cae en las clásicas bromas del género coming-of-age y deja enseñanzas y una vista inocente de la realidad de la juventud que no veía en producciones de este estilo hacía años: las drogas, el alcohol y la promiscuidad sexual son condenados de manera líquida, sin tirar mucho del hilo. Excelente.
Un mega punto a favor es la gran banda de sonido: Judas Priest, Metallica, Avenged Sevenfold y más son de la partida. El clásico War Pigs de Black Sabbath tiene una excelente versión con violonchelo y la gran canción original de Skullfucker titulada Machinery of Torment es genial, además de estar convincentemente escrita por un adolescente.
Los cameos de los íconos del heavy metal son divertidos; Kevin recurre a sus consejos imaginarios para ayudarlo a navegar su floreciente vida amorosa.
Para una película que se desarrolla exactamente como se espera, Metal Lords te deja deseando que haya más de lo inesperado. Metal Lords es una historia entrañable y divertida.