En Agosto de 1997 se fundó Netflix en Los Gatos, California; en 1998 inicia con su servicio de renta de películas y series; para 1999 inicia su modelo de renta mensual; hasta 2007 pone en marcha su servicio de streaming en EE.UU.; en 2011 se expande a Latinoamérica; en 2013 lanza House of Cards, la primera serie original con la que logra nominaciones y premios en los Emmy de ese año;5 años después, en este 2018, se convierte en el servicio más nominado y termina como la gran ganadora de la ceremonia empatando con HBO.
Con toda esta historia, ¿es Netflix un buen ejemplo de la industria televisiva? Para dar respuesta a ello partiremos de 2013 para adelante cuando el servicio se convierte en una creadora de contenidos.
A partir del lanzamiento de House of Cards, Netflix mostró a la industria una nueva forma de hacer y ver televisión: una temporada completa estrenada el mismo día para verla a tu ritmo propio y donde tú quieras. Esto sin duda era novedoso: no había reescrituras de guiones para llevar la historia hacia donde el público iba respondiendo mejor en ciertas situaciones. La apuesta por la historia y calidad estaban desde el principio.
Pero con el paso de los años atrás quedó esa calidad de series premium que nos remitían principalmente a HBO o Showtime. Comenzaron a surgir nuevas series con contenido cuestionable que llevaron a los millones de usuarios a nivel mundial a una queja general: “Netflix ya no tiene calidad”. Esta afirmación no es otra cosa más que el modelo de negocio que adoptó la empresa: en este 2018, Netflix anunció una inversión de 8.000 millones de dólares en contenido, lo cual es una locura ya que es poco más del doble de lo que ABC o CBS invirtieron en 2017; más del triple de HBO; casi el doble de los 5.000 millones de dólares que invertirá Amazon este año, de acuerdo a MediaPost.
Con una cifra tan alta, es imposible competir con una creadora de ese calibre. Pero en realidad tenemos que analizar que no todo el contenido está dirigido a entregas de premios o series de categoría A: el modelo de esta empresa va más allá. Si bien sabemos que mucho de su negocio depende del contenido de terceros, Netflix ha proyectado desde hace un par de años que esto podría terminar cuando cada servicio lance su propia plataforma de streaming, por lo cual la apuesta por contenido original es su caballo de batalla.
Este modelo de negocio tiene como meta conseguir en un par de años mantener la plataforma con el 50% de contenido original, dejando atrás ser un servicio para ver contenido de terceros para convertirse completamente en un negocio independiente de ello. Pero al ser un negocio mundial, esto pone a Netflix en una posición difícil al tener que decidir si optar por mayor calidad o mayor contenido.
Al igual que sus competidores, el contenido es base para crear una red de usuarios, a los mismos que hay que darles series de todo tipo y de todos los gustos. Es imposible mantener contenido premium cuando la relación de vistas/costos no funciona. Al ser Netflix un servicio tan accesible en relación al costo, la variedad de sus usuarios es mayor, y no todos buscan esa nueva serie que arrasará con los premios.
Pero muchos dirán “¿y Game of Thrones qué?” debido a la popularidad que ha alcanzado la serie en relación a su calidad de contenido. Efectivamente, este es un caso importante de estudio y un triunfo total de HBO, el cual por cierto se ha construido durante sus 3 últimas temporadas, ya que las primeras eran de un nicho muy exclusivo, pero la conversación y el boca en boca llevó a tener los niveles de audiencia y expectativa que ha alcanzado en los últimos años, éxito que la misma señal ha intentado replicar con Westworld y no ha logrado.
Si bien con la inversión que Netflix tirará este año podría tener su propia GOT, el servicio debería sacrificar seguir creciendo en base de usuarios y depender más del contenido de terceros. Tan solo se estima que entre series, películas y documentales se producirán 700 contenidos nuevos, una suma bastante alta, pero que a comparación con el extenso catálogo que sus competidores con más de 30 años de existencia poseen parece ser sólo un poquito de lo que la empresa de Reed Hastings pretende alcanzar en esta era de la inmediatez.
Es por ello que de ninguna manera debemos comparar a Netflix con HBO, porque sus modelos de negocio son distintos y al público al que van dirigidos también. El catálogo de Netflix no es una basura, es simplemente un reflejo tan amplio como lo es su público, y seguirá así, por lo que no estamos obligados a ver todo y que por ende no tenga que cumplir nuestras expectativas en todo.
Seguirá habiendo apuestas de calidad premium para las entregas de premios, mismas que respaldarán al servicio como a cualquier otro. Así como en la industria cinematográfica las ganancias de los grandes blockbusters dan para producir las cintas que van al Oscar o los festivales más importantes de cine, así las series más populares en Netflix atraen a más usuarios, lo que se traduce a más suscripciones y más dinero que puede financiar series como The Crown, Dark oMaster of None.
El catálogo de Netflix no es una basura, es simplemente un reflejo tan amplio como lo es su público.