13 años después de que Sofia Coppola saltara a la palestra con la cinta Lost in Translation y conquistara a todo el globo con la ayuda de un genial Bill Murray y una incipiente Scarlett Johansson, que derrochaban carisma en la pantalla, ahora en On the Rocks llega la ansiada reunión Murray-Coppola, en lo que esperábamos fuera la “secuela espiritual” de aquel film.
Una clásica comedia neoyorkina con el gran Bill Murray en plena forma que entretiene, pero….
En esta ocasión, Sofia Coppola nos presenta la historia de Laura (Rashida Jones), una joven escritora que lleva pocos años de matrimonio, pero en el que las dos hijas pequeñas que ha criado con su esposo Dean (Marlon Wayans) han hecho de su vida una rutina constante. Así, ella tiene que vivir entre madres de familia desesperantes (como Jenny Slate), levantando juguetes y llevando a las niñas aquí y allá, además de casi no ver a su esposo que se encuentra inmerso en el trabajo. Todo esto ocasiona en ella un “bloqueo de escritor” que le impide avanzar de la página 1 de su libro.
Todo aumenta cuando en ella surge la duda de la fidelidad de su esposo. Al acercarse a compañeras de la escuela de sus hijas y amigas para pedir consejo, no encuentra una respuesta satisfactoria, así que decide contárselo todo a su padre: Felix (Bill Murray), un arrogante playboy, adinerado, bebedor de martinis que conoce medio Nueva York por su trabajo de vendedor de arte. Con la ayuda de sus contactos y de los recursos que posee, despejarán de una vez por todas la duda de la posible infidelidad de Dean, aunque tengan que seguirlo por todas partes.
Coppola nos entrega su trabajo más personal y maduro a la fecha, a diferencia de cintas anteriores donde las protagonistas eran chicas jóvenes despertando a la vida, ahora la protagonista, Laura, está en plena crisis de la edad adulta. Y como lo menciona Sofía en algunas entrevistas, ese personaje representa totalmente las etapas por las que estaba pasando como autora, los problemas que tenía para lidiar al estar a la sombra de su padre y el camino que tuvo que recorrer para encontrar su propia voz, además de la carga de haber logrado un filme multiganador como lo fue Lost in Translation y la exigencia de igualar lo alcanzado por él.
Así, ella escribió el personaje de Laura basado en su propia experiencia, y el personaje de Felix lo escribió basado totalmente en un Bill Murray más viejo, pero aún con el carisma que le caracteriza y que queda fielmente representado en el film. Único en su estilo en todo Hollywood.
El estilo que usa Coppola aquí es menos estilizado que en sus obras anteriores, pero eso es en parte por el homenaje que rinde a la ciudad de Nueva York para que brille como un personaje más gracias a la fotografía de Philippe Le Sourd y a la música del grupo Phoenix. Nos transportan a lugares icónicos de la ciudad, como el Raoul’s bistro en SoHo o el Midtown’s 21 Club (el lugar donde Boggart le propuso matrimonio a Bacall), es por eso que no podemos dejar de mencionar la clara influencia de Woody Allen. Al irse desenredando la historia, vamos conociendo las verdaderas razones que unen a la pareja de padre e hija y sobre ellas es que Coppola va elaborando la parte más emotiva del film y de donde se obtiene la moraleja principal.
En general la cinta adquiere un tono de comedia screwball, donde ambos protagonistas son llevados a los límites por las locuras de Felix que contrastan con una sobria y ordenada Laura, en los que aprenderán uno del otro mientras tratan de atrapar a Dean en la “movida”.
Pero...
Algunas de las críticas que puede recibir el film cuando es visto superficialmente es que el papel de Murray está lleno de clichés, tantos que parece una colección de frases sacadas de otras cintas. Otra crítica es que la cinta es una comedia sin chistes, que está a medio camino entre una comedia de Woody Allen y un capítulo de Seinfeld (porque no pasa nada).
Conclusión...
La última película de Sofia Coppola es una gran comedia que rinde homenaje a las cintas clásicas de comedia screwball y a la ciudad de Nueva York. Sencilla y ligera, no tiene otra intención que dibujarnos una sonrisa y hacernos reflexionar acerca de las relaciones con nuestros familiares, con nuestras parejas, y con nuestro “arte”, todo lo que puede estar enfriándose como si estuviera “en las rocas”.
