Orphan Black: clones, suspenso y hermandad.

Orphan Black es una serie de televisión canadiense creada por Graeme Manson y John Fawcett, emitida por el canal Space en Canadá y por BBC América en los Estados Unidos.

Si la serie fuera una comida llevaría los siguientes ingredientes: ciencia ficción, acción, humor, intriga y suspenso; logrando crear su propia mitología. El piloto es tan soberbio que logra atraparte al instante, sin darte lugar a encontrar el justo medio entre devorarte la serie en un fin de semana o, devorarte la serie en una maratón de 24 horas.

Si te gustan los thrillers policíacos, te gustará. Si te gusta la ciencia ficción bien llevada, te gustará.

La principal razón para ver la serie es el trabajo de su protagonista: una auténtica salvajada. La actriz, una completa desconocida hasta el momento, da vida a todos los clones que vamos conociendo en la serie y lo hace de un modo envidiable. Resulta difícil creer que todos los personajes son la misma persona y esto es gracias a los gestos, acentos, comportamientos e identidad definida que les imprime. Su nivel de trabajo se aprecia en escenas en las que varios clones interactúan entre sí, quedando en evidencia la independencia de cada personaje. Tatiana: eres el verdadero motor.

No hay lugar para el aburrimiento: el guión está muy bien escrito y, aún con toda la complejidad de sus tramas y subtramas nunca pierde su norte. Plantea un pulso firme y siempre mantiene un ritmo adrenalínico gracias a los misterios que se van desenredando en torno a Sarah, la protagonista.

No sólo es original por incorporar el clonaje sino porque esconde también temas morales, éticos y filosóficos. Por otro lado, es destacable el respeto y la naturalidad con la que se tratan temas como la sexualidad, la identidad, la violencia y la familia: no hay etiquetas, ni blancos ni negros. Orphan Black sin dudas nos ofrece una gama de sensaciones, sentimientos y estados.

La que más nos gusta. La que muestra una realidad -en un futuro- totalmente posible: sin tantos artificios propios de naves espaciales, saltos anacrónicos, aliens, super héroes u otros adornos extravagantes.

El más destacado es Felix (Jordan Gavaris), hermano por elección de Sarah y un chico homosexual que tiene para ofrecernos mucho más que el estereotipo Gay Friend: es densamente sarcástico, ligeramente cínico y es dueño de las mejores frases de la serie. Felix tiene viveza, aspiraciones y contradicciones pero, por sobre todo, contribuye a ampliar y enriquecer el personaje de Sarah, siendo en muchas ocasiones su principal sostén. Todos necesitamos un Felix.

Coproducción entre Bell Media (canadiense) y BBC America (británica y americana) y rodada en Canadá. La serie termina siendo un híbrido, una mixtura de ambos mundos; el presupuesto es limitado pero el tipo de ficción es ciertamente más americano. El guión es prudente -con 10 capítulos por temporada- garantizando la ausencia de fillers, esos capítulos en los que nada pasa y sólo sirven de relleno.

Orphan Black vendría a ser la principal representante de lo que algunos críticos norteamericanos llamaron “televisión de serie B”; series menos ambiciosas que logran captar al público, desarrollando una trama y un ritmo que engancha fácilmente.

Nunca pierde de vista lo verdaderamente importante: sus clones. La serie se preocupa por mostrarnos cómo son realmente y absolutamente todos los giros de la trama vienen a partir de ellos. Lo que mueve Orphan Black es el esfuerzo de sus protagonistas por saber quiénes son y, en concreto, de dónde vienen. 

Sí, chicos y chicas: hay un laboratorio.

No tiene caras conocidas. No hay culebrones amorosos. No es estadounidense y eso les daña el orgullo. La validez de la historia está en otro lado: interpretaciones exquisitas; la simbiosis entre personajes por parte de Tatiana Maslany es inmensa; ambientación oscura y a su vez intimista que nos invita a reflexionar mientras nos hundimos en un ritmo ensordecedor. Orphan Black no debe ser ignorada: no se basa en lo popular ni en lo que la masa quiere pero estaría bien que descansemos un poco de lo común y fijemos nuestra atención en los primeros 5 minutos de esta obra maestra.