Bong Joon-Ho es un cineasta surcoreano que ha destacado a lo largo de su trayectoria (director y guionista) por el extremo y meticuloso detalle puesto a cada uno de los aspectos de sus visiones y realizaciones, así como el implementar mensajes y críticas sutiles pero poderosas sobre realidades que se viven en la actualidad (tales como la división de clases sociales, el industrialismo, el maltrato animal, la segregación, las guerras, el veganismo, etcétera), teniendo por ejemplo cintas como Okja (2017), Snowpiercer (2013) o Mother (2009). Ahora, de manera impulsiva, elegante y apabullante, entrega su más reciente producción titulada Parasite (Parásitos), una estupenda narración que se coloca en el podio de los mejores largometrajes del presente año.
Una familia de escasos recursos y bastante desafortunada, tendrá la oportunidad de cambiar su vida de apoco al involucrarse con los Parker, familia de gran nivel socioeconómico en Corea del Sur. ¿El inconveniente? Que las cosas pueden tener un resultado aleatorio para cualquiera de los dos clanes.
Primeramente destaca dentro de su ficción la estupenda y bien cuidada estética divisional entre las clases sociales que reflejan ambas familias. Tanto la de clase alta como la de baja, se desarrollan en un ambiente extraordinariamente bien trabajado y que connota justamente el planteamiento de la problemática, el entorno y el crecimiento distinto (pero sumamente similar) de cada miembro.
Algo que siempre ha gustado y ha sido aplaudido para el visionario Joon-Ho, es su grandiosa colaboración y ejecución en producción y manejo de cámaras, pues controla el ambiente a su antojo sin perder en ningún momento la credibilidad dentro de ella. En Parasite cada elemento está puesto con un poderoso propósito
El trámite de la historia es de lo mejor del año, pues a través de la sátira y el toque ácido dentro de un thriller que se encarga de señalar y visibilizar una reflexión realista sobre la división de clases, el espectador queda embelesado ante cada una de las situaciones por las que los personajes se van entrelazando y encuentra el punto ideal para atravesar una gran variedad de géneros, pues se pasa del humor hacia el drama, entrando también en emociones tangibles como la desesperación, el llanto y la tragedia. La manipulación que emplea el cineasta es como pocas vistas en la última década.
Encontramos aquí otro elemento notable: cada uno de los protagonistas construye de sí una pieza fundamental para que todo sea trazado de forma idónea; es realmente magistral el accionar de los actores y su desarrollo, la construcción de cada personaje, cada familia, todo te vuelve participe dentro de esta ficción y lo único que queda es vivir al lado de los estelares su inesperado desenlace. Cuando la audiencia crea que tiene todo resuelto con la historia, el cineasta da una burla hacia ellos y cambia totalmente el juego, lo que la dota de diversas capacidades de complicidad que encantan a todos por igual.
El manejo de espacios como recurso principal solo genera brillantez, logrando impactar y generar el dramatismo necesario para sofocar y comprender la forma en la que la realidad de las familias es implementada. Además, el entorno surcoreano da la tonada ideal para elaborar esta producción.
Los grandes premios que ha recibido no han sido en vano, pues definitivamente estamos ante una producción que por su simple historia encuentra una solidez bárbara para llegar hacia la cima de las películas que Bong Joon-Ho ha realizado.
Pero...
Ningún pero: Parasite es perfecta.
En resumen
Parasite se ha convertido sin problema en uno de los mejores largometrajes de ficción del presente año; uno imperdible de cara a la próxima temporada de premios a lo mejor del cine y una imborrable crítica social que ha amalgamado de manera sorprendente, tanto a la prensa especializada como al espectador casual; un deleite fundamental para cerrar el presente año.