Ha llegado un tremendo aluvión de series de ciencia ficción que, para los amantes de este género, sin duda supone una alegría. Ciertamente, el éxito de Black Mirror ha tenido algo que ver, sobre todo tras su adquisición por parte de Netflix, por lo que no es de extrañar el intento de su competencia Amazon de emular la fórmula.
Tomando una de las antologías de relatos más famosas de Philip K. Dick, Electric Dreams ciertamente tenía bajo su control no solo a un elenco de actores impresionante (Bryan Cranston, Steve Buscemi, Geraldine Chaplin, Richard Madden, Anna Paquin o Timothy Spall), sino ideas potentísimas para dejarnos sin aliento.
Lamentablemente, se queda muy corta en el intento.
1 Los buenos
Hay episodios que sin duda son una joya. Tal es el caso del conmovedor Impossible Planet, sobre una mujer ciega que pide un viaje a un planeta que ya no existe. La relación que se establece entre los dos protagonistas es realmente enternecedora, sobre todo gracias a la actuación de Geraldine Chaplin y a un final muy simbólico.
The Commuter es el episodio con menos sci-fi de los diez, pero la carga dramática es digna de aplaudir. Un Timothy Spall brillante en todos los sentidos, que nos transmite esperanza, confusión y desesperación. La metáfora de olvidarse de la realidad y buscar un escape es acertada.
Silas (Bryan Cranston)
Kill All Others es si acaso el que más nos va a recordar a Black Mirror. Sin problemas podría entrar en la antología de Charlie Brooker. El tema, la estética y hasta el final, encierran uno de los capítulos mejor conseguidos de Electric Dreams.
Human Is, sorprendentemente, no está protagonizado por Bryan Cranston, sino que el peso de la historia recae sobre Essie Davis, que lo hace de manera soberbia. Su actuación es sutil y contenida y el guion, a base de poco diálogo, logra transmitir el quid de la cuestión: el “otro” ser es más humano que los humanos.
2 Los regulares
Estos tres episodios son los que partían de una idea espectacular, pero ya sea por restricciones del tiempo o un final poco convincente, se quedan a medio gas, como el protagonizado por Anna Paquin y Terrence Howard, que por otro lado tiene una simetría en la estética deliciosa.
Otro caso que acusé mucho es el de The Hood Maker, donde podemos ver a Richard Madden (Robb Stark de Game of Thrones) en un papel interesante, con una historia que recuerda mucho a Blade Runner, pero que se desinfla en el último tercio por falta de tiempo y porque fuerza un romance que precipita un final y nos deja con una sensación de indiferencia absoluta.
Autofac funciona en una primera visualización, es muy efectivo, pero, de nuevo, el límite de tiempo propicia que las sorpresas y giros queden muy comprimidos, no da tiempo a que impacten con naturalidad. Sin embargo, es un episodio digno.
Los malos
Estos son unos episodios de los que sin duda se podrían prescindir. Crazy Diamond es, valga la redundancia, una locura surrealista que, sin embargo, se va diluyendo con el paso de los minutos y se vuelve demasiado largo. Al final, no parece claro qué nos quiere contar y ese es su error. Ni Steve Buscemi lo salva.
Finalmente, Safe & Sound y Father Thing adolecen de una falta de originalidad. La primera historia funciona por la actuación de la joven Annalise Basso, la cual es excelente, pero desde el comienzo nos vemos venir el giro final, por lo que el impacto está mermado cuando llega, mientras que el segundo es un intento muy descarado de querer tener un mini Stranger Things, con toques de Stephen King, que, lo siento, ya no cuela.
Conclusión
Philip K. Dick Electric Dreamstiene algunos episodios para el recuerdo, pero si nos acercamos buscando otro Black Mirror, saldremos decepcionados. La sensación que deja en general este homenaje al autor y sobre todo a Blade Runner, es de que no cuenta nada nuevo. Casi todo lo hemos visto ya, mejor profundizado y con más garra. Aún así, no deja de ser una disfrutable experiencia para todos los amantes de los universos alternos, la tecnología y el futurismo. Es otra cosa, sí, pero no la que esperábamos.