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Debes ver Ruido, la nueva y escalofriante película de Natalia Beristáin

Hace 2 meses
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Antes, cuando se pensaba en México, se nos venía a la mente los jorongos, los sombreros y Acapulco. Hoy día, cuando pensamos en México, pensamos en violencia, muerte, corrupción y desaparecidos… Es real, actual y muy triste. 

He escrito varías veces aquí en Spoiler Time sobre varias películas de desapariciones forzadas como Sin señas particulares, La civil y más. Esta narrativa se ha vuelto bastante recurrente en el cine mexicano, no tanto como las comedias románticas bobaliconas, claro, pero sí: si no es una comedia es sobre violencia de género o narcotráfico, o también combinadas. 

Natalia Beristáin es una de las directoras de cine que más respeto en el mundo. Junto con Mia Hansen Løve y Céline Sciamma, se han hecho de voces muy independientes de su entorno como industria; me refiero que no han caído en dirigir una película mainstream o taquillera, sino todo lo contrario: son subversivas con las narrativas que envuelven a la industria del cine actual y tratan de ir un poco contracorriente a cómo se retrata a la mujer en la pantalla grande.

En Los adioses (2017), cinta sobre la obra, vida y muerte de la escritora Rosario Castellanos, Beristáin representó para mí una forma distinta de ver a la mujer en el cine. Se aborda desde una perspectiva de respeto y ya no de sexualización sin dejar de ser sexuales o sensuales, con ideales y objetivos propios y no dejando de ser ese objeto del deseo del sexo opuesto. Me pareció una perspectiva distinta, sin dejar de ser lo que son las mujeres.

Ruido, su nuevo trabajo, da un sentido distinto a la perspectiva de las mujeres desaparecidas, incluso a las madres de estas mujeres. En otras películas como las que ya mencioné sobre este tema, las madres de siempre están ligadas a la marginalidad, a la racialidad o el clasismo. En Ruido es distinto: vemos a Julia (una Julieta Egurrola sorprendente) que es una artista plástica famosa que desde hace 9 meses busca a su hija. Todo este tiempo había estado encerrada en una burbuja que no la ponía a ella en peligro hasta que se dio cuenta, como muchos mexicanos hoy en día, que deben hacer el trabajo del Gobierno: ella comienza a investigar y a involucrarse con asociaciones de madres que buscan a sus hijos e hijas y otros familiares que han sido abducidos por organizaciones delictuosas apoyadas por el gobierno sin esperanza de volverlos a ver.

Esta narrativa sencilla sobre el estado social de las víctimas amplía este espectro de cómo todos los mexicanos son víctimas de una decadencia social, gubernamental y moral: no solo los que viven en el norte del país o la gente indígena de ciertas regiones, pero tampoco de cierto estrato social. ¡Todos están expuestos a esta violencia e intransigencia!

Aunque Ruido carece de un guion sólido que la haga infalible, no es para nada una mala película. Primero por el tema, que siempre será oportuno gritarlo. Segundo, por la actuación de Julieta Egurrola, que representa a cada mujer mexicana que ha perdido a alguien, con esa desesperación, desesperanza y cansancio que conlleva vivir en la intermitencia. Tercero, por la crítica social y política que grita a los cuatro vientos para ser escuchada. 

Natalia Beristáin hace gala de su modo direccional tan peculiar: parsimonioso, elegante y bien balanceado en intenciones; incluso el feminismo acá representado es totalmente adecuado y alineado a lo que necesitaba la historia de este personaje. La película se siente combativa, honesta, bulliciosa y desesperante todo el tiempo. Este juego onírico interno de Julia y su vínculo con la realidad externa de su situación familiar es bellamente plasmado; además, deja ver que la ambigüedad en una película como esta es totalmente válida al ser una ficción basada en la realidad de muchas personas que han vivido una ausencia como la de ella. 

Ruido es un testimonio, desde la ficción, de un país sangrante, ambivalente, violento y moribundo en su tejido social, político y moral del que ya se ha expuesto antes en otras películas. Todas juntas son una herida expuesta e ignorada por los mismos mexicanos en todas sus esferas sociales: prefieren mirar hacia otro lado a ver la purulenta sociedad en la que se han convertido, prefiriendo mirar comedias absurdas de una sociedad que es casi inexistente en México a observar lo que realmente pasa en el país.

Esto es lo verdaderamente escalofriante: saber que se pudren las piernas por las heridas y se prefiere mirar el arcoíris en el cielo que sanar nuestras laceraciones sociales.

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